Con motivo de la concesión del Premio Nacional del Cómic 2012 al dibujante asturiano Alfonso Zapico (Blimea, 1981), el Centro Niemeyer decidía organizar la exposición Pasos encontrados. Un viaje dibujado de Alfonso Zapico. Una muestra, de producción propia, que supuso la primera incursión del Centro en el arte secuencial, y que llega a su fin el 28 de este mes. Textos, imágenes y objetos, con especial atención a las obras Dublinés y La ruta Joyce, sirvieron en estos últimos meses para conocer a este joven historietista e ilustrador que, durante la muestra, ha llevado a cabo diferentes sesiones de dibujo en los muros de la sala, permitiendo al numeroso público que se ha acercado a conocerle descubrir y admirar su trabajo en vivo.
Ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos, ha publicado cuatro títulos de cómic: el álbum La guerre du professeur Bertenev y las novelas gráficas Café Budapest, Dublinés y La ruta Joyce. Además de colaborar en varias obras colectivas y otras publicaciones. Por ellos, ha sido galardonado, entre otras distinciones, con el Prix BD Romanesque Ville de Moulins en 2007, con dos premios Haxtur en 2008 y con el Premi Josep Toutain en 2010. Sus obras han sido finalistas de importantes premios como el Euskadi de Literatura o la Mejor Obra española de Ficomic 2012. Pero, sin duda, el espaldarazo definitivo a su obra llegaba con la concesión del Premio Nacional de Cómic. Aprovechando para valorar la exposición del Centro Niemeyer que llega a su fin, después de haber acercado a cientos de personas a la obra de Zapico, charlamos con él para conocer sus inquietudes, sus reflexiones y los proyectos que volverán a traerle a Asturias a través de las viñetas.
Alfonso, ¿cómo nació la propuesta que te trajo al Niemeyer con Pasos encontrados?
La exposición surgió como una iniciativa de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias, pensamos que sería una bonita forma de celebrar el Premio Nacional de Dublinés en 2012 y a la vez hacer un pequeño recorrido por mi obra personal. Ha sido una incursión fantástico del cómic como medio en el Centro Niemeyer, a la que espero que seguirán otras obras, otros autores.
Al seguir esos caminos una no puede menos que preguntarte, ¿en qué momento te cruzaste con James Joyce y decidiste seguirle?
Con Joyce me crucé por casualidad, como suele ocurrir con las cosas buenas en la vida; era un autor que me fascinaba pero del que no conocía gran cosa, aparte de su obra compleja y su sentido de la vida muy particular. Leí hace muchos años Retrato del artista adolescente, que fue una obra que me marcó en su momento, y esta novela fue la espita por la que salió toda una obra, todo un viaje. Nos hemos encontrado en los mismos lugares con un siglo de diferencia.
¿Conocer, no solo su obra, sino también su biografía al detalle, te empujó a querer desmitificar una figura que de por sí ya rompía todo estereotipo?
Bueno, con Joyce he hecho básicamente lo mismo que él hizo con sus personajes literarios: no me he molestado en idealizarlo, edulcorarlo, dotarlo de un sentido heroico o romántico, sino que lo he retratado tal y como es. Habrá a quien le parezca un personaje extraordinario, ¡pero es que el ser humano es extraordinario! Pequeños detalles de la vida real que Joyce redescubrió brillan todos los días en todas partes, y de nada sirven los estereotipos.
Además de con la palabra, trabajas con la imagen. ¿Partiste de una en concreto para comenzar tu obra o tenías todo el relato en la cabeza antes de materializarlo?
No había un guión prefijado: las viñetas han ido surgiendo como la niebla que desaparece según se camino en un sendero de montaña. Poco a poco, el guión ha sido un viaje, los personajes han ido entrando y saliendo del espacio dibujado, y en 228 páginas llegamos al final. Ha sido un trabajo arduo, pero muy lineal.
Al afrontar un libro de estas dimensiones, viajando y leyendo en busca de Joyce, ¿pesa el rigor y la verosimilitud sobre la creatividad?
Sí, ha sido casi un trabajo de periodismo documental; aquí el autor ha de ceñirse a un espacio, a unas fechas, a unos escenarios y unos acontecimientos que están registrados y no se pueden cambiar. La parte creativa, sin embargo, consiste en darle forma a todo ese material para que sea accesible para los lectores. Ha sido un gran trabajo de síntesis.
El hecho de haber sido reconocido con importantes premios, además de para avalar tu trabajo y darlo a conocer, ¿te ha ayudado a ratificar la ambición de tus proyectos y tu personalidad como ilustrador?
Sin duda; no entiendo los premios como un reconocimiento que me permite sentarme y estar cómodo, sino como un impulso, un empujón que me obliga a moverme más, a esforzarme más, a trabajar en todas direcciones. También es cierto que los premios hacen más visibles al autor y su obra, y esto me permite compartir con más gente mi forma de ver la vida, mis inquietudes y mi sensibilidad, que son mi “marca de autor”.
no entiendo los premios como un reconocimiento que me permite sentarme y estar cómodo, sino como un impulso, un empujón que me obliga a moverme más, a esforzarme más, a trabajar en todas direcciones”
Tengo entendido que en la versión inglesa de Dublinés sí contendrá textos originales de Ulises y Dublineses. ¿No haber podido incluir antes esas referencias era una carencia para ti?
La obra de Joyce pertenecía hasta 2013 a sus herederos, en particular a su nieto Stephen Joyce, bien conocido en el mundo editorial por controlar férreamente el legado del escritor, secuestrar libros y transigir poco… Pero la difusión de la obra pasa a ser libre, y hemos aprovechado para incluir poemas, fragmentos y cartas en las ediciones extranjeras de Dublinés. No hay una gran diferencia, pero incluir las palabras que Joyce escribió (y en su propia lengua) es un detalle pequeño y hermoso.
Desde que recibiste el Premio Nacional de Cómic en octubre de 2012, ¿cuántas veces te han preguntado que es ser Terciu Malorián de Reciella Malory?
Muchas; nadie sabe exactamente qué significa este título, así que siempre digo que es algo parecido a la célebre Orden del Finnegans que ostentan algunos escritores ilustres. La Reciella Malory es básicamente una excusa para juntarse, beber y hablar de literatura, que es algo también muy irlandés…
¿Qué supuso la beca que te concedieron en la Maison des auteurs de Angoulême?
La Maison des Auteurs lo ha cambiado todo para mí; he pasado de trabajar en mi estudio en Asturias, donde trabajaba solo y aislado, a compartir espacio con otros autores de muchos países; han sido cuatro años de trabajo, cafés y tertulias, donde he evolucionado y aprendido mucho como autor.
La Maison des Auteurs lo ha cambiado todo para mí; he pasado de trabajar en mi estudio en Asturias, donde trabajaba solo y aislado, a compartir espacio con otros autores de muchos países”
¿La distancia con Asturias ha reforzado tu interés por su propia historia?
La distancia me ha sorprendido mucho, porque me ha dado la conciencia de muchos cosas que desconocía o creía obvias -y que no lo son-. La distancia me ha dado la perspectiva necesaria para reflexionar sobre mi pasado y mi futuro, y (paradójicamente) me ha acercado a Asturias.
Alfonso, ¿qué vamos a encontrar en La balada del Norte?
Es una novela gráfica compleja, una reflexión desde el pasado reciente. Asturias está perdiendo su identidad de región industrial minera, la conciencia de clase y el movimiento obrero son conceptos que resultan desconocidos a los jóvenes de hoy y el futuro (que era algo en lo que mi generación nunca ha pensado mucho porque siempre ha estado ligado a todo lo anterior) se muestra ahora incierto. Todo esto y mucho más lo encontraremos en La balada del Norte.
la conciencia de clase y el movimiento obrero son conceptos que resultan desconocidos a los jóvenes de hoy y el futuro se muestra ahora incierto”
¿Está siendo muy compleja la tarea de documentación para este nuevo trabajo?
Está siendo un trabajo durísimo, no por falta de documentación, sino por falta de claridad en las ideas y en los hechos. El peligro de caer en un romanticismo simplista cuando se habla de esta época es muy grande, y a la vez, es inevitable posicionarse en un terreno tan fangoso y variable. ¿La solución? Dibujar una reflexión real, sincera y honesta, y permitir al lector que saque sus propias conclusiones.
Siendo de la cuenca minera, ¿es posible abstraerse de la épica que sigue rodeando las luchas de los mineros, de los propios afectos e intentar un relato historicista de los hechos?
Creo que no es posible; pero de todas formas, yo no me limitaré al relato historicista. Construiré un libro con una técnica sencilla y que me gusta mucho: por un lado daré al lector el contexto histórico, con sus fechas, sus personajes reales, sus eventos y sus héroes y villanos. Por el otro, he fabricado mi propio escenario: un entorno construido con trozos de vidas y paisajes reales, con sus minas, sus colores y sus formas. Aquí es donde se desarrolla el juego de pasiones y sentimientos que quiero compartir con el lector.
¿Qué dirías que ha de tener para ti una historia para que necesites contarla?
No lo sé realmente; todas las historias que he contado, las que estoy dibujando ahora y todos los proyectos abiertos surgen como una necesidad inconsciente, como una expresión muy personal de mi visión de la vida y el mundo, una expresión artística libre. Básicamente mis historias son un conjunto de preguntas sin respuesta que comparto con los lectores para invitarlos a la reflexión.
mis historias son un conjunto de preguntas sin respuesta que comparto con los lectores para invitarlos a la reflexión”
Seguir la actualidad y comentarla continuamente en viñetas, ¿cuánto hay de ejercicio y cuánto necesidad de mantener vivo el espíritu crítico y el apego a la realidad?
Es un ejercicio de gimnasia mental y gráfica, pero también es una necesidad que surge como los acontecimientos que nos rodean: sin orden ni planificación. Tardo tanto en dibujar una novela gráfica necesito mi blog para dibujar a veces pequeñas historias.
Colaborar en medios de comunicación como ilustrador, ¿fue un reto como creador? ¿Qué aportó a tu visión como dibujante?
Está muy bien colaborar en prensa: por un lado me obliga a una periodicidad muy sana para un ilustrador. Por otro, me mantiene apegado a la actualidad de mi tierra, de la gente de mi casa. Vivo a 800 km de mi hermano, pero un domingo abre el periódico y lee mi tira cómica, y ya estamos más cerca.
Hace poco, decías en una de tus viñetas: “Mi generación, como la de Albert Camus, se creía destinada a “rehacer el mundo”. Y como aquella, debe abrir los ojos para comprender que “su tarea ahora consiste en impedir que el mundo se deshaga”. ¿Podríamos decir que esa comprensión es la que condiciona la temática de tus obras?
Esa comprensión es reciente, es parte de mi evolución como autor; mi primer libro es de 2006 y presentaba una visión mucho más naïf de la realidad (a pesar de estar ambientada en una guerra). Han pasado siete años y percibo las cosas con otra perspectiva. El mundo es un lugar extraño y cambiante, y para encontrar mi lugar aquí, Camus es muy importante a día de hoy.
Cito otra viñeta para que, si te parece, la comentes: “La historia reciente ha hecho estragos entre los jóvenes, y nos ha dejado tiesos como viejos. Son los achaques de la desilusión”.
Esto es muy camusiano también, además de una verdad como un templo; lo que no quiere decir que yo no sea optimista respecto al papel de los jóvenes en esta sociedad y en la capacidad de cambiar la Historia (reciente o pasada).
“Las palabras son gotas de lluvia. Las imágenes son charcos en mitad de la calle”. ¿Podríamos resumir así la poética de tus obras?
Sí, bien podría resumirse así. A veces me gustaría encontrar una pequeña definición para mi pequeño universo, para mi obra. Aún no la tengo, así que me quedaré con ésta.
Trabajando de continuo… ¿dónde te llevan ahora los pasos?
Acabo de terminar un cómic de aventuras y desventuras titulado El otro mar, sobre el descubrimiento del Pacífico por Núñez de Balboa en 1513. Sigo trabajando para terminar La balada del Norte a mediados de 2014. A la vez ilustro, coloreo, aboceto y vectorizo. El reto es no echarse a perder por el camino.
(22 de julio de 2013)