Pilar Sánchez Vicente: “Me gusta conocer para recrear, impregnarme para transmitir”

Historiadora de formación y escritora de vocación y larga trayectoria, Pilar Sánchez Vicente (Xixón, 1961) publicaba hace unos meses en Amazon la novela Luciérnagas en la memoria, una emocionante visión de la historia del cercano siglo XX que transcurre entre dos países, Argentina y España, centrada en dos regiones: Asturias y Tucumán. Un ambicioso relato con el que ha conquistado a los lectores a uno y otro lado del Atlántico, hasta el punto de que en pocos días se situó en el puesto nº1 de los más vendidos de Amazon dentro del apartado ficción histórica, y a día de hoy lleva más de tres mil ejemplares vendidos.

Si su primera ficción fue Comadres (KRK, 2001), y tras ella vinieron Gontrodo la hija de la luna (KRK, 2004) La diosa contra Roma (Roca, 2008) y Operación Drácula (KRK, 2010), Sánchez Vicente aborda ahora un periodo histórico reciente y convulso, sobre el que ha posado su mirada con rigor y sensibilidad tras un largo proceso de documentación y escritura. Aprovechando su reciente presentación en la Semana Negra de Xixón, charlamos con ella sobre esta narración, partiendo de una reseña que nos contextualiza: “A punto de subir al barco que la evacuará de Asturias, la pequeña Adriana se derrumba: atrás quedan la familia y una infancia feliz. Jacinto, fugado y perseguido, está dispuesto a resistir en el monte hasta que vuelva la República. Las vidas de los dos hermanos, trágicamente separados a consecuencia de la Guerra Civil, estarán marcadas por una lucha permanente: ella contra el desarraigo, él por la supervivencia”.

Pilar, hablamos de la trágica historia de una familia; fundamentalmente dos hermanos, Jacinto y Adriana, que ven cómo su vida queda partida por la Guerra Civil. Preséntanos a estos dos personajes y el arranque de la trama.

Para conocer el arranque de la trama lo mejor es visionar el bibliotrailer que se encuentra en la página web de la novela (www.luciernagasenlamemoria.es) desde donde también se puede adquirir en papel o ebook. El vídeo finaliza donde arranca el relato, en el puerto de El Musel, septiembre de 1937, cuando la pequeña Adriana es embarcada hacia Francia huyendo de los horrores de la Guerra Civil. Y esto, exactamente, lo que la novela quiere mostrar: los estragos que la guerra causó en una familia normal, compuesta por padre, madre y dos hijos, en un pueblo cualquiera –Biedes, en este caso-. El padre, Arsenio, dueño de un negocio familiar en la villa de Infiesto y elegido diputado por el Frente Popular, será fusilado. La madre, Matilde, maestra formada en la Institución Libre de Enseñanza, desaparecerá. De los dos hermanos, la niña partirá hacía el exilio, como ya comentamos, y su hermano mayor, Jacinto, tras luchar en El Mazucu formando parte del Batallón Piloña, resistirá en el monte esperando el final de la contienda. Y todo cuando se las prometían más felices…

¿Por qué escogiste Biedes, en Piloña, para ubicar su historia?

Un factor determinante fue la colaboración de la familia Lavandera, de Biedes, concretamente de Ramón, que me cedió material inédito de sus archivos, historias locales, fotografías, correspondencia, etc. Por ejemplo, el texto de las cartas que se encuentran en la novela está entresacado de cartas reales enviadas desde la prisión de El Coto, lo que les otorga mayor realismo e intensidad. Otra razón de peso es que disponía del diario original de un guerrillero gallego pero quería trasladar la acción a Asturias. Necesitaba, pues, un emplazamiento verosímil en nuestro territorio. Cuando me enteré, además, que Belarmino Tomás llamaba a Biedes “la pequeña Rusia”, sentí que todas las piezas encajaban…

Querías, a través de este drama familiar, reflejar todo el espectro de casuísticas posibles. Y, de hecho, es una novela de novelas en el sentido de que no te quedaste con la ya difícil tarea de recrear ciertos episodios de la Guerra Civil, sino que seguiste el periplo vital de una exiliada en un país donde de nuevo vivirá una dictadura, hasta devolverla a Asturias a mediados de los años 80. ¿En el germen de esta obra ya planteabas esa compleja trama o se fue complicando y creciendo a medida que te ibas documentando y trabajando sobre ella?

En realidad, fui siguiendo los pasos de un drama colectivo a través de personajes reales cuyo devenir marcó el curso de la ficción. Es comprensible, por la violenta y prolongada represión, el silencio que nuestros mayores mantuvieron sobre los sucesos acaecidos. Estuve con personas que hablaban sobre ellos por primera vez, que aún sentían pánico ante las posibles represalias, tenían el terror inoculado y sus muertos en las cunetas y me daban las gracias porque sus hijos y nietos pudieran conocer la verdad a través de estas páginas. Historias fascinantes y reales que me iban regalando “pa la saca” y, como bien dices, fueron complicando y creciendo la trama pues me sentía incapaz de no incorporarlas. ¡Y eso que cada una de ellas hubiera constituido por sí misma una novela!

Un mismo drama, una misma lucha por la libertad y dos difíciles emociones a describir: el instinto de supervivencia por parte de Jacinto en el monte y también el de ella al otro lado del Atlántico, sumado al sentimiento de desarraigo. Para recrear el testimonio del hermano, recogido en la obra en forma de cuadernos, te inspiraste en las memorias del guerrillero Manuel Coto Chan. ¿Cómo tuviste acceso a él y qué partes te interesaron para tu obra?

El diario me lo proporcionó un amigo, José Manuel Pena, que ya había colaborado en la fase de documentación de Gontrodo, la hija de la luna y La diosa contra Roma. Son unos cuantos folios transcritos y de él me interesó, sobre todo, las vívidas descripciones que realiza de sus meses de soledad en el monte, hasta que ya se encuadra en una guerrilla organizada. Te pone los pelos de punta: hambre, frío, humedad, nieve, garrapatas, lobos… esa decisión de sobrevivir, de luchar, de resistir, que consigue superar el miedo, la incomunicación, la amenaza de ese día a día en el monte, sin comida ni cobijo, con la única compañía de un arma oxidada. Y el convencimiento, primero, de que el golpe de estado no va a triunfar y, ya al final, de que si las democracias ganan la Segunda Guerra Mundial echarán al dictador fascista del Gobierno de España y restaurarán la República. Es impresionante contemplarlo desde lejos, conocer el final que tuvieron y ser consciente de que permanecerán más de diez años en esas condiciones para no conseguir nada. No hubieran sobrevivido tanto tiempo, de todas formas, sin los “puntos de apoyo” en el llano, de esto también deja constancia Coto Chan y esto es una realidad: no hay más que ver la política de “tierra quemada”, el terror y la persecución que Franco impone en los pueblos y a las personas sospechosas de colaborar con los fugaos.

El desarraigo de un expatriado como lo es Adriana tiene que ser igual de difícil de reproducir. ¿Tuviste también alguna referencia concreta para poder ponerte en esa piel?

Tengo referencias cercanas, sí, pero también es algo que vemos todos los días a nuestro alredor si no estamos ciegos, el drama de la emigración, la lucha por la integración en el país de acogida. Unas amigas de mi madre “niñas de la guerra” en la URSS, contaban que, pese al buen trato recibido allí, nunca llegaron a sentirse soviéticas: extrañaban a su familia, el idioma, el clima, la comida… y sin embargo, cuando regresaron, era aquí donde se sentían extrañas. Es esa búsqueda de la identidad, de las raíces, de la “patria interior” la que quise reflejar en el personaje.

Adriana es una mujer luchadora y fuerte. Y en ella también están las huellas de una madre que fue maestra, había cursado estudios en la Institución Libre de Enseñanza  y estaba impregnada por las corrientes laicistas y libertarias. ¿Querías una protagonista que representase los valores heredados de aquella II República?

El papel de las maestras de la República nunca será suficiente reconocido ni laureado, aunque últimamente, a partir del documental del mismo nombre –que recomiendo encarecidamente ver-, se está revisando. Yo tenía claro desde el principio que la madre iba a ser la maestra de Biedes, pues deseaba incluir aspectos de la renovación pedagógica propiciada por la República, como así se muestran. El proyecto de la ILE aboga por una coeducación abierta, rica en conocimientos, pródiga en experiencias, participativa, alejada de cualquier dogma religioso o político, que pretendía modernizar la sociedad española poniendo remedio al analfabetismo y la incultura. Hay una frase que decía la madre, Matilde, y que los hijos repiten como un eco: “La cultura es el faro del pueblo”. Es la luz que guía, pero sin educación no hay cultura y eso fue lo que perdimos, nos la robaron durante el franquismo. Un pueblo inculto es un pueblo fácilmente manejable, esto interesaba tanto al régimen como a la Iglesia. A finales de los años setenta casi un 85% de las mujeres españolas eran analfabetas. Si las maestras y maestros hubieran continuado la labor emprendida durante la República, sin haber sido mayoritariamente represaliados, ejecutados o exiliados, tendríamos otro país muy diferente.

sin educación no hay cultura y eso fue lo que perdimos, nos la robaron durante el franquismo

Hablábamos antes de documentación y es que tras esta obra hay una labor ingente de investigación: te informaste, recopilaste material oral e incluso visitaste los lugares donde ubicaste la narración. ¿Consideras que una ficción de carácter histórico ha de estar perfectamente parapetada por el rigor de la veracidad?

Depende mucho del proceso creativo de cada persona. Yo tengo formación de historiadora y esto a veces se convierte incluso en un obstáculo. Lo normal es que al terminar una novela, tenga que dedicar un tiempo a eliminar fechas, datos…Así todo, no puedo evitar dejar “puertas a la Wikipedia”, guiños históricos fácilmente comprobables y que, si se constatan, aumentan la veracidad de la narración y la cultura de quien lee, que adquiere además nuevos temas de conversación “pal chigre”. ¡O eso me gusta pensar!

Siempre mencionas la colaboración recibida por parte de la familia Lavandera y de Walter, desgraciadamente desaparecido y enlace con la guerrilla de Onofre, cuando hablas de este trabajo. ¿Cómo fue ese exhaustivo proceso previo a la escritura?

Continuando con lo anterior, hay autores que no necesitan viajar a Japón para escribir una novela ambientada en el mundo nipón, yo sí iría. ¡Qué mejor disculpa para viajar! (risas) En los montes de Piloña estuvieron instaladas varias guerrillas, eso me permitía incorporar una más sin problemas. Con la ayuda de Walter (q.e.p.d.) un enlace de la  histórica guerrilla de Onofre, recorrí los montes localizando “los exteriores” y concretando exactamente donde estaría asentada la guerrilla de Seisdedos, de la cual formará parte Jacinto. Me gusta conocer para recrear, impregnarme para transmitir. En el proceso previo a la escritura, pienso, sueño, mastico los personajes, les dejo que cobren fuerza interior y para eso necesito meterme en su piel.  Esa parte de “trabajo de campo” –nunca mejor dicho-, realizada de la mano de Walter y los Lavandera me sirvió para recrear la atmósfera del lugar, conocer el espacio en que se movían los guerrilleros e imbuirme de las condiciones de vida de “los del monte”. De aquella ya había leído el diario de Chan y era como ponerle música e imagen a la letra.

A ratos me quedaba sola, agazapada entre la maleza, con los mosquitos zumbando alrededor, el trino de los pájaros y el sonido de un cencerro lejano como únicas señales de vida. ¡Hasta me perdí, un día! Un momento de tensión que no hizo si no identificarme más con Jacinto…

Permíteme seguir preguntándote por las entrañas de esta novela o, más bien, por cómo la fuiste desentrañando. ¿Cuánto duró el tiempo de documentación, reescritura y, sobre todo, hilado de un periodo histórico tan convulso y largo, con el fin de que tuviese verosimilitud? Porque, al leerla, se intuye que tuvo que ser mucho…

En realidad tardo más o menos lo mismo en todas las novelas, tres años. Un año para recoger la documentación y armar el esqueleto de la narración, otro para escribir y el tercero para corregir y pulir. Decía Edison que “la genialidad tiene una 10% de inspiración y un 90% de transpiración” y  es cierto. Para materializar una idea genial tienes que “sudar” mucho.

Continuar la peripecia vital de Adriana nos lleva hasta Tucumán, Argentina. ¿Por qué escogiste este lugar que describes y reproduces con igual concreción que la parte de la historia que sucede en Asturias?

Elegí Tucumán puesto que ese había sido el destino de un capitán de la República, Juanón, originario de Biedes, que había logrado escapar al final de la guerra disfrazado de cura Sus hijas estuvieron en la presentación de Oviedo.

Una vez allí, descubrí la Asturias de la emigración y el exilio y Manuel García, de Los Pachorros de Luarca, me ofreció generosamente su historia familiar, vinculada al cultivo de la caña de azúcar –introducido por el obispo Colombres en esa provincia en el siglo XIX-. Por cierto, el ingenio Bella Vista que aparece en la novela, fue declarado patrimonio histórico estos días…

En el imaginario popular, además, los obreros de la zafra tucumanos y los mineros asturianos son igual de peleones y revolucionarios y, para colmo de casualidades, a dos mil metros de altura, en el altiplano andino un grupo de asturianos levantaron una capilla dedicada a la Virgen de Covadonga… Y os preguntaréis…¿Cómo? ¿Por qué?¡Pues a leer la novela, que tiene miga el asunto y casi milagro! (más risas)

Cuentas que allí tuviste acceso a mucha e importante documentación. ¿Cómo es hoy la huella de los asturianos que emigraron a esta región?

La huella permanece, pero no con la misma intensidad. Los asturianos estaban muy vinculados a los ingenios azucareros y a partir del Proceso de Reorganización Nacional (¿Qué eufemismo, verdad?) estas fábricas fueron expropiadas por los militares, que se apropiaron de los bienes y la producción. El Centro Asturiano de Tucumán mantiene la llama y en el parque Nueve de Julio tienes una estatua del obispo Colombres, por ejemplo, pero no son tan numerosos, activos ni jóvenes como a mediados del siglo pasado. La dictadura, el corralito… devolvieron a muchos a España, aún así sigue siendo una tierra con tirón para los emprendedores y un segundo hogar para los asturianos.

“Los dictadorzuelos se confunden entre sí”. Tomando esta cita de la novela, podríamos hablar de dos dictaduras, de dos guerrillas y de dos colectivos luchadores: los mineros asturianos y los obreros de la Zafra en Tucumán. Escribió Ángel González: “Nada es lo mismo, nada / permanece. / Menos la Historia y la morcilla de mi tierra: / se hacen las dos con sangre, se repiten”. Como escritora y como historiadora, ¿te interesaba indagar precisamente en esos paralelismos?

Creemos que lo inventamos todo cada día, pero la historia de la Humanidad está plagada de repeticiones. Pocas cosas pueden diferenciar a dos dictaduras, da igual cual mires encontrarás lo mismo. Violación de derechos humanos, terrorismo de estado, secuestro de las libertades… En este caso, en las dos detentan el poder siniestros militares aliados con la Iglesia y esa alianza, en los dos casos, tiene una repercusión nefasta sobre la población en cuanto a control de la vida pública e intromisión en la vida privada de las personas. Por no hablar de muertos, torturados, desaparecidos… las similitudes, cuando profundizas, te estremecen. Sobre todo porque no hemos aprendido nada, cada generación piensa que la rueda es una invención reciente, propia.

no hemos aprendido nada, cada generación piensa que la rueda es una invención reciente, propia

Has comentado que “este es un homenaje a todas las personas que lucharon por la utopía de un mundo más justo y vieron sus vidas segadas por la represión o la guerra”. ¿Sentías cierta deuda con este momento histórico tras recrear otras épocas en tus anteriores novelas?

Aunque en realidad ese lema podría acompañar todas mis novelas, sí sentía una deuda con la Guerra Civil y más en este momento de retroceso y marcha atrás en todos los sentidos. No es justo que unos tengan a sus muertos en los altares y otros en las cunetas, no hay Derecho que asista a las víctimas del franquismo, la Justicia salvo casos contados se lava las manos. Es penoso que esos crímenes tengan que juzgarse en Argentina, mientras que aquí nos cargamos a los jueces que lo intentan.

Y, pese a todo lo que se diga, en comparación con otros países, en  España no hemos agotado el filón de la Guerra Civil, antes bien, nos empeñamos en esconderlo debajo de la alfombra. La mayor parte de la gente que rechaza frontalmente esta temática lo hace por motivos ideológicos, seguro que ha visto y leído mucho menos sobre ella que sobre la Guerra de Secesión o la de Vietnam, que no son suyas ni implicaron a sus padres y abuelos ¡y esas no le hartan! Curioso, ¿verdad?  El trauma colectivo es más hondo de lo que parece…

Trabajar con el testimonio de personas que vivieron dramas similares al que cuentas tuvo que ser especialmente difícil. Emotivo, sin duda, y toda una responsabilidad. ¿Cómo viviste en lo personal esa experiencia?

Fue y es emotivo. ¡Todo el mundo tenía tanto que contar! ¡Y a veces era tan duro! Daba igual donde estuviera o con quién. Abrías la espita y empezaban a fluir… Escuché y recogí historias increíbles, dolorosas, verdaderas tragedias. Pero también las hubo de solidaridad, de heroísmo anónimo, de apoyo mutuo entre personas de ambos bandos. Unas están recogidas de forma anónima, otras con nombres y apellidos, siempre preguntaba cómo querían que aparecieran.  En ocasiones las propias presentaciones se convierten en terapias de grupo, catarsis colectivas, sobre todo en clubs de lectura donde las personas ya han leído la novela. La mayoría de las personas implicadas han muerto, pero su memoria permanece en los vivos. Sin embargo, lo que más duele a éstos, es el silencio, la ocultación, el desconocimiento de quiénes fueron en realidad sus abuelos, sus tíos, sus padres. El miedo y la prudencia pueden ser interpretados como desconfianza. Y hablar sobre ello resulta liberador.

¿El hecho de que ambas heridas continúen abiertas porque sus protagonistas aún están vivos, especialmente las víctimas de la dictadura Argentina, hizo más difícil la escritura, o, al menos, más delicada?

Cuando tocas temas sobre los que todo el mundo tiene opinión, muchas veces encontrada, y que han dejado tantas heridas abiertas, como bien dices, siempre tienes miedo de pasarte o quedarte corta, pero estoy satisfecha con el resultado, creo que la sensibilidad me ha permitido afrontar con delicadeza las escenas más problemáticas. He conocido incluso a parientes de personajes reales que no salen muy bien parados y nadie me guarda animadversión, así que prueba superada!!

Tampoco renunciaste a introducir a personajes de la talla de Atahualpa Yupanqui o Ernesto “Che” Guevara. Y su introducción, lejos de  restar un ápice de credibilidad al relato, junto con la exactitud del contexto en que sitúas la narración en Argentina, han hecho que allí incluso consideren la novela como más suya que nuestra. Tras toda la labor que acometiste, supongo que es el mejor reconocimiento que podían hacerte, ¿no?

(Risas) Los argentinos la definen como “atrapante”, es cierto que la acogida allí ha sido excepcional. Sin embargo, para algunos argentinos, Atahualpa no fue un cantor del pueblo, si no un ladrón de canciones que se apropió de las tonadas populares y las hizo suyas cobrando derechos de autor por ellas. Y para otros el Che no deja de ser un personaje, cuanto menos, controvertido. Sin embargo, la visión que yo transmito de ellos es la que tiene Adriana en ese momento, influida claro está por sus propias convicciones ideológicas. No hubiera sido coherente el personaje de otra forma.

Las etiquetas suelen ser lo de menos pero también parecen inevitables. Teniendo en cuenta lo reciente de los acontecimientos que evocas, ¿se podría hablar de una novela histórica? ¿Tú cómo la presentarías?

Este es el eterno debate literario. ¿Se considera histórica si los personajes están todavía vivos? ¿Dónde trazamos la raya? ¿Cincuenta, cien años atrás? A mí juicio es una novela de ficción histórica. Sigue estando de actualidad porque no hemos cauterizado las heridas, pero ese es otro problema, similar al que sucederá cuando se escriba sobre la Transición. Desde los sucesivos gobiernos se nos han impuesto demasiados “temas tabú” que pretenden prolongar la tutela de la sociedad, como si los españoles fuéramos unos seres inmaduros, incapaces de opinar y decidir por nosotros mismos. Actúan como una prolongación del paternalismo dictatorial, todo para el pueblo pero sin el pueblo, a sus espaldas y con recochineo.

Quinta novela y, como venimos comentado, tremendamente compleja. ¿Dirías que es tu obra más ambiciosa? ¿Fue más o menos difícil que las anteriores?

Todas me resultaron complejas y difíciles por igual, pero quizá esta sea la más ambiciosa. Es una temática exigente, requiere un compromiso mayor. Al fin y al cabo, lo medieval y lo romano quedan más lejos, pero sobre esta época tan reciente y con tantas implicaciones cercanas, los lectores toman postura a favor o en contra antes de abrir la primera página. Consciente de ello desde los inicios, el reto era enorme. ¡Pero creo que lo he conseguido!

Para su edición, has optado tanto por el formato electrónico como por el papel, ambos en precios muy asequibles. Y su recepción no pudo ser mejor en ventas: en muy poco tiempo ocupaba el puesto nº1 de los más vendidos de Amazon dentro del apartado ficción histórica. ¿Te esperabas esta gran acogida?

La acogida fue excepcional, pero lo importante es mantenerse y creo que lo estoy consiguiendo. Es mi quinta novela, mi séptimo libro –los otros dos son ensayos sobre la Historia de Asturias-, eso también te influye, la gente te conoce, leyó alguno anterior, le suenas… Hay que darse cuenta de que no tengo padrinos ni cuento con un grupo mediático detrás, ni invierto dinero en publicidad, ni formo parte de esos “corrillos de autores” que viven de promocionarse unos a otros. El “boca en boca” es mi única estrategia, esa y “los bolos”, esto es, presentaciones en vivo y directo por villas, pueblos, en bibliotecas asociado a los clubes de lectura, tertulias… Llevo vendidos más de 3.000 libros. ¡Para ser una autora de provincias no me puedo quejar! Y más teniendo en cuenta las últimas cifras, que revelan una caída permanente de la venta de libros, tanto en soporte papel como digital.

Como autora, y tras esta experiencia, ¿cómo valoras las posibilidades que ofrece internet?

Tenía muchas ganas de experimentar, ¡al fin y al cabo soy profesional de la información! Internet, pese a sus detractores, tiene infinitas posibilidades. De hecho y a partir de la experiencia, tengo previsto sacar mi siguiente novela también en Amazon. Te permite llevar el control de las regalías y de la edición y te pone la novela en cualquier parte del mundo. Se suprime la distribución y las librerías, superadas las reticencias iniciales, también obtienen su beneficio si quieren tenerla en sus estantes.

 ¡al fin y al cabo soy profesional de la información! Internet, pese a sus detractores, tiene infinitas posibilidades

En los últimos meses has hecho numerosas presentaciones de esta obra y has participado en múltiples encuentros con lectores. ¿Con qué te quedas de estas experiencias que permiten el diálogo directo entre autor y público?

Desde que la novela salió a la luz el 23 de octubre –no se me olvida porque ese día murió mi madre-, no paré. Voy donde me invitan, con mi maletina llena de libros a conocer mundo. Estuve en Gijón, Oviedo, Madrid, Luarca, Infiesto, Cangas del Narcea, Cangas de Onís, Colunga, Colombres, Pola de Siero, Noreña, en la Semana Negra, en el Día del Libro con Anabel Santiago cantando tangos…Y en todos los actos hubo gente, ventas, dedicatorias, fotos, risas, abrazos, los coloquios fueron participativos y emocionantes, escuché historias irrepetibles… Mucho calor humano, cariño, muy buenas críticas. Estoy muy contenta, encantada, me lo pasé genial ¡Y ya tengo eventos concertados para el tercer trimestre! Incluso una oferta para irme a Tucumán…

Hace unos días, en la presentación en la Semana Negra, estuviste acompañada por Ernesto Mallo. ¿Qué ha supuesto para ti ser presentada nada menos que por el autor de obras como La aguja en el pajar, El relicario o El policía descalzo de la Plaza San Martín, además de fundador del Festival BAN (Buenos Aires Negra)?

Un espaldarazo, desde luego. Es una persona con una trayectoria personal fascinante y también un autor consagrado. El personaje que más le gustó fue el de Adriana, me dijo que expresaba perfectamente la evolución de la mujer durante el siglo XX sin caer en tópicos, que era un personaje complejo y rico en matices, sensible al paso del tiempo, al cambio social. Yo había querido que así fuera, pero nunca estás segura del todo de lograrlo…También me dio consejos de amigo para futuras novelas, le estoy muy agradecida. ¡A él y a todo el equipo de la Semana Negra!

En dicho acto, entre los numerosos asistentes, una mujer que, como la que aparece en tu novela, es historia viva: Maricuela. ¿Hay mejor reconocimiento para esta obra que la buena acogida y la identificación por parte de hombres y mujeres que vivieron los mismos episodios que tú narras?

La vida de Maricuela es una novela, como bien dices es “historia viva”. Sufrió la represión, la cárcel, la tortura, el exilio, la pérdida de los seres más queridos. Para mí es un orgullo que personas como ella te lean, les guste lo que cuentas y como lo cuentas, se sientan identificadas con los personajes y la narración. Piensas, “pues no lo habré hecho tan mal”. Y eso siempre te tranquiliza, enorgullece y anima a seguir escribiendo.

Defendiste y explicaste ante los alumnos del IES Carmen y Severo Ochoa de Luarca que “hacer novela histórica es una forma de defender nuestro pasado”. ¿Es también una manera de darlo a conocer y de dignificar a quienes fueron víctimas y, además, víctimas silenciadas?

Apuntaba Semprún que la gente aprende Historia a través de las novelas, no por los libros de texto o los ensayos. En ese sentido lo decía.  Y hay un proverbio africano que dice que “si los leones tuvieran cronistas, la historia de las cacerías no glorificaría exclusivamente a los cazadores”. En esta historia pretendo dignificar a los leones, a las víctimas silenciadas. Pero también soy literata y reivindico nuestra imaginación frente al constructo histórico heredado. Desmontemos tópicos, construyamos nuestros propios mitos, contemos las historias de los seres anónimos, de los perdedores, hagamos justicia y devolvamos la voz a quienes fueron silenciados.

Para terminar y sin destripar con ello el final de esta recomendable historia: Alfonso Mateo-Sagasta, al presentar esta novela en Madrid, la definió  como “una preciosa historia de amor” que contiene un toque de fábula. ¿Consideras que toda historia -o al menos la Historia, en mayúscula- ha de dejar un epílogo esperanzador para no perder la fe en el ser humano?

Son formas de ser, tan distintas como las de escribir. Ernesto Mallo y él coincidían en que ellos hubieran tratado los hechos descritos con más dureza, quizá le hubieran dado un final más trágico. Sin embargo, ese no es mi estilo, mis miles de lectores y las personas que me conocen lo saben bien. La novela es dura, no conozco a nadie que no haya vertido su lagrimina, pero también es cierto que rezuma esperanza. Aunque yo diría más bien “resiliencia”: la resistencia ante la adversidad es lo que define al ser humano, su capacidad para sobrevivir en las peores circunstancias, adaptarse a las peores condiciones, superar los peores tormentos. Si no, no estaríamos hoy aquí.

Fotografía 1: EMvisual

Fotografía 3 y 4: Morilla

(22 de julio 2014)

Otros artículos en esta sección...

Compartir

Sobre el autor

Red de Bibliotecas Públicas del Pdo. de Asturias