Los oficios del libro. Artesanía y creación.
Fernando Menéndez (Mieres, 1953) es poeta, grafista, profesor de filosofía y, sobre todo, constructor de libros, un artesano de los que ya no quedan, que disfruta creando cada uno de los ejemplares que convierte en un manuscrito irrepetible como si se tratara de una delicada pieza de orfebrería.
“Todo libro es un sueño contra el olvido”, reza uno de los aforismos incluido en Tira líneas, su última obra editada por Difácil, con portada del pintor asturiano Kiker y presentada hace pocas semanas en Valladolid. Otro recomienda la “Biblioterapia para el egocentrismo” y uno más apunta que hay “Demasiadas bibliotecas y ninguna estupidoteca”. Fernando Menéndez navega de los aforismos a los haikus en versos breves y apretados con los que ha compuesto una extensa obra que incluye, entre otros, los libros de poemas Sinfonía interior, Azul marino, Gotas de Silencio, Aguatinta y En la oquedad de tu nombre.
Pero si su fondo filósofo se destila en palabras, su pulsión estética no se conforma con menos que diseñar, componer, ilustrar y encuadernar cada uno de los libros que salen de sus manos, desde el papel, siempre diferente, a los colores que han de iluminarlo y el tipo de caligrafía que lo recorrerá. El resultado es una mixtura que tanto se puede leer como un libro que observar como un cuadro. Quizás por eso sus trabajos han sido expuestos ya en numerosas ocasiones y descritos como “un juego de materias, texturas y colores que interpelan al lector desde un lugar nuevo y poco transitado”, como señalaba José Ramón González en el programa de su exposición Luz de límites.
“Empieza como un hobby y termina como un vicio”. Así describe el propio Fernando Menéndez esa búsqueda de nuevas vías de expresión artística que lo han convertido en un experto, por ejemplo, en todo tipo de papel, que colecciona y rastrea por el mundo para buscar luego el texto que mejor lo acompañe. En sus páginas se pueden encontrar materiales como la tarlatana, el cemento, el cuero, la lija, el bambú, el corcho… Y en sus armarios, allí donde otros almacenan vajillas y manteles, él guarda papel de arroz vietnamita y de cactus y palmera esperando a formar parte del siguiente trabajo.
Los presentes de sus amigos, que ya saben de la pasión que lo mueve, nunca son recuerdos de algún viaje, sino papeles insólitos, algunos casi imposibles por su fragilidad y delicadeza. “Los manuscritos se convirtieron no sólo en un vicio, sino también en una forma de ser”, explica. Un carácter que, demasiadas veces, deriva en una inversión a fondo perdido que nunca se recupera. Casi nunca vende los libros que crea con pulcritud de amanuense; las exposiciones en que se exhiben no le aportan ninguna ganancia y tampoco acepta elaborar libros por encargos. “Trabajo con total libertad, no dependo de nadie, si acaso, pienso en el lector, pero nunca me dejo condicionar”.
Quizás por eso sólo compone sus libros “con mi propia producción literaria o con la de otros, cuando así lo deseo”. En esos casos, Fernández realiza un ejemplar para cada uno de los autores cuyos textos se incluyen el libro. Todos a mano. Todos con su proceso completo de preparación del papel, su iluminado, caligrafía e ilustración. Todos iguales pero ni uno sólo repetido.“Gasto más de lo que gano pues aunque en alguna ocasión venda a coleccionistas, todo lo reinvierto en materiales, papeles, tintas…”.
Nombres como los de Luis Alberto de Cuenca, Sofía Castañón, Víctor Botas, Xuan Bello, Aurelio González Ovies, Jordi Doce o Xosé Bolado han aparecido en algunas de sus obras colectivas, lo que los convierte en afortunados poseedores de alguno de los ejemplares creados por Fernando Menéndez.
Pese a todo, no ha renunciado a los sistemas de impresión más modernos, como lo demuestra su última recopilación de aforismos, Tira líneas, la cuarta tras Biblioteca interior, Duna e Hilos sueltos. En esos casos, a pesar de salir de una imprenta, sus libros mantienen su espíritu artesanal, con tiradas reducidas, y son manuscritos e ilustrados por el autor, e incluso numerados y firmados cada uno por el propio Menéndez, como es el caso de Huellas de lo escrito, editado por la Fundación Municipal de Cultura de Gijón.
Lector empedernido, su pasión por materiales y técnicas propios de épocas antiguas no le impide disfrutar de las nuevas tecnologías y disponer ya de un e-book, del que asegura disfrutar “porque me gusta mucho. Me parece un invento estupendo”. Usuario habitual de bibliotecas, destaca el excelente funcionamiento de la Biblioteca Pública de Gijón Jovellanos, la que considera su “segunda casa”, y elogia la labor que realizan los bibliotecarios en el fomento de la cultura.
De su padre, gran lector, heredó su pasión por los libros en todas sus formas, de la que disfruta con placer hedonista porque, como confiesa, “mi vida es eso: leer, escribir y hacer libros”. Y regalar versos: “En el umbral / del sueño / vive la muerte / y está el silencio contigo”.
(Publicado en Biblioasturias19)