Xuan Bello (Tineo, 1965) es, para muchos, el escritor más sólido y destacado de la literatura en asturiano y el que mayor reconocimiento ha logrado más allá de las fronteras del Principado. En su ya extensa bibliografía destacan éxitos como Historia universal de Paniceiros, Los cuarteles de la memoria o La historia tapecida, a punto de ver la luz traducida al castellano. Poeta antes que narrador, su poesía siempre está presente en todo lo que escribe; en su última obra, Ambos mundos (Ámbitu 2010), la ha reunido a modo de antología bilingüe.
En su último libro, Ambos mundos, nos ofrece una antología de su obra poética en edición bilingüe, junto con varios poemas nuevos… ¿cómo ha sido ese reencuentro con poemas creados hace ya casi veinte años?
Ese reencuentro siempre es traumático. Se trata de una crisis inversa. En la vida, siempre damos hacia el futuro pasos que nos llevan hacia la muerte, que es el mayor enigma que la vida propone. Eso es una crisis –cuya etimología está en la base de palabras como cribar, criterio, discriminar, recriminar o acribillar–; cuando en vez de hacia el futuro nuestros pasos van hacia el pasado, y en eso consiste la revisión de mis poemas, escritos como recuerdas, hace veinte años, uno tiene la vana esperanza de ir hacia el origen, hacia la vida. Y no hay tal. Uno recuerda de repente que su vida es un infinito entre dos horas –cito una canción de Franco Battiato, pero al revés– y se da cuenta de que, felizmente, las palabras que ha escrito no le pertenecen del todo, que ya son del tiempo. Ese desasosiego, donde es posible la duración, es el territorio de la poesía.
Habitualmente traduce usted mismo su obra al castellano cuando así se le requiere. En el caso de los poemas la dificultad ha de ser aun mayor…
Puede ser, aunque no soy consciente de esa dificultad. Siempre me he movido entre dos mundos: entre el ayer y el mañana, entre la lengua asturiana y la castellana, entre una patria que no servía de mucho y otra que era una estafa. Este esquema simple también se puede aplicar a mi vida cotidiana, aunque ahí, afortunadamente, he tenido mejor suerte: me ha sido dado el amor y el exilio interior. Cuando en Cataluña me preguntaron en qué lengua escribía yo respondí que en ninguna, que escribía entre paréntesis de sentido. Mi forma de trabajar es esta: escribo en asturiano, me traduzco al castellano, vuelvo a traducirme al asturiano, me veo impelido a ponerme otra vez en castellano. La rosa no es rosa por ser rosa apenas: lo es porque florece cada oportunidad que tiene de florecer.
Recientemente han aparecido varios poemarios asturianos traducidos al castellano, ¿es una necesidad para el poeta? ¿para el lector? ¿un reflejo de la calidad de la poesía en asturiano?
Es un reflejo de todo. Ver la poesía de Lourdes Álvarez, Berta Piñán, Antón García o Xandru Fernández en ediciones dignas y difundidas es un motivo de celebración. Nos llevemos como nos llevemos son mis “compis” de generación, con los que he compartido, quizás, demasiadas cosas, ¿Recuerda usted aquella película, Quadrophenia, donde The Who canaba My Generation? Nunca me verá usted decir una palabra mala de ellos, nunca, por muy críticas –otra vez estamos en ambos mundos– que puedan ser mis palabras. Son parte de mi vida, pero también de la Hispanidad. Algún día habrá catedráticos en Lima, en Buenos Aires o en Nueva York intentando explicarse el milagro de lo que sucedió aquí mientras nadie se enteraba.
En esta vertiginosa sociedad on-line, ¿cobra más sentido la utilidad de la poesía?
La poesía o es útil o no es nada. A un olmo seco de Antonio Machado es útil: nadie es el mismo después de leerlo y entenderlo; lo mismo le puedo decir de La fuga de la muerte de Paul Celan o cualquiera de los poemas de Adulto Extranjero de Martín López-Vega, a quien usted, si me permite la reconvención, debería estar entrevistando.
“Algún día habrá catedráticos en Lima, en Buenos Aires o en Nueva York intentando explicarse el milagro de lo que sucedió aquí mientras nadie se enteraba”
En homenaje a este género, en Colección d’identidaes nos ofrecía una sentimental selección de sus poetas de cabecera, traducidos al asturiano. ¿Traducir es una forma de re-crear?
No, no eran mis poetas de cabecera. Eran los poetas que leí en un periodo determinado. Se trata éste de un libro de transición. Un poeta, un escritor, es una persona que juega a las cartas y, como todos los jugadores, es un tahúr aunque no ejerza civilmente de tal. Muestra sus triunfos cuando le conviene y las cartas bajas cuando lo precisa. Yo tenía una melancolía tremenda de la poesía cuando escribí este libro: me tiré de cabeza a los libros que me llegaban día a día. Mis traducciones, todas ellas, no tienen nada que ver, salvo la casualidad que propone el sentido común, con la fidelidad filológica. A mí no me importa si Safo dice “arder” o “quemar” en su dialecto griego, aunque lo sepa, lo que me importa es que las palabras que yo entiendo incendien la emoción del lector a quien yo llego. Yo no he dicho nunca lo que otros han dicho seguramente mejor que yo: un poema que “traduzco” es simplemente una oportunidad de soñar y de decir de otra manera.
Por otra parte, ¿crear, recrear? ¿Advierte usted de verdad alguna diferencia?
Lo que más admiro es la posición del lector, una persona libre ante el espejo de su conciencia: si leo a Montaigne, y lo leo bien, yo soy Montaigne. ¿Quién ofrece más por los cuatro duros que cuesta un libro?
Con esta obra va más allá de lo literario y además de homenajear a la poesía, nos habla de la identidad propia como suma de muchas identidades…
Si algo he aprendido de la vida es que te encuentras con demasiada gente que lo único que sabe de la arítmetica sentimental, política y social es restar y dividir. Yo en esto me quedo en la EGB y cuento por los dedos: la suma final de un hombre, que ha asumido “x” identidades, es la identidad de ese hombre. Quiero decir: nadie nace con una identidad inmutable. Soy asturiano por parte de madre; leonés del Bierzo gallego hablante por parte de padre. Me he empeñado en ser asturiano, pero eso no invalida mi identidad hispánica, europea o latinoamericana (no sólo porque mi abuelo asturiano naciese en Buenos Aires y mi abuela asturiana en La Habana, sino porque a mí en Buenos Aires, La Habana o Nueva York, me reconocen como asturiano). Vivir es sumar: ya habrá tiempo, que llegará, para que nos resten o nos dividan.
Algo que dista mucho de los sentimientos nacionalistas…
Dice usted bien: sentimientos nacionalistas. El nacionalismo no es una ideología, sino un sentimiento (que puede ser puro o perverso o café con leche, depende del individuo que lo sienta); yo, por ejemplo, me vuelvo nacionalista en el momento que me encuentro con un nacionalista de signo contrario, alguien que me quiere encerrar en una identidad determinada catalogándome de amigo o de enemigo. Y en el momento en que me quieren encerrar (en la identidad española, en la identidad asturiana, en la generacional de los 80, en la que sea) yo le rezo a San Houdine: hasta ahora me he librado de ser uno sólo a costa de los muchos que soy (y puedo ser). Soy de Paniceiros (Tineo): soy del mundo (Galaxia Gutenberg).
La poesía siempre está presente en su obra literaria, ¿siente que continúa haciendo poesía cuando escribe prosa?
Quien ha reflexionado sobre la poesía, como yo lo he hecho largos años, sabe que hay una meta a la que no se puede llegar pero que merece la pena intentar hacerlo. Yo lo intento en cada palabra que escribo en prosa, en verso o en similar.
Hemos de referirnos a La Historia universal de Paniceiros, que además ha sido seleccionada por ellos como una de las mejores obras de la literatura asturiana…
La Historia universal de Paniceiros es una obra todavía en marcha. Cuando yo me muera, si no me olvidan los lectores, y se diese el acaso de publicar mi obra completa yo les pediría a los editores que lo llamasen con ese título. Vaya donde vaya, siempre tengo un pie en Paniceiros.
Ha sido una de las pocas obras literarias traducidas al castellano y sin duda la de mayor relevancia, ¿qué ha supuesto para su autor?, ¿qué cree el autor que ha supuesto para la literatura asturiana?
Para el autor algún dinero y esa cosa extraña y huidiza que se llama fama. Para la literatura asturiana, no tengo ni idea. Una vez me preguntaron más o menos lo mismo, pero sobre la sociedad asturiana. Y yo contesté que mi libro había valido para reconstruir un puente: el que levantaron en Caeras (Tineo); los vecinos me dijeron que estaban hartos de que llegasen lectores míos y que les dijesen que era una pena un puente caído así, en el olvido.
Su éxito continuó con Los cuarteles de la memoria, que curiosamente no ha sido publicada en asturiano…
No se publicó en asturiano porque la industria editorial asturiana es de tal precariedad (y mediocridad) que aún no se han enterado de que ha salido. El sello editorial que publicó la Hestoria Universal de Paniceiros tres o cuatro años después de que saliese en castellano lo hizo a regañadientes, por exigencia de algún librero, y ya avisándome que no iba a publicar Los cuarteles de la memoria; dicho esto, he de saludar y salvar de este juicio áspero a los únicos editores que conozco de verdad en Asturias: Juan Carlos Villaverde Amieva, Antón García y Álvaro Díaz Huici; está también la gente de Suburbia y VTP, con los que apenas he trabajado, y poco más.
Infancia en La historia universal…, juventud en Los cuarteles…, madurez en La historia tapecida, el ciclo parece cerrarse con esta obra, que ahora será editada en castellano por Mondadori…
¿Se ha dado cuenta? Un libro es un libro si en él hay una persona que envejece.
Acabamos de preguntar a nuestros lectores por sus obras preferidas de la literatura asturiana, si le preguntásemos a usted por esas tres o cinco obras imprescindibles… ¿cuáles destacaría?
Hasta nosotros, que somos una nación de pobres, tenemos un pasado demasiado extenso. ¿Obras imprescindibles desde el siglo XVI, que es cuando comienza ese proceso autónomo que le llama literatura asturiana? Los poemas de Antón de Marirreguera, el paso en que Jovellanos estuvo a punto de descubrir el Romanticismo, los poemas de Acebal, la obra (no antologada convenientemente) de Fernán Coronas y, por escoger una de sus muchas novelas, El ombligo del mundo, de Ramón Pérez de Ayala; yá sé que me dejo a Clarín, con La Regenta, en el tintero, pero el lector sabrá recordarlo por mí así como la Poética de Campoamor o los ensayos exactos de Fernando Vela.
Ahora bien, si usted piensa como la mayoría que Asturias nació con la muerte de Franco es otro espacio el que me acota. Yo le sugeriría la lectura de la poesía de José Luis García Martín y José Luis Piquero; la novela de Milio Rodríguez Cueto, Románticu, sigue siendo de lo mejor que se ha escrito en asturiano; Pablo Antón Marín Estrada merece un reconocimiento más hondo del que tiene; y, entre los más jóvenes, Vanessa Gutiérrez mantiene el testigo del rigor. Puedo seguir: pero el instinto del lector siempre acierta y de él me fío.
Caricatura: Pablo García
(Publicado en Biblioasturias19)