Han dicho de él que sus palabras son avispas, que su voz es la de quien ya conoce los secretos del oficio, que es un disidente del etiquetado figurativo. Miguel Floriano Traseira (Oviedo, 1992) es estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Oviedo. Ha publicado el volumen de relatos Cuentos para adornar los sueños ( Seleer, 2012), y los libros de poemas Diablos y virtudes (Seleer, 2013) y Tratado de identidad (Oblicuas, 2015). Varias de sus piezas han sido incluidas en la I Antología Internacional de Poesía Contemporánea, es colaborador en la revista literaria Anáfora, ejerce esporádicamente la crítica literaria para la revista VozEd y acaba de fundar El país de Ammyt, un proyecto de antología de poetas jóvenes nacidos entre 1985 y 1995. Y, por si todo esto fuera poco, milita en las filas del Patarrealismo Salvaje, una “secta oculta” fundada por varios poetas y narradores ovetenses en cuyo manifiesto puede leerse: “El mechero de los patarrealistas salvajes brilla más que ningún otro mechero, nuestros zapatos llevan el betún de los días, creemos en el horterismo guay y nos gustan las moscovitas. La estridencia, el desorden y la ranciolatría ideológica son nuestros mitos fundacionales“. Miguel Floriano es, en definitiva, uno de los responsables de que la nueva generación de poetas ovetenses viva y la ciudad arda. Como él mismo escribe: “Es la palabra lo que nos hace vivir/Lo demás solo nos mantiene entretenidos“.
¿Qué es el Patarrealismo Salvaje?
El Patarrealismo Salvaje es un movimiento estético –llámalo estético, llámalo decorativo– compuesto por algunos poetas y narradores ovetenses: Saúl Fernández, Xaime Martínez, Fernando Martínez Lavandera, Diego Álvarez Miguel y yo. Nuestro empeño primordial como hueste generacional, al margen del ejercicio literario, es tratar de devolverle el prestigio que merece al Hula Hoop y al gas butano.
Ya que los patarrealistas salvajes tienen potestad exclusiva para determinar qué es Patarrealismo Salvaje y qué no lo es, dígame algo que lo sea y algo que no lo sea.
¿Algo patarreal? Un supergrupo formado por Camilo José Cela y los miembros vivos de los Beatles, por ejemplo. ¿Algo que no sea patarreal? Ser abogado.
El pasado mes de abril, los patarrealistas recibieron un correo electrónico en el que le comunicaban que había ganado el premio de poesía joven “Martín García Ramos”por el libro Rinoceronte García desayuna solo en un Burguer King de Gran Vía una lluviosa mañana de diciembre. Sin embargo, tres días después este libro fue descalificado y se les retiró el premio. ¿Qué ocurrió?
Ocurrió que, al desvelarle al jurado la autoría múltiple de la obra, este decidió que no nos daría el premio y, para justificar tal dictamen, terminó recurriendo a la clásica interpretación falaz y turbulenta de las bases: el carácter inédito de algunos poemas se habría visto mermado por algunas publicaciones previas en la red social Facebook.
Usted nació en 1992, ha publicado el volumen de relatos Cuentos para adornar los sueños, el poemario Diablos y virtudes, y acaba de publicar Tratado de identidad. Y aún así, usted dice que empezó a escribir tarde…
Con comenzar a escribir tarde no quise referirme al punto exacto de partida, sino al buen trato con el lenguaje. Empecé tarde a leer a quien tenía que leer, y así empecé también -tarde-, por extraña lógica, a domeñar bien los rudimentitos. A descubrir por dónde tenía que proseguir singladura. Empecé, en suma, tarde a adquirir hábitos de escritura y lectura estables y personalizados.
Empecé, en suma, tarde a adquirir hábitos de escritura y lectura estables y personalizados
“Como todo buen iluso, yo también/me enamoré perdidamente del misterio” son los versos con los que abre Tratado de identidad. ¿Toda una declaración de intenciones?
En un poema nunca hay declaración de intenciones. Hay una propuesta semántica y una reunión de recursos que tratan de conducirla a buen término. Si lo que me pregunta es cuánta realidad esconde ese par de versos, le responderé que ninguna. Eso sí, en poesía, siempre optaré por la liviana sutileza de lo, digamos, orgánico, recóndito, que por la ordinariez de lo, digamos, diáfano, hialino.
Su poemario se divide en tres partes. ¿A qué obedece esta división?
Obedece a una veleidad mía. La nomenclatura que he empleado en esta ocasión (Libro primero, Libro segundo…) suele utilizarse mucho en la novela negra, género del cual soy asiduo desde hace bastantes años. Las tres partes tratan, además, de acoger tres compartimentos argumentales independientes.
“Cómo/ no voy a confesar que de tu asombro/ hacia las cosas más pequeñas, mas/ quizá insignificantes -un insecto,/ un gesto de tu padre, una región/ del aire, un lápiz, una nube- bebe/ esta pobre bendición que es la poesía”. ¿En estos versos de su poema Palabras para Inés está la definición de poesía de Miguel Floriano?
Pues no creo que en esos versos se reúnan todas las marcas de mi poética, ni mucho menos. Ese es un poema que escribí, recuerdo, durante una visita a mi abuela materna a su residencia. Cuando llegamos al jardín del edificio, vi a Inés, mi prima pequeña, correteando grácilmente con su madre, mi tía, por la zona y entonces se me ocurrió el primer verso. A partir de ese instante indecible, fui construyéndolo mentalmente mientras paseaba por los alrededores. Pero es un poema más; creo los hay bastante más representativos.
Conatos de rendición es un poema sobre un tema de Víctor Botas. ¿Es uno de sus poetas de cabecera?
Así es. A Víctor Botas lo descubrí gracias a Xaime, que ya lo leía de manera ferviente cuando nos conocimos en la facultad, allá por 2012. Recuerdo que yo le pedía que me hablase de él, de su vida, de sus costumbres. Después visité su obra y lo comprendí casi todo.
Y usted, como hace años Víctor Botas, también forma parte de la tertulia literaria de José Luis García Martín. ¿Qué cree que estos encuentros aportan a los creadores?
Aportan la oportunidad de un ambiente afín y cálido. De compartir y encender palabras y enriquecerse con el intercambio. Grandes poetas pasaron por Óliver desde que se fundara.
Hoy en día también existen otras formas de contacto, tanto con lectores como con otros autores, como son las redes sociales y los blogs. ¿Considera que las nuevas tecnologías están ayudando a difundir la poesía?
Son una herramienta útil y válida, sin duda. El problema es la mala conciencia autocrítica. El talento se propaga gracias a estas nuevas tecnologías, pero también la medianía literaria, y esa es una forma terrible de deteriorar la asimilación de la literatura. Es este un tema espinoso, ciertamente.
El talento se propaga gracias a estas nuevas tecnologías, pero también la medianía literaria
Según Antonio Machado, la poesía no había que corregirla (aunque, como luego se descubrió, el propio Machado corregía mucho). ¿Usted es más de corregir, de no corregir, de ocultar que corrige…?
Antonio Machado decía eso para vacilar. Él corregía a dolor. De hecho creo que se han encontrado poemas suyos manuscritos con correcciones, como bien apuntas. Respecto a mí, no tengo predilección alguna asentada. No me asusta corregir delante de mis lectores. Cuando añado o elimino algún silencio, cuando conmuto alguna cláusula, afino una metonimia, el poema normalmente yo ya lo he publicado en alguna plataforma. Considero que permitir al lector observar cómo el poema alcanza su versión definitiva es una buena forma de sugerir que, en poesía, quizá la verdad sea lo menos valioso.
No hay mayor inspiración que la obsesión. ¿Cuáles son las obsesiones de Miguel Floriano?
Lo cierto es que mis obsesiones no se encarnan en ninguna casuística temática, al estilo, por ejemplo, de Jorge Luis. Más bien me obsesiona el encontrar una inquietud poética nítida, una forma más o menos regular de entrarle al poema cuando este me lo demande. Quisiera que algún día mi pasión por la ambigüedad me ayudase a generar espacios poemáticos insobornables, autosuficientes hasta la perplejidad.
Dice usted que esta última generación de poetas asturianos se caracterizan por su desenfado, su afán por el progreso, su ambición.
Hay mucho talento emergente en Asturias. Verdadero caldo de cultivo. Además, el poeta del norte, ignoro el motivo, tiende a ser prolífico. Xaime y yo hemos publicado ya un par de libros de poemas, y Diego acaba de ganar el premio Hiperión con el tercero, Hidratante Olivia. Saúl Fernández mereció el premio de prosa de la Universidad con De portales y personas, un libro muy recomendable en el que el aparato narrativo no termina de ser lo que parece.
Hay mucho talento emergente en Asturias. Verdadero caldo de cultivo
¿Cómo ha sido su experiencia en el Festival internacional de Poesía de Granada?
Fantástica. Conocimos a mucha gente interesante, a grandes poetas, a editores… Acudimos a espectáculos maravillosos. El viaje sirvió para afianzar nuestra amistad de manera esencial.
Decía Gil de Biedma que la poesía es uno de los instrumentos más eficientes para abolir aduanas, para derruir lugares de observación y vigilancia, para derribar las costumbres y las modas y nos hace entrar en una verdadera comunión entre las palabras y los hechos, las palabras y lo que ellas nombran. ¿Está de acuerdo?
Totalmente de acuerdo. La palabra poética se genera a partir de una desautomatización del lenguaje ordinario, por lo que su ofrecimiento al público es un modo de proponer variaciones en nuestra aprehensión del mundo y sus vicisitudes, además de regalos para el oído, el entendimiento y el carácter. El lenguaje, y sobre todo la palabra poética, es lo diametralmente opuesto al miedo. Un poema generando realidad es lo diametralmente opuesto a la distancia.
Diga un verso, suyo o de otros, que ahora se le pase por la cabeza.
Nacimiento y fulgor, implacable juventud, / abrazo al corazón y brote puro / de lo esencial, así es la música, / nunca lo olvides, a la que te entregas / cuando ya te han vestido de vergüenza.
(19 de junio 2015)