Tras ganar su segundo Goya por El Método y cosechar importantes reconocimientos en su regreso a las tablas con La cena, acaba de estrenar su último film: La noche de los girasoles. Está inmerso en el rodaje de dos importantes películas, La carta esférica y Oviedo Express, –que le acercará a Asturias este próximo noviembre–. Todo ello le ha devuelto al primer plano de nuestro cine, un lugar que siempre debería ocupar. Honesto, sincero, coherente y comprometido. En esta entrevista se descubre como un gran lector.
En su trayectoria profesional está muy presente la relación entre cine y literatura. Imagino que no es casual…
El cine en general busca una referencia en la literatura, no creo que sea una cosa solo mía. La mayoría de los personajes novelados tienen unas características psicológicas, de prestancia ante los conflictos, de actitud heroica…y en mi caso, por mi aspecto, por mi voz, funcionaba muy bien para esos personajes. Lo que no es casual es que el cine recurra muchísimo a la literatura para buscar ideas. Yo tengo la sensación de que el gran problema del cine son los guionistas, y el cine español no ha invertido en eso, no tiene capacidad.
Los guiones… ¿son una de las claves para el momento que está pasando la industria del cine?
Sí, el cine a medida que se incrementan sus costes irá pasando peores momentos, hasta que llegue a estrangularse a sí mismo, si esto sigue así. Entra en crisis en cuanto hacen falta grandes cantidades de dinero para poder contar cualquier historia pues a nuestro espectador ya no le sorprende nada. Además somos un país culturalmente subdesarrollado, es muy normal que hoy no nos sorprenda nada que no tenga que ver con ese derroche terrible de espectáculo.
En el teatro no hacen falta todas esas inversiones, la historia transcurre en un escenario…
En el teatro se evoca a la fantasía, a la capacidad imaginativa del espectador, el espectador acepta que la falta de helicópteros se supla con la alusión a ellos, el resto se lo imagina y completa la acción, la imagen. La gran ventaja del teatro es que no se habla para los oídos, se habla para la vista, de forma que al espectador lo miras para que él vea, le hablas de algo para que él se lo imagine… el del cine necesita verlo todo y si no lo ve se siente engañado.
Algunos escritores apelan a la inteligencia del lector para la comprensión de sus obras…
El público tiene que tener una preparación previa que no solamente consiste en una predisposición hacia el teatro o el cine, sino una predisposición hacia la cultura en general, a todo aquello que le ayude a existir a través de su propia imaginación y de lo que le aporta el artista, el creador, compuesto desde una estética. Yo tampoco estoy diciendo que no tenga que haber cine comercial y que haya películas que sean exclusivamente para entretener y alienar… sí tengo mis dificultades para creer que solamente deba existir eso, que es lo que hay ahora.
A mí me gustaría que se hablase del orgullo cultural, y que hiciésemos defensa del mismo al menos un día al año, para decir “este es nuestro gran día porque de esto nos deberíamos sentir orgullosos”. Pero no, es justamente lo contrario, es la cultura del analfabetismo la que se está prodigando en este momento, y esa es mi queja, hemos de defender algo que creo que está en peligro.
“Mi biblioteca es mi alma, es mi yo, mis libros son mi pasado y mi presente, …y por supuesto mi futuro”
En esta línea sí que tendríamos que aprender algo del proteccionismo de nuestros vecinos franceses, por ejemplo…
Claro, resulta que lo que llevamos llamando chovinismo es lo que nos hubiese hecho falta a nosotros, pero aquí se confunde casi siempre con nacionalismo y al final todo se queda en una bandera. Cuando se habla del orgullo de lo nuestro no se habla de nuestras raíces, sino de lo que flota por arriba, un himno, cuatro banderas…, y eso es muy poco, la cultura de un pueblo está en sus tradiciones, en sus antepasados, en sus recuerdos.
No es casual el hecho de que cuando le hemos llamado hayamos interrumpido un momento de lectura. ¿Cómo es su relación personal con la lectura?
Para mí la lectura es una cuestión laboral también, mi relación con la lectura es permanente desde que me levanto hasta que me acuesto. En mí es constante la lectura de guiones o de obras de teatro, bien porque te llegan propuestas y tienes que analizarlas o también por que buscas algo para hacer, sobre todo en teatro.
Pero al contrario que al resto de personas, a mí leer… llega un momento que me gusta tanto que no quiero hacer otra cosa. Cada vez valoro más quedarme en casa leyendo.
Releo mucho… me encanta hacerlo. Estoy releyendo La carta esférica y descubro una interesante historia de amor… y entonces recurro a la historia de amor por excelencia: Werther, y encuentro un libro sobado, subrayado, con un montón de notas que yo había hecho con 26 o 27 años, cuando la leí, y me he quedado muy sorprendido con las cosas que yo pensaba en su lectura.
“Entras dentro de la biblioteca y de repente estás en otro mundo”
Por tanto en su caso una lectura invita a otra…
Y también invita a verse uno mismo, a observar como ese libro te abrió unas puertas y cómo reaccionaste en aquel momento ante esa visión, como ha pasado el tiempo y cuál es la percepción que tienes sobre lo mismo hoy… es muy interesante. Eso te lo da un libro mejor que nada. Yo creo que escribir en los libros no es malo, escribirlos, subrayarlos y llenarlos de cosas sin que tapemos lo que el autor ha escrito es darles vida. Aunque para un bibliotecario sea fatal!.
En su formación como lector, ¿recuerda alguna biblioteca con especial cariño?
Si, la de mi pueblo, (Sahagún de Campos), allí descubrí el silencio y la paz que hay alrededor de los libros. Entrabas dentro de la biblioteca y el ruido era el del silencio, a mí me parecía un estado fascinante, y cuando alguien hacía un ruido todo el mundo contestaba: schhh! (ríe)… Realmente estaba en otro mundo. Hoy lo percibo así en el recuerdo. La primera vez que entré allí me quedé fascinado con aquella cantidad de libros ¿quién podía leer todo eso?. Pensaba que por el hecho de estar impreso debería ser leído por cada uno de nosotros y yo estaba a años luz de poder leer todo aquello. Hoy mi relación con lo libros ya es otra. En una nota de dirección que me dio Mario Camus para definir un personaje me dijo: tiene 6 o 7 libros y son los únicos que ha leído en su vida, pero son los imprescindibles, Quijote, la Odisea… Creo que si los hubieses leído tres veces en tu vida ya habrías leído bien y mucho…. Yo me daría con un canto en los dientes si esos 10 o 12 libros de verdad importantes de la literatura mundial y española hubiesen sido leídos por cada uno de los ciudadanos de este país. Seguro que después pedirían mucho más.
¿Hay algún título que haya marcado especialmente su biografía literaria?
El primero que leí, El libro de la Selva, con dibujos, aunque luego tuve la ocasión de poder disfrutarlo íntegramente. También El Quijote. Sé que es un referente obligado, pero antes de que estuviese de moda por lo del año Cervantes, yo ya lo había leído por activa y por pasiva, cada dos veranos me tragaba su lectura, fácilmente. Dos libros que son las antípodas uno del otro, pero grandes obras. En poesía me encantan Salinas y Machado.
¿Cómo es su biblioteca personal?
Mi biblioteca es mi alma, es mi yo, cada uno de los libros que tengo aquí los he comprado para leérmelos, no para que hagan bonito, están aquí desordenados, algunos muy viejos, otros muy nuevos, unos los he dejado antes de terminarlos, otros los he leído varias veces, pero son mi pasado y mi presente, …y por supuesto mi futuro.
Una pregunta un tanto “íntima”: ¿cómo lee Carmelo Gómez?
Lo primero y fundamental para leer es el silencio, yo no puedo leer con música. Para mí la lectura es entrar, sumergirte en algo y pasar el espejo, y cualquier cosa que tenga cerca, cualquier referente cercano, a mí me saca. También estar a gusto en un sitio, buena temperatura… no puedo leer en la calle, en una terraza, pero por esto, porque me despisto. Yo necesito entrar dentro del libro, y una vez que me atrapa, necesito leer de tirón y lo leído leído está, si tienes que estar tirando para atrás al final parece que estudias no que lees.
Leo sentado, generalmente en mi escritorio, en mi mesa de trabajo, pocas veces cojo el libro y me siento en un sofá porque entonces caigo en el riesgo de dormirme o amuermarme, prefiero estar activo con el libro, y eso sí, fundamental: con un bloc de notas o un papel. Con la compra de mi último libro, –La impaciencia del corazón, de Stefan Zweig–, me sorprendí pues me regalaron un cuadernito perfecto para tomar notas, ideas, imágenes o para hacer esa reflexión a la que te invita el libro que si no la escribes, se quedará en el espacio y ya no las encontrarás. Me sentí muy identificado, una gran idea.
“Para mi la lectura es entrar, sumergirte en algo y pasar el espejo”
En sus lecturas ve posibles historias cinematográficas o consigue aislarse…
No, yo ya no puedo aislarme del cine ni del teatro para nada en mi vida, de la creación de un personaje… imposible. Yo voy por la calle y veo la gente moverse y estoy pensando por qué pasa eso, como funcionaría en el cine, que tipo de personaje es. Leyendo igual, me estoy imaginando la película, es una deformación. Sin embargo, no es precisamente la trama lo más interesante de la novela sino la descripción de los lugares, de los sentimientos, de las emociones y de los personajes…, y ese es mi oficio.
¿Sigue la trayectoria de algún escritor en particular?
Hay escritores que cada vez que sacan algo lo compro inmediatamente, por ejemplo, Juan Marsé, –este tipo me enganchó desde Un día volveré–. Últimamente mi compañera me ha ayudado a seguir a Vargas Llosa, con quien aplico lo que decía Samuel Beckett: “conoce la obra, no quieras conocer al artista” (ríe). También sigo a Benedetti…
Habrá autores que también merezcan ese seguimiento por su proximidad personal…
Julio Llamazares, por ejemplo. Tiene un libro de poesía que es absolutamente aconsejable: La lentitud de los bueyes, y la maravillosa Escenas de cine mudo, también sigo sus artículos en la prensa. Pérez Reverte es otro de los amigos y cuando saca un libro soy una de las primeras personas en recibir su obra, …cuando surge hacer La carta esférica yo tenía el libro que él me había mandado pero por estas cosas del tiempo aún no la había leído, así que se cogió un cabreo con toda la razón del mundo… (carcajea). Tenía que ver como está ahora el libro, lo tengo fusilado, en este momento posiblemente sepa más del libro que él, he estado tomando notas constantemente y prácticamente lo he transcrito a mano. Con el trabajo le das muchas vueltas.
Está citando un montón de libros y escritores, si tuviese que recomendar un libro en concreto…
Tendríamos que retomar los citados. Para alguien que no ha leído nunca poesía le recomendaría a Machado, y si ya ha leído algo, Rilke. En cuanto a novela, la citada Un día volveré, que ya tiene elementos de alta literatura dentro de una fácil lectura. Volviendo a Vargas Llosa, La fiesta del Chivo me parece formidable. Ningún lector debería perderse El Quijote, Guerra y Paz, Los Hermanos Karamazov... En biografías una de las mejores del mundo es la de Zweig sobre Fouché (su personaje en La cena).
Y si le pido una…
Así, reciente, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, el pobrecito se murió sin saber que iba a ser Premio Nacional de Narrativa y uno de los más vendidos del año. Es impresionante, un libro muy aconsejable, aun siendo novela es poesía en estado puro, prosa poética.
Pese a todo lo que estamos hablando y la pasión que le está poniendo, los últimos informes de hábitos de lectura nos dicen que el 50% de la población española nunca lee un libro, ¿cuál es su impresión al respecto?
Lo peor es que de ese 50%, el 200% están absolutamente felices y orgullosos de no hacerlo, y eso es lo realmente grave. Aquí existe la cultura de la incultura, es decir, cuanto más inculto seas eres más “machote”. La cultura es un patrimonio de todos, y como se vaya perdiendo el patrimonio se empobrece. Tanto gusto que tenemos por nuestra tierra, nuestra bandera y nuestro país, sin embargo lo más esencial lo estamos esquilmando, la gente es así de cafre.
Es el suyo un currículo envidiable, de una coherencia poco común en nuestro cine. Se dice que es un lujo el poder elegir pero parece que ha estado a su alcance… seguro que con mucho sacrificio.
Es acertado lo del sacrificio. Elegir tiene un problema, que a alguien le tienes que decir que lo que te presenta no te gusta, y cuando eso lo haces con un libro al librero le importa poco y no pasa nada, pero cuando lo haces con un guionista o con un director, que te lo presenta con una ilusión tremenda, pues no gusta. Muchas veces se me llena la boca con decir que yo he podido elegir cuando he podido, pero luego he pasado una época muy mala, no sé si ha sido por haber sido demasiado selectivo. Elegir es un estado de gracia, y no lo haces de forma consciente, lo haces porque tienes otras posibilidades, pero cuando no se tienen tienes que hacer lo que tienes que hacer porque en el fondo eres un trabajador.
(Publicado en Biblioasturias03)