Una exposición bibliográfica sobre la batalla de Covadonga en la Biblioteca de Asturias

Coincidiendo con la celebración del 1300 aniversario de la Batalla de Covadonga, el próximo 3 de junio se inaugurará en la Biblioteca de Asturias “Ramón Pérez de Ayala” la exposición titulada “Covadonga: una batalla historiográfica”.

UNA EXPOSICIÓN BIBLIOGRÁFICA SOBRE LA BATALLA DE COVADONGA

El consenso mayoritario entre los historiadores sitúa la fecha de la batalla de Covadonga en el año 722. El dato no dispone de una apoyatura documental inapelable, pero este año es el que concita mayor acuerdo entre los especialistas. En función de esta relativa seguridad, la Biblioteca de Asturias, en el marco del programa de actos conmemorativos del 1300 aniversario del acontecimiento, organiza la presente muestra bibliográfica.

Tiene como objetivo exponer una selección representativa de la producción historiográfica y literaria impresa sobre la batalla de Covadonga desde el siglo XVI a nuestros días. Se muestran, por tanto, las más importantes obras de historia y creación literaria, que, o bien han tenido como objeto específico el hecho de Covadonga, o bien lo incluyen como hito destacado de la historia de España, fuere cual fuere el enfoque y concepto de que ésta se tuviera en cada caso. Se presentan así crónicas generales de la Historia de España y de Asturias, compendios genealógicos de las dinastías hispánicas y de la nobleza asturiana, monografías sobre el acontecimiento, biografías de Pelayo, ediciones de las fuentes latinas que contienen los relatos de la batalla, estudios sobre los orígenes del Reino de Asturias, actas de congresos y otras reuniones científicas convocados en torno a efemérides vinculadas con Covadonga o el Reino de Asturias, novelas, poemas, recreaciones literarias, libretos de obras musicales, obras dramáticas, historietas gráficas…

La razón de su presencia es la común referencia al hecho histórico de Covadonga y sus protagonistas, lo que ha motivado la exclusión de toda la bibliografía producida en torno al Santuario mariano y al medio natural, protegido desde 1918 bajo la figura de Parque Nacional, así como la variada serie de descripciones y guías turísticas del lugar que tan abundantes han sido y son. Precisamente, uno de los objetivos que se persiguen es deslindar los campos que confluyen en el fenómeno de Covadonga, como si de un ovillo enmarañado se tratase, centrando la atención en el componente más antiguo y base de todos los demás, el acontecimiento militar, fuere cual fuere su dimensión, y dejando para otros foros y tiempos el componente religioso-devocional y el escenario físico, los majestuosos Picos de Europa.

Para esta selección se ha contado, no sólo con los fondos bibliográficos existentes en la Biblioteca de Asturias “Ramón Pérez de Ayala”, los más numerosos en la muestra, sino también con fondos de otras bibliotecas e instituciones del Principado, como el Archivo Histórico de Asturias, la Biblioteca de la Universidad de Oviedo, la Biblioteca Pública “Jovellanos” de Gijón, la Biblioteca Pública “Vital Aza” de Mieres, el Museo Arqueológico de Asturias y el Real Instituto de Estudios Asturianos.

COVADONGA EN LA HISTORIOGRAFÍA DE LOS SIGLOS XVI AL XIX

Es probable que ya en tiempos de Fruela I (757-768) se escribiera el primer relato sobre la batalla, incorporado después en la redacción llamada “rotense” de la Crónica de Alfonso III, cuya versión definitiva remonta a los años iniciales del siglo X. Esta narración es la base del conocimiento histórico sobre el acontecimiento militar que se conmemora este año. Las restantes crónicas asturianas –la versión “ovetense” de la misma Crónica de Alfonso III y la Crónica Albeldense- sintetizaron y modificaron a su manera este relato y lo transmitieron a toda la historiografía medieval hispánica.

La invención de la imprenta permitió por vez primera una difusión masiva de este conocimiento, hasta la fecha reservado a quienes podían acceder a las copias manuscritas. En consecuencia, la obra del cronista real, hasta la fecha vinculada a la corte, rebasó su estrecho radio de acción y sus crónicas alcanzaron por vez primera difusión general. Surgió así una larga secuencia de obras históricas de pretensiones universales, guiadas por el objetivo de narrar los acontecimientos políticos desde la creación del mundo hasta el presente en el solar de la monarquía hispánica. Su antecedente remoto es la crónica De rebus Hispaniae, de Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo (+1247), vertida al castellano en la Crónica General de Alfonso X el Sabio (+1284). Sobre este modelo, en el que la guía del relato es la sucesión de las dinastías y tenentes de la corona y su actividad militar, se conformaron todas las obras de historia general de España de los siglos XVI al XIX, desde las debidas a Juan Vaseo, Ambrosio de Morales, Esteban de Garibay y Juan de Mariana, hasta las firmadas por Juan de Ferreras, Juan Francisco Masdeu y Modesto Lafuente.

Junto a ellas figuran las historias eclesiásticas de España, generales o particulares de órdenes religiosas, que insertan su relato en el cañamazo cronológico de la historia política, articulada según los reinados. Las más destacadas para el asunto que nos ocupa son la debida a Gregorio de Argáiz y sobre todo, la España Sagrada, colosal compilación de fuentes y monografías diocesanas iniciada por el agustino Enrique Flórez y continuada tras su muerte por compañeros de orden como Manuel Risco, al que se deben los tres volúmenes dedicados a Asturias.

Completan la serie historias de ámbito regional, como las de Luis Alfonso de Carvallo, Francisco Sota o Menéndez Valdés, crónicas dinásticas, como las de Julián del Castillo o Pedro Salazar de Mendoza, biografías de Pelayo, como las de Josef Micheli, Juan de Villaseñor, Faustino de Borbón o José María Escandón, o genealogías nobiliarias, como la Asturias Ilustrada de José Antonio Trelles.

COVADONGA EN LA HISTORIOGRAFÍA DE 1900 A LA ACTUALIDAD

La historiografía anterior al siglo XX tiene como característica común la falta de instrumentos depurados de crítica filológica, diplomática y paleográfica. Aun cuando Flórez, Ferreras o Masdeu heredaron el espíritu crítico de Antonio Agustín y Gregorio de Mayáns frente a las leyendas medievales o las forjadas en la oleada de falsos cronicones al filo del 1600, carecían aún de las herramientas puestas a punto por la historia profesional europea a mediados del XIX. Por esta razón, la labor del historiador permaneció en España a lo largo del todo el XIX mayoritariamente en manos de aficionados, aunque copasen cátedras universitarias y sillones académicos. Los más informados entre ellos fueron José Caveda y Nava y Eduardo Saavedra y Moragas.

En el caso que nos ocupa, el tránsito a la ciencia histórica en sentido estricto se produce con la publicación de ediciones críticas de las crónicas y documentos latinos, a cargo de Georges Cirot, Louis Barrau-Dihigo, Zacarías García Villada y Manuel Gómez Moreno, en el primer tercio de siglo. Sobre ellas se cimentó la voluminosa obra de Claudio Sánchez Albornoz, de innegable erudición, pero falta en numerosas ocasiones del suficiente empuje crítico, por haberse constituido en buena parte como contradicción de los precedentes trabajos, a su juicio “hipercríticos”, de Barrau-Dihigo y Somoza.

La estela de Sánchez Albornoz llega a nuestros días, pues sus discípulos se sucedieron en buena parte de las cátedras españolas de historia medieval, pese a su forzoso exilio argentino tras 1939. Su enfoque institucionalista, su optimismo epistemológico, su temperamento visceral y su indisimulado sesgo ideológico liberal hicieron de su obra, en buena parte, una secuencia de polémicas. No obstante, su magisterio resultó indiscutido hasta la década de 1960, cuando irrumpieron enfoques antropológicos y sociales, de muy débil base, de la mano de Abilio Barbero y Marcelo Vigil, cabezas asimismo de una nutrida escuela de medievalistas que se hicieron con una porción de cátedras a partir de los años 80.

El combate intelectual, agravado por la ideología marxista subyacente al nuevo enfoque, adquirió tintes violentos e irreconciliables, con secuelas perfectamente perceptibles hoy día entre las familias de discípulos concernidas. Las actas de los congresos de las dos primeras décadas del siglo XXI ponen de manifiesto la continuidad en el encastillamiento de las posiciones, matizadas solamente por el refinamiento del análisis filológico con la aparición de ediciones críticas definitivas de las fuentes latinas, a cargo de Jan Prelog, Juan Gil e Yves Bonnaz, la aportación más sosegada, pero igualmente inserta en una u otra de las corrientes hispánicas, de algunos hispanistas, y el interés de parte  del arabismo español por asomarse al debate, al calor sobre todo de la oleada de publicaciones sobrevenida tras el 1300 aniversario de la batalla del Guadalete en 2011.

LA BATALLA DE COVADONGA EN LA LITERATURA

Como ha ocurrido habitualmente con otros hechos y personajes que se hunden en las nieblas del pasado, Covadonga y su principal protagonista han sido desde siempre una fértil fuente para la literatura. La escasez de fuentes contemporáneas a los hechos, un cierto carácter legendario, la posible intervención divina como mediadora de la victoria y la importancia que los hechos pudieron tener para entender y conformar el presente, así como su valor modélico, han sido un buen caldo de cultivo para que la literatura y las artes, en sus diversos géneros y estilos, tomaran la batalla y a don Pelayo como musas para, en su mayor parte, productos artísticos de carácter épico.

La épica, género basado habitualmente en hazañas heroicas legendarias o incluso ficticias, suele expresarse tradicionalmente mediante el verso, y su fin en numerosas ocasiones es la exaltación o engrandecimiento de la propia historia y del pueblo protagonista a través de sus héroes. En la muestra reducida que presentamos en esta exposición hay varios ejemplos, siendo el más temprano la obra poética de Alonso Vicente Solis y Folch de Cardona, teniente general, virrey de Navarra, Grande de España y hombre de confianza de la monarquía, que publicó su obra a mediados del siglo XVIII. Años más tarde, esta forma poética sería también la utilizada por Manuel José Quintana, un jovencísimo José de Espronceda, Domingo María Ruiz de la Vega, o Saturio Álvarez Montequín, llegando incluso hasta tiempos más recientes, como es el caso del gallego José Rubinos, a mediados del siglo XX.

Posteriormente, estas creaciones utilizaron también el género teatral, también en verso muchas veces. Es el caso de nuestro Gaspar Melchor de Jovellanos que en el último tercio del siglo XVIII escribiría “El Pelayo”. También como teatro trató el tema el malagueño Enrique Zumel; o Valentín Escolar, un profesor de la Escuela de Comercio de Gijón, que volvería a usar este género a principios del siglo XX.

Posiblemente, la forma narrativa en prosa fue la que, a la larga, tuvo mayor éxito. Aunque existen algunas narraciones del siglo XVIII, es la época romántica la que nos traerá más ejemplos, incluso fuera de nuestras fronteras. Es el caso de autores ingleses y norteamericanos, como Robert Southey, William G. Simms o Elizabeth T. Porter Beach. En las pocas décadas vividas del siglo XXI el tema sigue estando de actualidad con autores como Carlos Lens, el asturiano Gracia Noriega y, más recientemente, Carlos X. Blanco, el venezolano Pablo Vega, y llegando hasta la misma actualidad, José Luis Olaizola o José Ángel Mañas.

Otros recursos estilísticos han sido utilizados también para esta temática, como el cuento infantil escrito por Gara Lafuente, la ópera, representada por “La solitaria delle Asturie” de Romani y el “Pelayo” de Eduardo Viscasillas. Los nuevos lenguajes narrativos también están presentes en la exposición, como es el caso del cómic de quien el gijonés Gaspar Meana es posiblemente el primero en utilizar esta técnica, pero al que le han seguido otros como el dibujante Adolfo García o Raúl Balen.

La exposición, que en esta ocasión será itinerante, se podrá contemplar en la sala de exposiciones de la Biblioteca de Asturias “Ramón Pérez de Ayala” desde el 3 de junio hasta el 11 de septiembre 2022, en el horario habitual de apertura de la Biblioteca (de lunes a viernes de 8:30 a 20:45 h., sábados de 10 a 13:50 h. y de 16 a 20:45 h., domingos y festivos de 10 a 13:50 h.).

Posteriormente, la exposición se instalará en la sala de exposiciones de la Biblioteca Pública “Jovellanos” de Gijón, desde el 21 de septiembre al 6 de noviembre de 2022 en horario de lunes a viernes de 9 a 14 h. y de 15:30 a 21 h., sábados de 10 a 14 h. y de 16 a 20 h., y los domingos y festivos de 10 a 14 h.

 

(3 de junio de 2022)

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Sobre el autor

Red de Bibliotecas Públicas del Pdo. de Asturias