El miércoles 14 de diciembre a las 20:00 horas en el Auditorio de la Casa de Cultura ‘Teodoro Cuesta’ de Mieres tendrá lugar la presentación del libro Dicen que van a poner… un ferrocarril a Mieres, (1872-2022), coordinado por Montserrat Garnacho Escayo y editado por Trabe. En el acto además de la coordinadora participarán Anibal Vázquez, Alcalde de Mieres, y Javier Fernández López, director del Museo del Ferrocarril de Asturias.
Cuando en 1872 llegó a Mieres la comisión encargada del estudiar el trazado del ferrocarril por el valle del Caudal (los primeros tramos del de Llangréu/Langreo-Gijón/Xixón ya se habían inaugurado en 1852, pero únicamente para llevar el carbón hasta El Musel) nuestro concejo tenía una población de alrededor de doce mil habitantes. Escondida en la montaña, mayoritariamente, y dedicada a la agricultura, la ganadería y la incipiente industria metalúrgica y hullera. Según el informe médico del dr. d. Nicanor Muñiz Prada, la media de vida de aquellos mierenses era de unos veintisiete años. La misma, más o menos, que la de tantas otras «aldeas perdidas» asturianas. Y entonces, «por el camino de Mieres», pasó el tren. El primero, en 1874, desde La Pola, camino de Gijón/Xixón. Y diez años más tarde, en 1884, el que salió de Gijón/Xixón y por el camino de Mieres llegó hasta Fierros y subió –¡por fin!– el Payares y alcanzó la Meseta y el resto del mundo. «Pa tresportar el carbón», sí, pero, de paso, para traerles a los míseros comecastañes y comeborona de La Arcadia un universo nuevo que se llamaba «progreso»: aceite, legumbres, hospitales, viviendas y hábitos higiénicos, lengua castellana, periódicos, sindicatos, revoluciones, feminismo («¡pa calentar les muyeres, sí!»), Obra Pía, Acción Católica, cine, teatro, orfeones, bancos, comercio… Y gente. Miles de familias procedentes de todas partes, a lo largo del siglo xx.
Es un libro coral. Un libro que reúne cincuenta textos –además de numerosas fotografías– de otros tantos hombres y mujeres mierenses (de «nacencia» o «vivencia») que evocan trayectorias, situaciones, sentimientos vinculados a su «memoria del tren» o que nos hablan de su día a día y sus experiencias viajeras actuales, al tiempo que proyectan –en muchos casos– su esperanza de que el tren –un tren público, cercano, adaptado, inclusivo, sostenible– pueda seguir «vertebrando nuestro territorio» y «cuidando de la salud» de nuestro planeta y teniendo entrada por la estación de futuro de Mieres: ¡Y de que podamos seguir celebrando sus cumpleaños muchas décadas más!