El pasado día 15 de junio se puso de largo, en una multitudinaria presentación llevada a cabo en la librería Cervantes, el álbum ilustrado El papá que no sabía contar cuentos. Editado por Pintar-Pintar -con versión también en asturiano-, es la primera incursión en la literatura infantil de su autor, Pepe Monteserín.
“Este era un papá que no sabía contar cuentos a sus hijitos; la mamá sí, pero el papá no. La mamá les daba de cenar, los acostaba en la camita a los tres, en una sola camita, dos por un lado y uno por el otro, como se acuestan las sardinas en una lata, les contaba el cuento de una rana que estaba sentada debajo del agua, y sus hijos dormían siempre muy pero que muy felices, pensando en aquella rana que estaba sentada debajo del agua”.
Para esta primera incursión en la literatura infantil Monteserín contó como presentador con el también escritor Paco Abril, toda una referencia en la materia. Estudioso, entusiasta y excelente intérprete de cuentos infantiles, destacó este acercamiento de Monteserín al género: “ha viajado a lo que alguien llamó la isla olvidada: la infancia, a la que muy pocos adultos se molestan en ir, más bien les fastidia o les molesta ir. Pocos adultos, y menos hombres -quiso remarcar la diferencia de género dado el título que se presentaba-, se molestan en leer un libro infantil o ver una película para niños…”.
Paco Abril recordó que Monteserín ya había realizado ese viaje anteriormente en La mano entera, un viaje que recorre con su hijo Andrés hasta sus cinco años -de ahí esa mano entera a la que refiere el título-; pero El papá que no sabía contar cuentos es la primera que ha escrito expresamente pensando en los niños, como literatura infantil, que Abril describió como “aquella que también pueden leer los niños”. Firme defensor de los dones de los cuentos, destacó también que “un escritor debe escribir con la misma ambición y honradez que si lo hiciera para adultos”, pues “un cuento de dos folios puede tener más importancia y repercusión que una novela de seiscientas páginas”.
Cerró su intervención citando una inscripción que desde 1927 puede leerse en el edificio de “la gota de leche” de Gijón: Quien construye casas para los niños derrumba los muros de las cárceles, “me atrevo a afirmar que quien escribe o quien edita cuentos para los niños también está derrumbando los muros de las cárceles”.
Por su parte, Monteserín comenzó su presentación con una confesión autobiográfica que parece identificarle con ese papá que no sabía contar cuentos, pues “una cosa es contar cuentos por escrito, y otra interpretarlos; es un trabajo distinto y yo soy escritor, no actor. Yo invento los cuentos para que los interprete otra persona”.
Paco Abril, como intérprete, le comentó que los niños precisan un meneo de envergadura, un “¡de repente…!” que echaba de menos en el cuento, a lo que el autor concedió la razón; “en este cuento que hoy presentamos no existe un “¡de repente…!”; pero suceden cosas, y cosas muy importantes. Es cierto que los acontecimientos sobrevienen con suavidad, sin una irrupción brusca, sin un giro repentino que sobresalte o encoja el corazón de los niños; de hecho, incluso los personajillos de mi relato se hacen mayores poco a poco, y mira que el cuento es breve. Aquí no hay susto ni muerte. Pero, aunque falte un “¡de repente…!”, barrunto que un tiempo después de haberlo leído, los Adrián y Andrea, Carla y Nerea, Alba y David de turno, caerán en la cuenta de lo que ocurrió entre mis personajillos y su padre, un padre que no era un héroe ni un ser extraordinario; barrunto que cuando esos pequeños lectores crezcan y se percaten de que ese padre quería mucho a sus criaturitas, aunque no supiera contar cuentos, se les pondrá la piel de gallina y, ¡de repente!, despertarán sobresaltados a mitad de la noche, para llamarlo”.
no debemos olvidar que también nosotros, los padres, necesitamos que nuestros hijos nos lean cuentos cuando vamos a dormir.
no debemos olvidar que también nosotros, los padres, necesitamos que nuestros hijos nos lean cuentos cuando vamos a dormir.
El relato, efectivamente, está protagonizado por un papá que no es ningún héroe o un ser extraordinario, algo con lo que al autor praviano refuerza los valores de igualdad y de normalidad ante la diferencia, rompe deliberadamente con esos personajes heroicos y maravillosos, defendiendo esa normalidad tan humana: “de niños esperamos que nuestros seres queridos se comporten como dioses, lo esperamos especialmente de nuestros padres. Pero, por desgracia, no somos dioses. Todos somos humanos, trágicamente humanos”. Eso sí, destacó que quizá los niños necesiten que su padre les lea cuentos, “pero no debemos olvidar que también nosotros, los padres, necesitamos que nuestros hijos nos lean cuentos cuando vamos a dormir”.
Y es que Monteserín quiso hacer también mención expresa al lector adulto y las claves que se esconden en un relato tan aparentemente sencillo: “Para el adulto, más allá de la lectura superficial o ingenua, también hay en mi cuento otras lecturas y verdades ocultas, y no siempre ha de ser el autor el que las descubra, ni siquiera el que las haya escrito adrede; hay claves que pueden existir con independencia de mi voluntad explícita, porque mi trabajo consiste, sin necesidad de demasiadas reflexiones, en crear un espacio de adivinación y de hallazgo, para que lo ocupen lectores más listos que yo”.
mi trabajo consiste, sin necesidad de demasiadas reflexiones, en crear un espacio de adivinación y de hallazgo, para que lo ocupen lectores más listos que yo.
mi trabajo consiste, sin necesidad de demasiadas reflexiones, en crear un espacio de adivinación y de hallazgo, para que lo ocupen lectores más listos que yo.
El álbum cuenta con unas originales ilustraciones de Miguel Tanco, residente en Milán, un ilustrador de reconocido prestigio que ha dotado al relato y a los personajes de una personalidad plástica muy particular; y con el aval de diez niños a los que Monteserín pasó el original antes de su publicación, para afinarlo lo más posible y conseguir, como el mismo cuenta, “que otros lo leyeran de un tirón y sin bostezar”. Quizás por eso se mostró muy seguro del resultado final, pues cerró la presentación bromeando con una curiosa invitación: “si alguna persona compra este álbum y a sus hijos no le gusta, puede devolverlo”.
La editora Ángela Sánchez destacó que éste es un proyecto especial para Pintar-Pintar, que nació hace ya unos años, cuando encargaron a Pepe el envío de un texto, y manifestó su deseo que el libro llegue a tener una larga vida y “que llegue a las bibliotecas públicas y las bibliotecas escolares, puesto que en ellas su vitalidad se multiplica una y mil veces”. Sánchez espera que llegue también a otros públicos “en bibliotecas escolares de Chile, Colombia, Venezuela… gracias a los proyectos de cooperación internacional con los que trabajamos”, y también a lectores que no son de habla hispana, “pudiendo llegar a ser publicado en países como Corea, Alemania o Estados Unidos, con los que hemos comenzado atrabajar en gestión de derechos”. Recientemente esta editorial ha cerrado un acuerdo con la alemana Ellermann para la publicación en lengua germana de Mio hermana ye una mofeta, de Berta Piñán.
(15 de junio de 2012)