Amin Maalouf: “Siempre tengo a mi lado un libro abierto”

Amin Maalouf (Beirut, 1949) ha conseguido “abordar con lucidez la complejidad de la condición humana desde la ficción histórica y la reflexión teórica”, en palabras del jurado que le otorgó este año el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. “Frente a la desesperanza, la resignación o el victimismo, su obra traza una línea propia hacia la tolerancia y la reconciliación, un puente que ahonda en las raíces comunes de los pueblos y las culturas”.

Considerado por muchos como un autor incómodo, este periodista franco-libanés que vive a caballo entre el Oriente y el Occidente levanta ampollas por su lúcida crítica a lo peor de ambos mundos, que conoce muy bien. Firme defensor de la libertad individual, de la tolerancia y la justicia social, Amin Maalouf apuesta por superar diferencias a través del conocimiento del otro y del amor, un sentimiento por el que merece la pena luchar y que “confiere a la humanidad su nobleza y su verdadera grandeza”.

 

La concesión del Premio Príncipe de Asturias las Letras 2010 destaca no sólo el lenguaje intenso y sugerente de sus obras, sino también su alegato a favor de la tolerancia y la reconciliación de los pueblos. ¿Supone este galardón la prueba de que no está clamando en el desierto?

Nuestras sociedades deben enfrentarse al desafío que significa permitir la convivencia de personas llegadas de diversos orígenes. Una lucha que será larga y ardua, ya sea entre poblaciones locales que difieren en idioma, religión, color, etc. o sean poblaciones de inmigrantes. Por desgracia, no hemos avanzado apenas en este ámbito; creo más bien que incluso hemos retrocedido en las últimas décadas. Efectivamente, en muchas ocasiones tengo el sentimiento de ‘gritar en el desierto’.

Ha dicho en alguna ocasión que las relaciones humanas son más importantes que los vínculos históricos y que lo que nos salva es el amor. Pero en el mundo surgido tras el 11-S, en el que ha crecido una brecha de incomprensión y desconfianza, ¿le parece que queda sitio para los buenos sentimientos?

Los seres humanos no son propiedad de sus comunidades, sus naciones, sus clanes, ni siquiera de sus familias. Todo ser humano, mujer u hombre, debe ser capaz de disponer libremente de su vida. Para mí es un principio ético que trasciende todas las leyes religiosas o estatales. Uno de los mitos literarios que expresan este deseo de liberación es el de Romeo y Julieta, que quisieron desafiar al conflicto entre sus dos familias. De hecho, a lo largo de la historia nos encontramos con innumerables ejemplos de personas valientes que se atrevieron a considerar al otro como una persona y no como miembro de una comunidad, y que dieron prioridad al amor. Es esta lucha la que confiere a la humanidad su nobleza y su verdadera grandeza.

 

 

 

 

“Me gustan las bibliotecas
que están
abiertas hasta tarde,
donde uno puede
concentrarse en su
trabajo sin tener
que mirar la hora”

 

 

Apela al Al-Ándalus como ejemplo de tolerancia y convivencia de judíos, musulmanes y cristianos. Pero, ¿no está un tanto mitificada aquella España de las tres culturas?

La civilización construida en la España de las tres religiones siempre tendrá un lugar especial en la historia del mundo. Pero no debemos juzgar tiempos como aquellos en función de nuestros criterios de hoy en día. A modo de comparación, el siglo de Pericles, en Atenas, es igualmente uno de los momentos más importantes en la historia humana, pues en él tuvo lugar el nacimiento de la filosofía y el teatro, y los comienzos de la democracia. Si se trata de desacreditar esa época, uno siempre puede decir: sí, pero tenían la esclavitud, pero las mujeres estaban ausentes, pero Sócrates fue condenado a muerte, etc. Ni que decir tiene que el modelo ateniense no puede ser reproducido exactamente dos milenios y medio más tarde, pero sigue siendo para nosotros una referencia, un mito positivo, que puede ayudarnos a encontrar nuestro camino y entender el significado de la aventura humana. Diría lo mismo para la España de las tres religiones.

Se sumó hace unos meses a la petición de, entre otros, José Saramago y Juan Goytisolo, para que el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia le fuera concedido este año a los moriscos expulsados de su tierra en los siglos XVI y XVII. Un galardón que ya recayó hace veinte años en las Comunidades Sefardíes, descendientes de los judíos que vivieron en la Península Ibérica. ¿Percibe una diferencia en el modo en el que la comunidad internacional trata a judíos y musulmanes?

Las relaciones actuales entre el mundo musulmán y el mundo judío son desastrosas, lo que contribuye mucho a la atmósfera venenosa de nuestro tiempo. Lo que me atrajo de esa iniciativa fue que su principal preocupación es trabajar para esa imprescindible reconciliación. Desde este punto de vista, lo que pasó en Córdoba alrededor del siglo XII merece ser recordado, meditado y honrado.

 

 

 

 

 

“Los seres humanos
no son propiedad de
sus comunidades, sus
naciones, sus clanes,
ni siquiera sus
familias”

 

Usted no renuncia a ninguna de las partes que forman ese gran crisol cultural en el que ha crecido. Precisamente, ese mestizaje es los que considera fundamental para lograr un futuro de tolerancia. Sin embargo, es muy común que en situaciones así se termine siendo rechazado por ambos mundos. ¿No será siempre un árabe en Francia y un cristiano para los musulmanes?

Es difícil asumir esta doble pertenencia al Mundo Árabe y a Occidente. Pero es la realidad de mi identidad y debo asumirla. Lo que me preocupa no es cómo me percibo a mi mismo, es cómo nuestras sociedades se muestran incapaces de gestionar la cuestión identitaria. Se debería trabajar por una coexistencia armoniosa y ayudar a las personas, inmigrantes o no, a asumir su propia diversidad, para que puedan integrarse a los otros y abrirse con serenidad. En su lugar, se utiliza la diversidad cultural como una herramienta política, se favorece el nacionalismo, se practica la discriminación, se multiplican los errores y se exacerban las tensiones en lugar de atenuarlas.

En su ensayo Las identidades asesinas carga contra la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión. Pero los nacionalismos siguen muy presentes en nuestro mundo. En el siglo XXI de la globalización cultural, de internet, etc. ¿No debería ser más fácil superar las fronteras?

Es realmente importante preservar el patrimonio cultural que hemos recibido de nuestros padres, pero es necesario saber conciliar esta actitud de fidelidad con una actitud de apertura. No siempre es fácil. Al ser sometido a una discriminación, ya sea por motivos religiosos, raciales, lingüísticos u otros, la tentación de responder con agresividad es grande, sea por espíritu de venganza o por temor a perder lo adquirido y de regresar a una situación anterior. A menudo, los perseguidos se convierten en perseguidores, y se necesita mucha sabiduría y magnanimidad para saber superar los propios sufrimientos como lo hizo un hombre como Mandela.

Todas las grandes civilizaciones han evolucionado, adaptándose a una forma de modernidad y a unos derechos humanos básicos, pero una parte del Oriente no lo ha hecho. Los países árabes parecen anclados en una Edad Media en la que la religión (aunque no sólo) es uno de sus principales lastres. ¿Cómo conseguir que eso cambie?

El mundo árabe pasa por uno de los momentos más oscuros de su historia. Ésta es una realidad que afecta profundamente a todos los que pertenecen a esta civilización, y a todos los que conocen la gloria de su pasado. En ninguna parte se encuentra una verdadera democracia, que permita a los ciudadanos vivir con la cabeza alta, y respete los derechos de los más débiles. En la mayoría de los países, la situación de las mujeres y las minorías sigue deteriorándose. Esta tragedia no tiene una explicación simple, numerosos factores contribuyen –estratégicos, sociológicos, ideológicos, etc-.- y no se puede señalar con el dedo a un sólo factor determinante. En cuanto a la religión, está claro que el lugar que ocupa hoy en día en la vida social e intelectual es demasiado grande. Y también está claro que las libertades civiles se ven limitadas por los poderes autoritarios, que se preocupan muy poco por el bienestar de los ciudadanos.

 

“En ninguna parte se encuentra una verdadera democracia, que permita a los ciudadanos vivir con la cabeza alta, y respete los derechos de los más débiles”

 

La convivencia entre diferentes pueblos y religiones con la cada vez más numerosa llegada de inmigrantes al Primer Mundo debería propiciar la tolerancia y la convivencia que permite el conocimiento y la proximidad. Sin embargo, no parece que esto ocurra. 

Desafortunadamente, la proximidad no produce tolerancia, ni incluso un mejor conocimiento del otro. Hay, en todo el mundo, poblaciones que conviven desde hace siglos sin que su vecindad produzca otra cosa que tenaces prejuicios y odio perdurable. Mi convicción es que la coexistencia armoniosa y la convivencia deben aprenderse, que se necesita una educación activa y paciente por parte de las autoridades, por parte de los profesores, de los artistas, de los escritores. Es una larga lucha que nunca está completamente ganada, y hoy en día incluso se está perdiendo en muchos países, especialmente en los dos países que considero míos, el Líbano y Francia.

Ante el mundo actual, enfrentado tras el 11-S; con la economía herida tras la crisis mundial; con un sistema capitalista que globaliza la miseria, pero no la riqueza; con un mundo árabe enquistado en el pasado y un Occidente perdido en sus propias contradicciones, ¿es pesimista frente al futuro?

Efectivamente estoy muy preocupado. Creo que estamos entrando en una época de regresión moral, en la que habrá menos democracia, menos paz social, menos solidaridad entre las naciones y dentro de cada nación. Estoy convencido de que nuestra generación será juzgada muy severamente por las generaciones futuras.

“Los libros son una presencia necesaria, tranquilizadora y relajante; un paisaje necesario para la serenidad, la reflexión, y para la escritura”

El Premio Príncipe de las Letras 2010 ha destacado la importancia de su obra por los valores que propone y, por supuesto, por su valor literario. Usted es ampliamente conocido por sus novelas y ensayos, pero también es autor de varios libretos de ópera. No es ésta una actividad muy habitual en un escritor.

En 1997 entré en el mundo de la ópera gracias a tres personas que tuvieron la idea de proponerme escribir un libreto: Gerard Mortier, que era entonces director del Festival Salzburgo y ahora es director artístico del Teatro Real de Madrid; Kaija Saariaho, compositor finlandés; y Peter Sellars, el director estadounidense. Ellos se reunieron para trabajar en el proyecto de una ópera y decidieron ofrecerme la escritura del libreto. L’Amour de loin fue estrenada en el Festival de Salzburgo en el año 2000. Otras tres óperas la seguirían a lo largo de los diez años siguientes.

La novela histórica, sobre todo en el caso de España, está viviendo un importante boom editorial. ¿Debería aprovecharse este tirón comercial para ofrecer una visión crítica y realista del pasado histórico y no como un simple telón de fondo ameno y colorista?

El matrimonio entre la historia y la ficción es una de las grandes tradiciones de la literatura, desde La Ilíada a La marcha Radetzky, pasando por Macbeth, Yo, Claudio, El Cid, Los tres mosqueteros, Guerra y Paz, y muchas otras obras en diferentes idiomas y en géneros diversos. De vez en cuando nos parece que este es un fenómeno del pasado, hasta que nuevas obras vienen a llamar la atención sobre la perdurabilidad del fenómeno. Por supuesto, no todos los hijos de esta pareja tienen las mismas cualidades, algo que repercute positiva o negativamente en la reputación del matrimonio. A veces el éxito inmerecido de una historia de amor camuflada nos irrita y con razón. Pero me parece que esta noble tradición literaria, que nos dio obras maestras en todos los tiempos, jamás pasará de moda. La humanidad siempre tendrá que contar su pasado, de interpretarlo, y también de reinventarlo.

Como autor tiene una vinculación especial con España. Su primera novela y la que le dio a conocer internacionalmente, León el Africano, trata sobre un árabe-español nacido en Granada en el siglo XV, un hombre culto que viajó hasta lugares en donde pocos occidentales habían llegado antes. ¿Es el viaje, tanto el interior como el físico, un medio para facilitar la tolerancia, además de un modo de desarrollo personal?

Lo que es importante, desde mi punto de vista, es la curiosidad, el deseo de conocer el mundo, sus paisajes, sus gentes, sus lenguas, sus culturas. En otro tiempo el viaje era la única manera de conocer países lejanos. Hoy en día viajamos mucho más, pero también se puede aprender sobre el mundo sin tener que viajar, o viajando solo un poco. En cuanto a la posibilidad de viajar para hacernos más abiertos a los demás, yo diría que ello depende de la forma de viajar y del espíritu con el que viajamos. A menudo llevamos con nosotros nuestros prejuicios y regresamos sin haberlos cambiado. Nosotros, los seres humanos, tenemos una gran capacidad para el engaño: no somos capaces de ver las cosas que contradicen nuestros prejuicios y sí de ver únicamente las cosas que los refuerzan.

 

“Estamos entrando en una época de regresión moral, en la que habrá menos democracia, menos paz social y menos solidaridad”

 

Como lector, ¿qué tipo de obras prefiere?

Soy un lector muy ecléctico. Leo ficción y no ficción, en muchas áreas. Para la literatura no me limito a un género en particular. Todas las literaturas del mundo me aportan algo, ya sea por el estilo, ya sea por el arte narrativo, o por el conocimiento de la sociedad en que estas obras fueron escritas. En todo caso, yo siempre tengo a mi lado un libro abierto, al que regreso en la tarde o noche, o al final de mi jornada de escritura.

Biblioteca… ¿qué significa esta palabra en su vida?

Siempre he vivido rodeado de libros, primero en la casa de mis padres, después en la mía. Cuando me fui del Líbano, en medio de la guerra, dejé mis libros a mis espaldas, y después, cada vez que mi padre venía a visitarme a Francia, me traía libros de mi biblioteca en su equipaje. Para mí, los libros no sólo son importantes por su contenido, ellos constituyen una presencia necesaria, tranquilizadora y relajante; un paisaje necesario para la serenidad, la reflexión, y para la escritura.

¿Fue o es usuario de bibliotecas? Y si es así, ¿lo es más cómo lector o como periodista y escritor que busca documentación?

He frecuentado mucho en París la Biblioteca Nacional y también la del Museo Guimet y la del Instituto de Lenguas Orientales. Las visitaba sobre todo por mi investigación y documentación, pero también por la atmósfera, propicia a la concentración. Me gustan las bibliotecas que están abiertas hasta tarde, donde uno puede concentrarse en su trabajo sin tener que mirar la hora.

¿En qué está trabajando actualmente?

Estoy en la mitad de un libro, que no terminaré hasta pasados varios meses. Es demasiado pronto para hablar de él. Sólo diré que se trata de una novela.

 

(Publicado en Biblioasturias18)

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