“El túnel es una obra de pertenencia, pero no entendida de modo rural o nacionalista, sino de amor por un lugar que ya no tiene nada que ofrecerte, quizá porque el protagonista tampoco tiene mucho que ofrecer o ya lo ha ofrecido todo” escribe el músico Igor Paskual en el prólogo de la nueva novela de David Barreiro. En El túnel (Pez de Plata, 2015), Barreiro nos cuenta la historia de David, un rockero cuarentón que triunfó en su juventud, pero vio cómo ante él desfilaban los trenes del éxito y del amor sin llegar a subirse en ninguno. Atrapado en su Gijón natal, David toca por las noches en el Bloom, un tugurio del centro, recordando aquellos días en los que la vida pudo ser diferente. ¿Qué es lo que mantiene atrapado a David? Puede que la maldición del túnel… A David Barreiro (Gijón, 1977) nada le atrapó. Hace años que vive y escribe en Madrid sin parar un sólo minuto. En 2005 obtuvo el premio de Relatos Policiales de la Semana Negra por su relato La noticia, incluido en el volumen Cuentos policíacos del centenario, y en 2008 publicó su primera obra en solitario Relatos postindustriales (KRK Ediciones). Además, ha publicado tres novelas: Mediocre (InÉditor,2009), Barriga ((InÉditor, 2010) y Perros de presa, con la que obtuvo el Premio Joven de Narrativa 2011 de la Universidad Complutense. En el campo del guión cinematográfico, en el año 2002 obtiene el Premio Phillips de Cortometraje por su obra Estrés, en 2005 el Rovira Beleta por el guión de Atardeceres y ha sido el Premio Nuevos Realizadores del Principado de Asturias convocado con el apoyo del Festival Internacional de cine de Gijón por su corto Patatas. Y si todo esto fuera poco, este verano amenaza con marcharse de gira. Tal vez no se pueda escribir una novela musical sin caer en este riesgo.
¿Cuál fue el desencadenante para escribir El túnel, la mecha de la que brotó la hoguera?
Nunca hay un único detonante a la hora de escribir una novela, al menos en mi caso. Por un lado quería escribir sobre Asturias, sobre cómo veo yo Asturias desde la distancia, y por otro estaba esa obsesión mía del paso del tiempo y la sensación de que llega un momento en la vida en que te das cuenta de que no has logrado las metas que te habías creado o que la sociedad te había impuesto. A partir de ahí surge el personaje de David y todo el universo que lo rodea.
El túnel, al igual que casi toda su obra, tiene como tema principal las expectativas; la sensación luminosa de ver en el horizonte unos sueños, y la frustración constante de no llegar a alcanzarlos.
En efecto. Creo que es un mal endémico en nuestra sociedad. Nadie parece estar nunca satisfecho, siempre se aspira a algo más, ya sea material o intangible. Y luego, cuando no se consigue alcanzar ese objetivo (nunca se logra, es como la paradoja de Aquiles), llega la frustración. Yo mismo, como escritor, soy incapaz de disfrutar durante cinco minutos de mi trabajo, cuando publico un libro ya llevo tiempo pensando en el siguiente y escribo varias historias a la vez porque no quiero que ninguna se me escape. Al principio resultaba desasosegante, pero con el tiempo he aprendido a convivir con esta caótica forma de escribir, algo mitad apasionante mitad espantoso.
escribo varias historias a la vez porque no quiero que ninguna se me escape
“Llego tarde”. Así comienza la novela y, prácticamente es su leit motiv. David, el protagonista, afirma que la primera vez no se marchó de Gijón porque era demasiado pronto y ahora ya es demasiado tarde. ¿Hay que elegir con cuidado el tiempo en que uno se ha de marchar?
Son excusas baratas del protagonista que nadie le quiere comprar. Simplemente es miedo. Para marcharse sólo hace falta dinero suelto y una muda. Ésa es la verdad, otra cosa es que David no haya tenido ni tenga valor para irse y trate de engañarse pensando que su tren ya pasó. No es así, durante la novela llega otro tren, pero… ¿está dispuesto a cogerlo? El lector tendrá que recorrer hasta la última página para saberlo…
“Gijón, a comienzos de los ochenta, era como una gigantesca, sucia y gris estación de autobuses, en plena reconversión industrial, donde por la mañana había una manifestación, por la tarde se cerraba una fábrica y por la noche asistíamos a una batalla campal entre los astilleros y la policía. Ahora es otra cosa, no sé qué, pero otra cosa“. Habla usted de un pasado gris de la ciudad y, sin embargo, ¿no tienen sus personajes cierta nostalgia de este pasado?
Es indudable que Gijón era una ciudad gris en los ochenta y noventa. Una ciudad fea como consecuencia del horrible desarrollismo de los sesenta y comienzos de los setenta. Una ciudad, además, golpeada por la reconversión industrial, tan compleja y conflictiva. Pero los personajes eran jóvenes, muy jóvenes en esa época, y la miran con añoranza porque en ese mundo turbio y confuso aún estaba todo por hacer y se suponía que eran ellos quienes iban a hacerlo. Luego, no sería del todo así.
¿David, el protagonista de El túnel, es de alguna forma como Gijón, o como toda Asturias, que espera una reconversión que nunca acaba de llegar?
Eso creo. Una idea que tenía clara a la hora de escribir la novela era hacer referencia a la difícil situación que vive Asturias, un lugar hermoso pero en buena medida vencido, desnortado, con un paro altísimo, emigración de la gente joven y una población muy envejecida. A partir de ahí, me preguntaba si todo eso no era consecuencia de un cierto conformismo por parte de unos y otros que quizás nos haya llevado a un callejón sin salida, al igual que al protagonista, en cierto modo exiliado de sí mismo y prematuramente envejecido.
Otro de los pilares de la novela es la música, y una espléndida banda sonora: Johnny Cash, Nirvana, Led Zeppelin, Elvis Costello, Mark Oliver Everett…
Sí, ante todo es la historia de un rockero y, como tal, tenía que haber música. Tanto la que él toca en los conciertos como la que escucha en su casa, en su furgoneta o en los bares de Gijón por los que se mueve. A partir de ahí se nos ocurrió la idea de una “banda sonora” para la novela y creamos una playlist en Spotify con los temas que se citan en el libro y, para las presentaciones, mi amigo el músico José Luis Bergia ha preparado un repertorio de una hora que va de Neil Young a Nick Cave, pasando por Tom Petty, Nirvana o Pearl Jam… Ya dimos un primer concierto “literario” en Oviedo y pronto lo haremos en la presentación de Gijón. Además, nos han llamado de Barcelona, Madrid y Galicia así que… es probable que este verano nos vayamos de gira.
¿Es realmente tan sórdido seguir dando conciertos en los bares, pasados los cuarenta y sin haber logrado firmar un contrato con SONY (perdón, con EMI)? En principio no, pero… todo depende de, como decíamos antes, las expectativas. Si tú aspirabas a algo y no lo has podido conseguir, es probable que te sientas frustrado el resto de tu vida. Eso le pasa al protagonista, una frustración profesional y también personal, en este caso en el amor.
Si tú aspirabas a algo y no lo has podido conseguir, es probable que te sientas frustrado el resto de tu vida
David da conciertos en el Bloom, un bar regentado por un hombre llamado Fosco. En El invierno en Lisboa, de Muñoz Molina, el bar en el que se daban conciertos era en el de Floro Bloom. ¿Un homenaje a otra espléndida novela centrada en un músico?
No he leído esa novela de Muñoz Molina, pero no lo descarto porque es evidente que hay escritores que te influyen incluso sin haberlos leído. No obstante, lo más lógico es pensar que se trata de una mera casualidad.
¿Qué es el Xixon Sound?
Un movimiento de música grunge, nacido en Gijón en los noventa que aglutinó a un puñado de grupos más o menos similares ante cierta pasividad local –demasiada cercanía– y que, sin embargo, obtuvo un reconocimiento no sé si excesivo pero sin duda palmario en el ámbito nacional.
¿Cómo surgió la idea de que Igor Paskual escribiera el prólogo de El túnel?
Me apetecía que un músico arropara el libro con el prólogo. Además, Igor nos aportaba su talento como escritor, así que junto al editor, Jorge Salvador, decidimos que era la persona ideal. No nos equivocamos.
Dice Paskual: “El túnel es un libro que no entra como una navaja sino como la áspera caricia de un mercado recogiendo sus restos al amanecer. Son las palabras de alguien que vive encantado con su propio desencanto“. ¿Está de acuerdo?
Totalmente. Es evidente que el protagonista se regodea en su desdicha. En ello hay un porcentaje de autodestrucción, otro de falta de talento y, sobre todo, miedo, mucho miedo a enfrentarse a la vida.
¿A qué se refiere su protagonista cuando repite “soy un hombre de invierno“?
Un hombre gris, frío, destemplado. Un hombre con sus borrascas interiores, con sus tempestades y esa tensa calma que las sucede. Un hombre de abrigos y cafés, de noche y lluvia, un hombre a quien la niebla que emana apenas le permite verse en el espejo.
Uno de los personajes secundarios, Ícaro, es un pre-adolescente que se niega a ir al colegio para que sus compañeros no se rían de su obesidad. De nuevo, el miedo a “salir”.
Sí, Ícaro es alguien con quien se siente muy identificado David y quiere ayudarle. Era algo que me interesaba, ese perfil de persona que ayuda a los demás pero no es capaz de ayudarse a sí mismo.
Su personaje no se marcha, pero usted ya hace años que se ha marchado. ¿Está cumpliendo el sueño de Madrid?
Pocos de mis sueños están relacionados con Madrid. Mis sueños están relacionados con mi mujer y mi hijo, con el resto de mi familia, con mis amigos, también, en menor medida, con mis proyectos creativos. Madrid es el decorado, nada más.
El protagonista de El túnel se llama David; en Perros de presa aparecía como secundario un periodista llamado David Barreiro que, además, era el protagonista de su primera novela, Mediocre. ¿Debemos ver a todos estos David como sus alter egos?
No lo creo, en Mediocre y Perros de presa era un juego, una caricatura del David Barreiro real. En este caso, simplemente me parecía que a ese personaje le iba ese nombre. Mucho más que a mí.
Por cierto, si la deshumanización de los centros comerciales era el tema central de Perros de presa, en este libro tampoco salen demasiado bien parados. De hecho, usted les tilda de “cementerios”.
Sí, así se refiere Chechu, el amigo de David, a Parque Principado, donde trabaja hasta que la empresa hace una “reestructuración de plantilla”. Odio los centros comerciales, es algo ajeno a nuestra cultura (no a nuestra cultura capitalista, claro, sino a nuestras costumbres) y, personalmente, los aborrezco. Afortunadamente, también a los personajes de mis novelas les dan asco.
¿Es cierto que siempre escribe dos novelas a la vez?
Escribo demasiadas cosas a la vez. Tengo muchos defectos como escritor y ése es uno de ellos, mi incapacidad para centrarme en una sola historia. Ahora mismo, ojalá estuviera escribiendo solamente dos novelas al mismo tiempo…
Sus guiones cinematográficos y sus textos teatrales, al igual que sus novelas, también han sido premiados. ¿Novela, cine y teatro se escriben con distintas partes del cerebro?
Es la misma parte del cerebro, esa pequeñita que apenas utilizo… de ahí parte todo, pero son técnicas diferentes. Una vez que te introduces en un género escribes según sus normas y no hay conflicto alguno, en un guión no te dejas llevar por alardes narrativos ni en una novela te conformas con la asepsia del guión. Es como nadar, hay cuatro estilos, pero una vez que te decides por uno ya nadas así y, simplemente, vas avanzando.
¿Qué es Patatas?
Un cortometraje que rodamos ya hace dos años y que fue Premio Nuevos Realizadores del FICX. Una experiencia apasionante que espero poder repetir. Cuenta la historia de alguien que vuelve a casa a raíz de la muerte de su abuela. El protagonista se llama David, por cierto…
En un momento de El túnel, David dice que la librería Paradiso es el único lugar de Gijón que salvaría de un incendio. Si tuviera que elegir usted una sola biblioteca, ¿cuál salvaría de las llamas?
Supongo que por el enclave y el almíbar de los recuerdos escogería la Casa de las Conchas de Salamanca. Estaba frente a la facultad de Periodismo en la que estudié y pasé allí muchas tardes durante la carrera, quizás demasiadas, ahora que lo pienso, debí ir más a los bares. Bueno, eso tampoco lo hice mal.
Díganos, ¿realmente son tan buenos los margaritas del Savoy?
No entiendo mucho de margaritas, pero en el Savoy siempre tienes buena música abrigándote, un amigo con el que beber y está abierto cuando el resto de la ciudad ya está en la cama. En esas condiciones, una margarita del Savoy sabe mejor que cualquier otra cosa del mundo.
Fotografía: Olaya Pazos
(27 de mayo de 2015)