David López acaba de publicar El aventurero Vivar (RocaEditorial, 2013) una apasionante y adictiva novela que tiene como punto de partida el intento de toma de la ciudad de Cartagena de Indias por parte de la flota dirigida por el Almirante Vernon, en 1741. 186 buques y 30.000 ingleses asedian a apenas 6 navíos y 3.000 españoles. Estaba en juego el control de la ruta de las Indias y todo parecía estar perdido.
Novela histórica, de aventuras y de corte clásico, narrada con un excelso uso del lenguaje y con irónicos toques de humor, que profundiza y va más allá que novelas como las de Patrick O’Brian o las del propio Alatriste, a las que seguro podría referirles su argumento. Aquí, tal y como nos comenta el autor en esta entrevista, “por encima del hecho de la batalla, que la hubo, de la muerte, que fue mucha, y de la victoria, que fue nuestra, se encuentran los personajes que vivieron tales días” , y es que los personajes van a evolucionar interiormente y con ellos vamos a vivir una historia de heroísmo, honor, traición y venganza, de aventuras y espionaje, pero también de amistad y amor; una historia que no esconde la crueldad del imperialismo -de todos los imperialismos-, que vuelve a denunciar cómo detrás de cualquier guerra se esconde un interés económico.
David López (Langreo, 1978). Es biólogo y analista. Debutó como escritor en 2006 consiguiendo los premios Valdemembra de Novela Corta por la obra Otro afer de niños (Ediciones El Problema de Yorick), y el Jaén de Novela por El crimen de los Monegros (Mondadori). Previamente a El Aventurero Vivar ha publicado también con Roca Editorial su novela La Travesía (2010), en la que narraba las peripecias, entre trágicas y cómicas, de los hombres que viajaron junto a Charles Darwin en el bergantín Beagle.
Debe permitirme comenzar con una curiosidad personal: ¿Cómo un biólogo analista decide enrolarse en una novela de aventuras de temática marina?
Sobre todo desde la curiosidad. Siempre he sentido una particular fascinación por las novelas ambientadas en la mar, y eso pese al pavor que siento si estoy sobre cualquier superficie de agua más grande que una bañera.
Es algo que en su novela anterior, La Travesía, también había reflejado en algún modo, con el Beagle… aunque con un tono bien distinto…
Son novelas muy distintas, desde luego. La Travesía es una novela coral acerca de un viaje, en el que los dilemas morales son muy distintos. Para esta narración necesitaba un tono más ágil y, desde luego, sangriento. Porque si bien en La Travesía ningún personaje se veía en la imperiosa necesidad de matar, en El Aventurero Vivar esto ocurre, y de un modo constante…
No solo se ha embarcado en una temática bien lejana a su profesión sino que también se ha alejado en el tiempo para recuperar un suceso histórico la “Guerra de la Oreja de Jenkins”, prácticamente desconocido para nosotros…
Es muy cierto. Por si bien es cierto que todas las guerras tienen un fuerte componente económico, aquélla lo fue todavía más, y el casus belli que dio lugar a las hostilidades tiene un carácter patético que hace que las batallas, las invasiones, las muertes y la miseria que trajo aquella guerra sean todavía más estúpidas.
¿Fue tal la hazaña conseguida contra los ingleses como la que narra en la novela?
Fue una hazaña, de eso no cabe duda. El desequilibrio de tropas, de barcos y de cañones entre ambos bandos era considerable. Los ingleses sufrieron una terrible cantidad de bajas entre los suyos y no consiguieron sus objetivos, pero no se debe olvidar que los españoles contaron con la ayuda de las fiebres.
El día en que dejemos de ser una patria de hijos de Caín, otro gallo nos cantará”
Ello le ha permitido recuperar para la historia la figura de Blas de Lezo, que debería ser uno de los héroes nacionales españoles y que sin embargo apenas es conocido…
Nada extraño en este país. El día en que dejemos de ser una patria de hijos de Caín, otro gallo nos cantará.
Si hubiese sido inglés seguro que su reconocimiento sería otro…
¡Desde luego! Sin ir más lejos, el propio Almirante Vernon, quien comandó el ataque a Cartagena de Indias, había liderado otro, unos pocos años antes, contra la plaza de Portobello. El gobernador de la plaza la rindió casi sin oponer resistencia, contando con pocas tropas y menos ánimo, y en Notting Hill, en Londres, hay una calle llamada Portobello Road, en honor de lo que fue una batalla menor, y otra llamada Vernon Yard, en honor del Almirante. Pero Inglaterra siempre ha sido muy buena en convertir sus fracasos en éxitos.
Podría haber sido un buen personaje protagonista, sin embargo ha centrado la acción en otros personajes que combatieron a su lado, como el Teniente Guillén.
La elección de dejar caer el peso de la narración sobre otros personajes se debe a motivos de facilidad narrativa. Lezo es un personaje “goloso” para el escritor, pero su elección me hubiera limitado el campo narrativo.
Con él descubrimos una importante diferencia, casi de honor, entre los marinos españoles y los corsarios ingleses…
Y casi sería mejor decir entre corsarios y marinos de carrera. Tanto los ingleses como los españoles confiaron mucho en las manos de los corsarios para llevar a cabo operaciones de guerra, y por más que se pueda pensar, era una guerra que desde su punto de vista, era del todo legítima. De cualquier modo, para los españoles, los corsarios ingleses no dejaban de ser simples piratas, y como tales eran tratados en caso de ser capturados.
O con el que da título a la obra, el aventurero Vivar, con quien descubrimos una nueva acepción de ese adjetivo: “aventurero”…
Es un título que viene de los tiempos en los que la armada española no seguía la estructura jerárquica que heredaría de la francesa con la llegada de los Borbones. Este título sólo se entiende si se hace notar que la oficialidad de la armada debía ser hidalga “por los cuatro costados”, es decir, que los cuatro abuelos del candidato a oficial debían ser hidalgos. Si esto no era así, no se podía llegar a ningún cargo de oficialidad. Enrolándose como aventurero, un hombre sin hidalguía podía estudiar el oficio de la mar, prepararse para, llegado el caso, poder acceder al cargo de alférez de navío.
más allá del hecho de la batalla, que la hubo, de la muerte, que fue mucha, y de la victoria, que fue nuestra, se encuentran los personajes que vivieron tales días”
Y descubrimos también que los espías ya tenían un especial protagonismo y llegaban a ganar batallas en pleno siglo XVIII…
¡Y mucho antes, incluso! Los espías ya jugaban un papel crucial en los tiempos de la guerra entre los Habsburgo y la Turquía Otomana. Imaginar que en una operación de tal escala como fue el intento de invasión de Cartagena hubo espías involucrados es, más que un acto de fe, una deducción lógica.
Hemos comenzado por los personajes pues la definición y profundidad de los mismos, y su evolución psicológica son uno de los puntos fuertes de la obra, va más allá de una novela de aventuras.
Desde luego no quería ofrecer al lector unos personajes planos que no tuvieran desarrollo ni profundidad. Al fin y al cabo, más allá del hecho de la batalla, que la hubo, de la muerte, que fue mucha, y de la victoria, que fue nuestra, se encuentran los personajes que vivieron tales días. Imaginarme en su piel fue buen acicate para escribir, amén de que mi editora, Patricia Escalona, me aconsejó con insistencia en que lo que debía primar en la novela debía ser lo que se cuenta, no cómo se cuenta.
Ha querido trasladar también la relevancia de los personajes a la estructura de la novela, que va combinando sus distintos puntos de vista…
Ése fue otro de los motivos por los que renunciar a Lezo como protagonista único e indivisible. Con más de un personaje puedo abarcar más acción, ofrecer más puntos de vista y explicar, mediante saltos temporales, los motivos que tienen tales personajes para actuar como lo hacen. Es parte de ese delicado y puttanesco encaje de bolillos al que me he referido anteriormente.
En esa estructura utiliza también una división por capítulos que recuerda las novelas decimonónicas, realizadas por entregas para la prensa, con ordenados saltos en el tiempo y el espacio, conduciendo al lector por sus páginas en un adictivo ritmo…
Si a Charles Dickens le funcionó…
Nos coloca también referencias a prensa de la época, como “La Gaceta de Madrid” que contribuyen a la verosimilitud a la obra. Imaginamos que ésta ha sido una de sus fuentes de documentación…
Entre otras muchas. Aparte de los tomos de la Historia General de la Armada, de la documentación relativa a los uniformes de la armada española en el siglo XVIII o los que portaban las tropas de infantería en la América Colonial, aparte de una vieja enciclopedia marítima que pertenecía a mi abuelo… en fin, que sería muy aburrido contar todo lo que un escritor tiene que leer para, muy a menudo, ni siquiera reflejarlo por no parecer un pedante insufrible. Pero hay mucho trabajo de fondo, mucho.
Un punto fuerte de la novela es el excepcional uso del lenguaje, pulcro y ágil, con constantes referencias a palabras de la época, ya en desuso, que enriquecen la lectura.
Siendo como soy un enamorado del lenguaje, era una obligación por mi parte ofrecer algo distinto a los lectores. Además, como dice mi mujer, y madre de mi hija, “a veces hay que dar liebre por gato”.
Siendo como soy un enamorado del lenguaje, era una obligación por mi parte ofrecer algo distinto a los lectores”
Ha cuidado también muy bien los distintos registros de los personajes…
No podría ser de otro modo. Si un teniente de la armada hablara en el mismo registro y con las mismas palabras que un rufián de bayuca o un sargento de artillería, ¿qué clase de trabajo estaría haciendo? ¿Dónde estaría la verosimilitud que debo ofrecer?
Añadiendo un tercer registro para el narrador, un contrapunto que aporta modernidad y frescura a la novela.
Admito sin rubor que Patricia fue quien me guio por el buen camino en ese particular. En demasiadas ocasiones los autores nos cegamos con una idea, y necesitamos alguien que nos sacuda una buena colleja y nos ponga en nuestro sitio.
Aunque la novela está narrada desde el punto de vista español, curiosamente la ha dotado de humor “inglés”, cargado de ironía, y llega a retar a los lectores a divertirse tanto como usted… o retarse en duelo…
Lo cortés no quita lo valiente. Hemos tenido rencillas innumerables con los ingleses a lo largo de siglos y siglos, y en el mejor de los casos se han comportado como una panda de hijos de mala madre —no digamos ya en el peor—, pero dado que nosotros no éramos mucho mejores, considero que no tiene nada de extraño apropiarme, por decirlo así, de su sentido del humor.
esta novela no es ningún canto al Imperio Español. De ningún modo. Éramos lo que éramos e hicimos lo que hicimos, y las guerras que libramos fueron por motivos dislocados de la realidad”
La obra refleja un momento crucial en el imperialismo español, en guerra con los ingleses por una primacía económica, casi impuesta por “los mercados” de la época…
Sí… y aquí debo hace hincapié en que esta novela no es ningún canto al Imperio Español. De ningún modo. Éramos lo que éramos e hicimos lo que hicimos, y las guerras que libramos fueron por motivos dislocados de la realidad, con una perentoria necesidad de las materias primas de las Indias y las terribles dificultades que siempre tuvimos para controlar unos territorios enormes con muy pocas gentes.
Ángeles Caso, en Donde se alzan los tronos hace referencia también al control del negocio de la trata de esclavos africanos como trasfondo de las guerras entre ingleses, holandeses y portugueses contra españoles y franceses…
Bien, que no se malinterprete lo que voy a decir. La trata de esclavos, tal y como estaba concebido el modelo económico en aquel siglo, era una consecuencia lógica. Terrible y por completo rechazable, pero lógica. Y movía buenas cantidades de dinero… aunque no tanto como se pudiera pensar, porque se podían obtener más beneficios con el té o el azúcar, por poner un ejemplo. Pero sí, la trata de esclavos era moneda común.
La crueldad de esa esclavitud y la denuncia de esa explotación humana está muy presente en su obra… son tremendos esos episodios en torno a la caña de azúcar.
Tuve la suerte de poder leer obras ambientadas en torno a los cimarrones, los esclavos huídos, y de su modo de vida, sus costumbres y las miserias que padecían en los “ingenios” de caña de azúcar, pues así se llamaban las explotaciones. No tengo palabras educadas para definir lo que pienso de tales prácticas.
Una explotación también sexual que lamentablemente vuelve a estar presente en este siglo XXI…
Los hombres siempre seremos unos hijos de perra. Ni más ni menos. Y algún día habremos de pagar por ello.
No oculta una fuerte crítica al colonialismo y llega a escribir en la parte final de la obra: “Que la historia perdone a Europa por el daño causado a tales gentes, porque de existir Dios –negocio sobre el que tengo más que serias dudas- jamás podría otorgarnos misericordia alguna”.
Es que resulta complicado pensar en un modo en el que las potencias coloniales europeas podrían haberlo hecho peor. Y no quiero caer en el buenismo de pensar que los indígenas eran unos santos que vivían en paz y armonía. No era así. Eran otras piezas de cuidado. Pero el hecho de que todos fuéramos unos miserables no mengua nuestra falta ni nos exime del pecado. Ingleses, españoles, franceses, belgas, alemanes… todos hemos sido bestias.
Es la segunda novela que publica a nivel nacional con Roca Editorial. Ha mencionado en varias ocasiones a su editora, ¿qué papel juega el editor en el proceso creativo?
¡Enorme! No quiero criticar a la cada vez más frecuente autoedición. Cada cuál escoge el medio por el que difunde su obra. Pero siempre he sido partidario de que el artista debe dejarse moderar y filtrar por quien conoce el mercado y la técnica. El escritor ve la obra desde dentro, el editor la observa desde fuera. Los dos puntos de vista son muy necesarios, y sin el de mi santa y angelical Patricia, a cuyos pies me rindo y cuyas palabras considero como divinas (¡gracias, chata!), esta obra hubiera sido muy distinta. Y sin duda, peor.
Si las cosas no cambian, lo de vivir de la escritura va a pasar de ser una utopía inalcanzable a un verdadero cuento de terror. Y cuando ya nadie escriba, ¿qué se leerá?”
Seguro que esto es algo apenas conocido por los lectores y quizás por ello poco valorado, pero que queda puesto en peligro ante la piratería digital.
Sí. Sin duda. Y no me gusta nada hacia dónde se encamina esto. Si las cosas no cambian, lo de vivir de la escritura va a pasar de ser una utopía inalcanzable a un verdadero cuento de terror. Y cuando ya nadie escriba, ¿qué se leerá?
¿Volverá a enrolarse en una nueva aventura marina o nos espera un nuevo cambio de registro?
Todo depende. En principio tengo un par de cosillas escritas esperando opinión, y si esta novela funciona bien, ¡y eso espero!, puede que prosiga con la mar. Hay mucho que contar y mucho inglés por degollar. Con perdón.
(21 de abril de 2013)