La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada
Gabriel García Márquez
Mondadori
156 págs.
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Estamos ante uno de esos libros que en verdad merece la pena buscar en los estantes de las bibliotecas y rescatar para su lectura, uno de aquellos que pueden considerarse como “imprescindibles” para comprender la grandeza narrativa y las posibilidades de expresión del relato; una de las obras maestras de García Márquez, un buen comienzo para los lectores que aun no hayan leído ninguna obra del Premio Nobel colombiano, que si bien ha alcanzado su mayor relevancia literaria por sus novelas, en sus relatos encontramos muchas de las claves de su literatura y de ese estilo convertido en género que se ha dado en llamar “realismo mágico”.
Este libro excepcional reúne la novela corta que le otorga su título y otros seis relatos más, de los que todos menos uno pertenecen a la etapa de plena madurez del escritor. Fueron los años en los que Macondo le abrió las puertas del realismo mágico: la frase se hace más larga y caudalosa, la realidad se expresa mediante fórmulas mágicas y legendarias, los milagros se insertan en la vida cotidiana. La cándida Eréndira y su abuela desalmada personifican la inocencia y la maldad, el amor y su perversión, y el relato recuerda al mismo tiempo las gestas medievales y los cantos provenzales o trovadorescos, aunque, como siempre, inmersos en ese mundo denso y frutal del Caribe americano. Estas siete narraciones no son ejercicios para conservar un estilo, ni muchísimo menos, sino siete exploraciones en el mundo definitivo que el escritor había conquistado de una vez por todas.
«Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento de su desgracia. La enorme mansión de argamasa lunar, extraviada en la soledad del desierto, se estremeció hasta los estribos con la primera embestida. Pero Eréndira y la abuela estaban hechas a los riesgos de aquella naturaleza desatinada, y apenas si notaron el calibre del viento en el baño adornado de pavorreales repetidos y mosaicos pueriles de termas romanas.»
En los primeros capítulos de Cien años de soledad se puede apreciar una posible intertextualidad con este cuento: a Macondo llega una mujer gorda con su nieta, una adolescente mulata de aires desolados a la cual prostituye en los distintos pueblos que va visitando (durante su estadía en Macondo en “la tienda de Catarino”) hasta que la joven consiga el dinero suficiente para pagar por la casa que se había destruido en un incendio por descuido de ésta, aunque no se mencionan sus nombres ni otros detalles. Sin duda el autor ya tenía en su mente la increíble y triste historia de la cándida Eréndira. Sus lectores nunca podrán olvidarla.