En los tiempos que corren cada vez resulta más difícil que una editorial “de las grandes” se fije en un autor novel para publicar su primera novela; la decisión es siempre arriesgada, pero en muchas ocasiones es ahí donde esconde la magia. Esa magia ha querido unir a la gijonesa Laura Castañón y a la editorial Alfaguara para que viese la luz Dejar las cosas en sus días, en lo que ha sido una fulgurante irrupción en el panorama literario nacional para su autora y sin duda la gran sorpresa de la temporada para la literatura asturiana.
Laura Castañón, gijonesa nacida en Mieres, es muy conocida en el ámbito de nuestras bibliotecas públicas por impartir varios talleres de lectura en las bibliotecas municipales de Gijón; tras haber trabajado como correctora de textos y lectora de originales, y después de publicar numerosos artículos, poemas y relatos, nos ofrece ahora su primera novela, Dejar las cosas en sus días, en la que nos propone un recorrido por la historia de quienes vivieron y murieron durante la convulsa primera mitad del siglo XX en España –con especial acento en los años de guerra civil y en la cuenca minera del Aller–, pero también la de aquellos que han crecido a la sombra de la dictadura franquista y del recuerdo cercano del horror, y la de sus hijos, que ahora pasan de los 40 y que muchas veces indagan en los recuerdos de padres y abuelos o bucean en las páginas de libros de historia y diarios de las hemerotecas, en un intento –tantas veces frustrado– por saber qué pasó, por entender, por perdonar y por olvidar tanto dolor.
Una apasionante novela que trata de recuperar una parte de la memoria histórica, colectiva, de nuestro país, pero que también rastrea en los recuerdos individuales de un puñado de personajes –que no por ficticios, que lo son, resultan irreales o poco creíbles– hasta dar forma a un relato de intriga histórica que deja muchas preguntas en el aire, con la intención de que sea el lector quien encuentre las respuestas, si es que las hay.
“No hay nada más que formular un deseo con la más firme de las determinaciones y la certeza de que se cumplirá, para que el universo entero se ponga en marcha, y los planetas inicien la alineación adecuada y las casualidades comiencen a producirse en una secuencia que tiene más que ver con la magia que con cualquier otra circunstancia” (p. 163)
Publicar esta novela y hacerlo en una editorial tan prestigiosa como Alfaguara seguro que ha sido la culminación de un deseo, ¿fueron muchas las casualidades y la determinación para que se hiciese realidad?
Sinceramente: creo que ni siquiera me atrevía a desearlo. Si siempre he sido consciente de lo difícil que resulta que una grandísima editorial publique la primera novela de un autor, en estos tiempos me parecía tan imposible que no podía imaginarlo, y de hecho no la escribí con ninguna vocación editorial, solo porque me apetecía, sin más. Tuvo que ver la casualidad: un amigo, que es escritor, la leyó, y él mismo la envió a la editorial, en Alfaguara les gustó, y ya está. Así de sencillo, y así de mágico. Yo aún sigo sin creérmelo del todo.
Su irrupción en el panorama literario asturiano y nacional ha sido la gran sorpresa de la temporada, no tanto para quienes la conocen pues Dejar las cosas en sus días llega tras un largo recorrido… la literatura siempre ha estado presente en su vida.
Sí, eso sí. Siempre. Empecé a trabajar con talleres literarios, cursos de literatura, de creación literaria… a mediados de los ochenta. Y hasta el recuerdo más antiguo que tengo de mí misma, me veo leyendo, o escribiendo o imaginando.
hasta el recuerdo más antiguo que tengo de mí misma, me veo leyendo, o escribiendo o imaginando”
“Escribo poco porque leo mucho” (p.339), lo afirma una de sus protagonistas pero… ¿podría trasladarse a la autora?
Siempre he leído mucho, y aunque yo considero que he sido una escritora de esas que apenas escriben, he trabajado tanto con historias ajenas y en los procedimientos narrativos en los talleres que todo se fue conformando. Una de las cosas que he ido aprendiendo a lo largo de los años es que escribir es mucho más que el hecho físico de teclear: es un proceso mental, emocional… Esta novela se escribió a lo largo de dos años y medio, pero hubo periodos de varios meses sin que el texto aumentara ni una sola línea y, sin embargo, sé que en mi cabeza, mientras fregaba los platos, o paseaba por la playa, o cosía un quilt, o charlaba, también estaba escribiendo.
Hay un detalle que va a ser del agrado de nuestros lectores, y es que las bibliotecas -una en particular-, van a estar muy presentes en la obra… con una importante carga simbólica, tanto para la trama como -creemos- para la gestación de la novela.
Soy usuaria y fan de las bibliotecas desde siempre. Y dirijo un par de clubs de lectura en la Biblioteca de El Coto, de Gijón. Y sí, podría decirse que la idea de la novela proviene de la imagen de una biblioteca. Lo cuento siempre, porque es una imagen que durmió en mi memoria desde que tenía muy pocos años, cuando me fijé por primera vez en la casa de Pomar y mi madre me dijo que allí habían vivido “las señoritas de Pomar” y que, entre otros lujos, en aquella casa había una biblioteca. Yo era muy pequeña, insisto, en mi casa había algunos libros, pero la idea de una casa que pudiera albergar una biblioteca me resultó fascinante. Tanto que siempre fantaseé con la vida que se habría desarrollado en aquel caserón, tan diferente del resto. Y aunque hubo muchos más ingredientes, creo que escribir esta novela tuvo algo de prolongación de aquella fantasía.
un pueblo en cuanto a país, tiene la obligación y hasta el compromiso moral de la memoria como colectividad”
El título escogido, Dejar las cosas en sus días, puede generar cierta confusión, pues la novela nos va a hablar precisamente de la necesidad de lo contrario, de no dejar las cosas en sus días…
El título procede de los versos de una canción de Víctor y Diego de los años 70, y en su formulación no se trata de una afirmación, en absoluto, sino de una duda: la que planea sobre los protagonistas. Independientemente de mi postura (yo creo que un pueblo en cuanto a pueblo, país, tiene la obligación y hasta el compromiso moral de la memoria como colectividad, pero también es cierto que más allá de eso, cada persona es muy libre de afrontar su propia memoria, la memoria familiar, los demonios que pueden aparecer en su biografía), los personajes de la novela, absolutamente marcados por su pasado, tienen distintas actitudes y a mí me gustaba la idea de que a los lectores les quedara, como mínimo, la pregunta ahí haciendo cosquillas.
Su protagonista, Aida, confiesa que “olvidar era una opción, pero no estaba segura de como se hacía eso…” Su opción de recuperar la historia de su familia es un ejemplo de alternativa personal ante la recuperación de la memoria histórica…
Aida apenas tiene opción, ni se la plantea siquiera. Su vida ha estado condicionada por la memoria del abuelo desaparecido en la guerra civil, y tras el fallecimiento de la abuela -quien consagró su existencia entera a la perpetuación de ese recuerdo heroico en la hija de la que estaba embarazada cuando él desapareció y en su nieta- toma el relevo y lo hace de forma activa, implicándose en la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica. Siempre se dice que son los nietos de los desaparecidos los que protagonizan esa búsqueda, y Aida no es ajena. Y ella no tiene ni la más mínima duda: por nada del mundo dejaría las cosas en sus días.
Aunque sí que nos hemos encontrado con ejemplos de gente que ha preferido “dejar las cosas en sus días”…
En la novela los hay, claro. He tratado de reflejar la realidad en ese sentido, y hay algunas conversaciones en la novela, que yo creo que todos hemos tenido en algún momento, o hemos asistido a ellas, acerca de la conveniencia o no de remover el pasado.
Es un interesante debate siempre que se garantice el derecho a no caer en el olvido, esquilmado durante mucho tiempo. Hace unos años la recuperación de la Memoria Histórica cobró una merecida relevancia con su impulso desde las administraciones, algo que en estos momentos parece languidecer…
A mí me cuesta mucho trabajo entenderlo, sinceramente, y cuando se planteó la “Gran Polémica” al respecto, me alucinaba la polarización, las cosas que llegué a oír. Con lo sencillo que era todo, que debería ser todo: poder recuperar los cadáveres, poder enterrarlos, recuperar sus nombres, dignificar su memoria. ¿De verdad eso es reabrir heridas? Qué curioso que quienes ponían/ponen el grito en el cielo por ello, luego opinan muy conmovidos en casos tan terribles como el de los niños asesinados por su padre, que la madre necesita poder enterrar sus restos. Y todo el mundo lo entiende, ¿no? Pues eso.
Está muy presente en la obra el respeto a la memoria de nuestros mayores y al papel que hemos de jugar para preservarla en nuestro bagaje personal y familiar; junto con ello en la novela refleja esa enfermedad de la “desmemoria” como es el Alzheimer, también con una importante carga simbólica…
Sí. El personaje de Andrés Braña es muy sintomático y me gustaba mucho ese juego que se trae con la memoria: se ha pasado toda su vida huyendo de sus recuerdos, enterrándolos, “dejándolos en sus días”, sin contarle nada jamás a nadie, pero cuando le diagnostican alzheimer (que deliberadamente no termina de estar claro) siente el vértigo de que todo eso desaparezca con él.
he escrito esta novela más como lectora que como escritora, quiero decir: ha primado por encima de todo lo que a mí me gusta leer”
Apuesta por un relato coral, en el que destacan los personajes de cuatro generaciones de una misma familia, los Montañés, algo que puede remitirnos a las sagas familiares del boom latinoamericano… ¿ha sido una de sus influencias?
He leído mucha novela latinoamericana, claro, y es posible, en la medida en que yo he escrito esta novela más como lectora que como escritora, quiero decir: ha primado por encima de todo lo que a mí me gusta leer, la he escrito contándomela a mí misma.
Una novela compleja en su construcción pero de muy fácil lectura, en la que lleva de la mano al lector, agarrándolo fuertemente para guiarle por los distintos saltos en el tiempo y en los diferentes hilos narrativos… No ha tenido que ser fácil su elaboración…
Quedaría muy bien si te digo que sí, que fue muy dificultoso todo, que tuve que trabajar mucho, pero no sería sincera. Fue todo tan sencillo que quienes me conocen de cerca y me vieron cómo escribía, no terminan de creérselo. Podría decir que fue todo como un estado de gracia, y quedaría muy mágico (muy latinoamericano, entiéndase el guiño) pero en realidad me inclino a pensar que tengo muy interiorizados los procedimientos narrativos de tanto taller y fue todo muy fácil. Creo que sería más real decir que me trasladé a vivir al universo de la novela y me limité a contar lo que “veía”, con la mayor naturalidad. Esto también parece muy mágico, y hasta un poco esotérico, pero puedo asegurarte que es bastante real.
A través de la historia de esa familia se puede identificar la historia de Asturias en su paso por el siglo XX, pero su relato se particulariza al escoger el marco del poblado de Bustiello, ejemplo del paternalismo industrial de primeros de siglo y una de las joyas de nuestro patrimonio histórico, que puede ser desconocida para muchos asturianos…
“La existencia de las Misiones Pedagógicas era totalmente desconocida en Bustiello, en aquella burbuja impermeable a todo lo que no formara parte del orden de los días.” (p. 438)
Yo nací y crecí en Revallines, que está justo al lado de Bustiello, en la parroquia de Santa Cruz de Mieres, y por tanto esos espacios, ese ámbito forma parte de mi propia biografía afectiva. A medida que iba conociendo detalles de la historia de aquel lugar que para mí era tan habitual, fui cayendo en la cuenta de cuánto había de fascinante en todo ello. Me seducía el carácter de isla, de burbuja de toda la zona con respecto al resto del movimiento obrero de la época. En las minas del Marqués de Comillas, el Sindicato Minero no tenía ningún tipo de influencia, porque allí “mandaba” el Sindicato Católico. Incluso antes de conocer las particularidades digamos teóricas del paternalismo industrial, lo conocí en la práctica. Cuando era adolescente cayó en mis manos durante unos días un cuaderno de actas del jefe de los guardas jurados que tenía el Marqués en la zona, y me resultaba fascinante la caligrafía y la forma de redactar y sobre todo lo que contaba, en aquellas actas que a diario redactaba aquel hombre contando los pormenores de la vida en la zona: cualquier incidente nimio, cualquier pelea entre mujeres, cualquier blasfemia, los detalles cotidianos más pequeños quedaban reflejados allí con nombres y apellidos. Y siempre oí hablar de todo aquello: la gratitud que había entre la gente, “por lo mucho que hizo el Marqués” y que conllevaba un no sé qué de sumisión o de… Vamos, que me parecía fascinante tanto por razones históricas como por la proximidad afectiva que yo pudiera tener.
“Así que Bustiello comenzó por el principio y, desde arriba, porque el pueblo se planificó a tres alturas, la más alta para los edificios públicos, en un escalón inferior los chalets de los directivos y en el más bajo las casas de los obreros.” (p.129)
Pese a abordar sucesos históricos con una importante carga ideológica y política, ha conseguido tramar la novela sin caer en extremismos, tratando de ofrecer una visión horizontal…
Ahí aparece otra vez la lectora. Llevo muy mal las novelas que “cargan”, porque la separación entre lo comprometido y lo panfletario a veces es tan leve… Y esto no tiene nada que ver con la equidistancia, que también me parece espantosa. Que yo tenga mis propias convicciones no me convierte ni en portavoz de nada, ni mucho menos me permite ejercer ese didactismo digamos moral que me pone de los nervios. Yo quería contar una historia en la que intervienen muchos y muy variados personajes y ellos (historia y personajes) son los que mandan: su voz, sus ideas, sus reflexiones. El lector, que es muy listo, puede sacar sus propias conclusiones. Y lo está haciendo.
Yo quería contar una historia en la que intervienen muchos y muy variados personajes y ellos (historia y personajes) son los que mandan: su voz, sus ideas, sus reflexiones”
Su proximidad con el marco geográfico en el que se desarrolla la novela le ha permitido ser muy rigurosa con su base histórica y descriptiva; además de ese rigor, ¿hay alguna base de realidad en la trama de la novela?
No, no, ninguna, es todo ficción. Es cierto que existe Bustiello, claro, y la casa de Pomar. También es cierto que en esa casa vivió el Director de la Sociedad Hullera, que era madrileño, efectivamente, con su familia. Fin de las coincidencias. Sí que he tratado de respetar todo lo que tiene que ver con eso, con el marco geográfico y el histórico, porque también como lectora soy muy quisquillosa con esas cosas.
Difícilmente clasificable, además de novela histórica, su obra tiene un importante fondo social y psicológico, en el que las relaciones humanas están por encima de la historia…
Es que lo que más me gusta del mundo es crear personajes y cuando lo haces, no sé si bien pero al menos concienzudamente, te encuentras con que estos tienen su propia vida, funcionan casi por su cuenta. No sé si se puede hablar de novela histórica, sinceramente creo que es más bien novela intrahistórica, por muy rigurosa que haya sido con el marco en que se desarrolla.
Aunque uno de los personajes llega a comentar “El amor no existe. Es un invento, te lo aseguro” (p. 325), el amor y sus distintas expresiones, como eje de esas relaciones humanas, también juega un papel relevante…
Sí. Una lectora me dijo que es, entre otras muchas cosas, un catálogo de diferentes amores, y hay algo de cierto. Hay varias historias de amor. Y son muy distintas.
Fue todo tan sencillo que quienes me conocen de cerca y me vieron cómo escribía, no terminan de creérselo”
Llama la atención el uso de técnicas y recursos literarios propios de escritores experimentados. Uno de ellos es contarnos la historia a partir del punto de vista de distintos narradores…
Es que no sé hacerlo de otra manera. Tanto en mi faceta de lectora, como en la de mi condición de docente en talleres literarios, lo del narrador y el punto de vista es una obsesión y mis alumnos lo saben. Esta historia exigía que se contara desde distintos ángulos, y por eso también se utilizan distintos procedimientos: los emails entre Bruno y Aida, por ejemplo, que sirven para que el lector conozca de primera mano cómo evoluciona su relación amorosa en los inicios. O el diario de Claudia de niña. O las cartas que escribe Benito Montañés a su idolatrado Marqués. O las grabaciones que hace ante la webcam un personaje como Andrés Braña.
Estos distintos narradores añaden una dificultad al uso del lenguaje que ha sabido resolver con brillantez, adaptando con rigurosidad los distintos registros y épocas…
Otra de mis obsesiones, qué se le va a hacer. Tengo que “oír” a los personajes y lo que dicen tiene que ser verdadero, porque estoy cansada de no creerme al narrador o a los personajes, y que eso me eche a perder una novela que esté leyendo. Lo he cuidado mucho, lo reconozco. Cada personaje tiene su voz, aunque digan una sola frase en toda la novela. Eso me parecía imprescindible.
Hemos leído que Dejar las cosas en sus días es la primera de las novelas de una trilogía protagonizada por la familia Montañés ¿tiene ya previsión del lanzamiento del siguiente título?
Sí y no. Sí es una trilogía, pero no está protagonizada por la familia Montañés, aunque alguno de los personajes (en la segunda en concreto, Paloma, y en la tercera, Ángel, entre otros) también aparecerán, no como protagonistas, pero sí con la entidad suficiente como para iluminar algunas zonas de esta novela. Y tengo que decir, porque hay algunas personas muy preocupadas por ello, que es autoconclusiva: tiene un principio y tiene un final, y es ése. Pero, confirmando de nuevo que la lectora que soy tiene mucho mando en lo que escribo, a mí me gusta mucho cuando en una novela se repescan personajes que aparecieron en otras novelas, y ésa es la idea, aparte de un tiempo histórico común y algunas otras circunstancias… ¿Lanzamiento? Uy, de momento estoy escribiendo la segunda, y aspiro a pasármelo tan bien mientras lo hago como me lo pasé con su hermana mayor… Todo lo demás, ya se irá viendo…
Laura Castañón (Santa Cruz de Mieres, 1961). Aunque vivió hasta los veinte años en el límite entre los concejos de Mieres y Aller, se siente gijonesa por elección. Desde mediados de los ochenta, cuando aún era algo casi exótico, se dedica a la enseñanza en talleres de creación literaria. Además de los relacionados con la escritura y la literatura en general, ha impartido cursos de aspectos vinculados a la comunicación, a la que también se ha dedicado tanto en radio, como en prensa y televisión, además de ejercer a lo largo de distintas ediciones, como jefa de prensa en festivales como la Semana Negra de Gijón. Ha sido correctora de textos y lectora de originales, y ha publicado artículos, poemas y relatos, así como un libro para niños cuando su hija era muy pequeña. Durante años ha trabajado como Relaciones Externas en una importante empresa, ocupándose tanto de la comunicación corporativa como de la programación y organización de actividades culturales. La irrupción de la fibromialgia la obligó a prescindir de su trabajo y de su activa participación en la vida cultural de la ciudad, pero, por otro lado, le facilitó que por fin -y después de tanto trabajar en creaciones ajenas- se sentara a escribir una novela, lo que no deja de ser un poco llamativo si tenemos en cuenta que ya es madre de una escritora. Actualmente escribe la segunda novela de la trilogía que se inicia con Dejar las cosas en sus días. Tiene dos hijos y un nieto.