“No se trata de una guía convencional (que no anda un servidor de la cabeza para guiar a nadie); no busque en nuestra páginas un calculado repaso a nuestras maravillas naturales, a nuestra riqueza paisajística o gastronómica. El libro que usted tiene ahora en sus manos no contiene mapas ni planos; es básicamente un intento de abrirnos al mundo con mucho humor y sin complejos”.
Así explica Maxi Rodríguez al lector qué es lo que se va a encontrar en ¿Cómo ye lo nuestro?, un libro rebosante de humor inteligente que nos descubre la cara más divertida de Asturias y la verdadera idiosincrasia del Principado con acidez y autocrítica. Maxi Rodríguez sabe bastante de las entrañas de esta región, como así lo plasma en la ya famosa Parando en Villalpando, su sección semanal en La Nueva España que cuenta con una retahíla de seguidores y toma su nombre del área de descanso en Zamora donde paran los autobuses asturianos camino a Madrid -una selección de las mismas han quedado recogidas en su libro homónimo-. Pero Maxi Rodríguez es, sobre todo, un hombre de teatro. Actor, dramaturgo y director de escena, Rodríguez ha recibido numerosos premios teatrales (“Espiga de Oro”, “Soto Torres”, “Borne”, “Marqués de Bradomín”, “Jovellanos”…) y ha trabajado de guionista en series como 7 vidas.
Escribe usted: “si a algún productor televisivo le diera por inventar uno de esos quiz show de Ramón García sobre nuestra cultura y nuestras tradiciones quedaría el premio desierto, tal es el nivel de despiste o desconocimiento”. ¿Tan escondidos estamos?
Eso parece. Viendo el permanente ninguneo del gobierno central y de los medios nacionales da la sensación de que somos un espacio brumoso en el “área cantábrica” con vistas chulas y poco más. Fue sobrecogedor comprobar cómo la mayoría de los cronistas políticos que informaron sobre nuestra última convocatoria de elecciones autonómicas (que coincidían con las andaluzas donde todos ponían el foco) ni siquiera se tomaron la molestia de aprenderse bien el nombre de nuestros candidatos.
Pero, aunque no se nos conozca mucho, lo cierto es que los asturianos no caemos mal…
Claro. Quizá porque somos más bien pocos y tan periféricos, con tan escasa capacidad de influencia, que afuera se nos ve como peña inocua e incluso divertida. Nos pasa como al Sporting cuando lo definían como el “equipo simpático” de la liga de las estrellas. Salimos fuera, nos golean y volvemos en el Alsa cantando “pobre del que quiera robarnos la ilusión”.
somos más bien pocos y tan periféricos, con tan escasa capacidad de influencia, que afuera se nos ve como peña inocua e incluso divertida”
¿Cómo le explicaría a alguien que no es de Asturias lo que significa refalfiu?
Una buena escuela para eso son los congresos y las asambleas de muchos grupos políticos.
En ¿Cómo ye lo nuestro? describe varios asturiotipos. Explíquenos, por ejemplo, el masuñón, el sangrín, y el ecosexual.
El masuñón, un tipo entre cargante y adorable que necesita el contacto físico para sentirse bien. El sangrín y el ecosexual comparten un toque salvajón y pendenciero, pero el segundo se ha hecho converso, ha decidido pararse y mirar hacia dentro.
¿En qué asturotipo encajaría usted?
En todos y en ninguno. Yo soy multitud. Y mi profesión de actor me concede el privilegio de ser otro cada vez.
¿Por malhablados se nos conocerá?
Un día, cuando estudiaba teatro en Italia, llegué exhausto a la cúpula de la catedral de Florencia. Como aquello estaba plagado de guiris, no me corté lo más mínimo para soltar, jadeante y sudoroso: “¡el puto Brunelleschi de los cojones!” Una tipa, con marcado aspecto alemán se giró y me dijo: “Usted es asturiano, ¿verdad?”
¿Por qué el hombre del tiempo siempre nos pasa de largo en el mapa?
Eso digo yo. Y lo que es peor, ¿por qué sólo y exclusivamente nos nombra cuando están a punto de empezar las vacaciones de Semana Santa, el puente de mayo o el inicio del verano para soltar aquello de “se prevén fuertes aguaceros y abundantes precipitaciones en el Principado de Asturias”?
¿Cómo ye lo nuestro? es un libro que no está escrito en asturiano, sino con acento asturiano.
Aguilar es una editorial nacional que, aunque me puso como condición que mi libro fuera comprensible para todo el mundo de fuera de Asturias, no planteó ninguna objeción a mi intención de reflejar nuestra forma hablar, invitando al lector a un cierto proceso de inmersión lingüística, incluyendo un glosario de expresiones en asturiano al final.
“A veces se da la impresión de que en Asturias estamos atrasados, andamos por caleyas y vivimos de subvenciones”. ¿Sanbenito o realidad?
Bueno, desgraciadamente forma parte de la retahíla de tópicos que nos adjudican desde afuera. Y supongo que, en cierta medida, mucha culpa es nuestra. Deberíamos dejar de malgastar energías en cainismos absurdos, estar todos más unidos, defender lo nuestro y tratar de engancharnos de una vez por todas al tren de la modernidad.
Deberíamos dejar de malgastar energías en cainismos absurdos, estar todos más unidos, defender lo nuestro y tratar de engancharnos de una vez por todas al tren de la modernidad”
¿Hay algo que no cure la sidroterapia?
No creo. La sidra, como las palabras malsonantes, nos ayuda a liberar tensiones. Es nuestro autóctono suspiro. Puro alivio. Si no hubiera suspiros (o sea, sidra) nuestro mundo se ahogaría.
¿Los güelitos son el sustento de Asturias?
Desgraciadamente, de cada cien euros que entran en un hogar asturiano casi treinta lo aportan las jubilaciones. Cuando en el guión de Carne de Gallina planteábamos el drama de esa familia de la cuenca minera viviendo de la pensión del pobre vieyu sabíamos que la cosa –tan precaria, sin regenerar el tejido industrial y basada en estas muletas sociales- se pondría jodida. Luego, como pasa siempre, la realidad superará a la ficción.
¿Lo nuestro es para tomarlo a risa o para tomarlo a voces?
Ojalá, a pesar de los negros nubarrones, nunca perdamos nuestra capacidad de autoironía.
¿Cree que hay algún asturiano que no se acuerde de usted cuando coge un autobús Asturias-Madrid?
Lo cierto es que me llegan muchísimos mensajes de gente que no conozco cuando están en ese trance. Villalpando –me dicen- lleva camino de convertirse en un icono.
¿Qué le ha dado Parando en Villapando?
Al margen de otras cuestiones, la gratificación de mucha gente que me comenta cosas como: “me alegras la semana”, “los lunes son un poco menos tristes gracias a ti…” No es fácil abrir cada siete días una ventanina al humor en medio de una actualidad con hedor a vertedero. Cuesta buscar la perspectiva cómica entre tanto mamoneo.
¿Sigue militando en el teatro?
Por supuesto. Ya soy algo mayor para curarme de esa patología, es –entre otras cosas- una forma de ver la vida. Yo, como diría Mamet, soy dramaturgo porque me paso la vida hablando conmigo mismo y tomando nota de la conversación.
Los fanes de Carne de gallina nos preguntamos: ¿para cuándo otra película?
El cine en España, como lo entendíamos hasta ahora, está tocado de muerte. Habrá que inventarse nuevas maneras, alternativas casi de guerrilla…Y bueno, ahí estamos.
¿Qué se aprende en los chigres y qué se aprende en las bibliotecas?
Muriendo y aprendiendo. Yo crecí leyendo la vida desde el chigre porque en mi pueblo, El Pedroso, no había biblioteca. La primera vez que publiqué un cuento en un periódico tenía dieciséis años. Mis amigos abrieron el diario en el chigre y al ver que ocupaba casi una hoja dijeron: ¡Meca, guaje, vaya cachu cuentu! Cerraron el periódico, pedimos una de sidra y nos pusimos a jugar a la rana. Entonces comprendí que la vida y la literatura estaban (y siguen estando) aquí, a este lado de la barra.