La pasión por el trabajo que realizan es el común denominador de estos tres fotoperiodistas, Purificación Citoula, Marcos León y Miki López, acostumbrados a desenfundar sus cámaras mientras otros empuñan la pólvora y levantan barricadas. Su jornada lo mismo comienza con el Príncipe Felipe que acaba con Kevin Spacey, tras una guardia en la bocamina o unos insultos en el pleno municipal. Y de todo ello dejarán constancia, como notarios que son de la realidad.
Miki López (M.LZ.): Cuando yo empezaba a interesarme por la fotografía, en las bibliotecas no había libros de fotografías, todo lo que sabías era de oídas. Ahora sí encuentras algo, ¿pero no se limita todo a Robert Capa?
Purificación Citoula (P.C.): Son siempre los mismos, tres o cuatro, los que salen. Es un tema que las bibliotecas tienen algo descuidado.
Marcos León (M.LN.): Cuando la calidad y cantidad de fotógrafos que no son precisamente de la Agencia Magnum ni se llaman Robert Capa es increíble. Y son los testigos del siglo XX. Por eso es increíble que en las bibliotecas públicas no haya más libros, no sólo de fotoperiodismo, sino de fotografía en general, cuando es el único idioma internacional, todo el mundo puede ver y entender una imagen. El gran problema es saber leerla.
P.C.: Lo que empieza a haber ahora son los mismos libros de fotografía que editan ayuntamientos y asociaciones en los que se reúnen imágenes antiguas de la ciudad, recopilan fotografías y elaboran un catálogo. Eso sí llega a las bibliotecas públicas. Pero es que es la única forma de recuperar el pasado, porque no había otra cosa.
“Estamos viviendo un retroceso brutal en la libertad de información”
Miki López
M.LN.: Pero eso es más una labor de etnografía. Hay poco material de fotografía documental y de desarrollo del lenguaje visual de la fotografía.
M.LZ: En la misma organización de las bibliotecas es algo que no se contempla, no sé el motivo, porque en bibliotecas especializadas como las del Centro Integrado para la Formación Profesional de Comunicación, Imagen y Sonido de Langreo (CISLAN) o de la Escuela de Artes y Oficios, ahí sí encuentras de todo, que es lo mismo que puedes encontrar por internet. Hay que tener en cuenta que las únicas referencias de libros sólo las puedes sacar de la red, no hay más catálogo que ese. Y sin embargo son libros que tienen aceptación, porque en la Biblioteca de Avilés, de la que soy socio, se prestan mucho. Son libros para mirar.
M.LN.: Pero son libros muy caros. Son catálogos con formatos grandes, muy costosos de hacer, tapas, papel, etc. Intentaron crear colecciones, como el photopoche, con fotógrafos de todos los tiempos; éste es americano, pero también hay una versión nacional, y esas colecciones sí suelen tenerlas. Aunque luego los mezclan con los de cine, teatro o arquitectura, con lo cual termina por ser un cajón de sastre. La fotografía siempre se apartó del campo de las artes, y me parece bien pues no creo que sea un arte, la fotografía es fotografía, ni más menos, y las artes lo que quieren muchas veces es usarla para desbancarla en su esencia e instalarse ella. Me refiero al artista que hace una foto normal y corriente, pero la hace a cinco metros por siete y luego le tira un caldero de pintura por encima y entonces dice que es arte.
P.C.: Hay una cierta cantidad de personas que se dedican a tirar el caldero y la fotografía, cuanto menos se manipule, mejor. Donde debe hacerse es en la cámara. Medir bien la luz, buscar el encuadre, etc., y si no lo puedes hacer todo bien entonces puedes corregir algo detrás, pero la foto no se hace en el ordenador ni en el laboratorio. La foto debe salir de la cámara.
M.LZ.: El photoshop, y más en nuestro caso, que somos fotoperiodistas, es algo que está totalmente prohibido. En el photoshop, lo único que nosotros debemos hacer es ajustar los niveles por una cuestión de contrastes, que es lo mismo que hacíamos antes en el laboratorio con un papel blando o un papel duro y nada más allá. La Agencia Reuters ha tenido ese problema porque de repente se le colaban fotógrafos que le duplicaban los misiles o los aviones, y que metían más humo. Eso es falsear la realidad de una manera que no es ética. Debes concebir el photoshop como el laboratorio del siglo XXI, no es otra cosa.
M.LN.: De hecho, siempre existió manipulaciones de la imagen a nivel de laboratorio, de poner y quitar gente, que se lo digan a Stalin, a Hitler o a Franco. Y de grandes fotógrafos, también. Está el caso de Eugene Smith, uno de los grandes maestros, que buscaba iconos de la realidad, pero aplicaba la famosa frase de No permitas que la realidad no te estropee un buen titular. Smith era capaz de, en un reportaje sobre la aldea española, ver a unas niñas descalzas y ponerles un vestido de primera comunión para que el impacto fuera mayor. O sus mineros, nunca habrás visto otros tan sucios de carbón como los que él fotografió.
M.LZ.: El último caso fue el de Eloy Alonso, hace dos años, cuando El Mundo manipuló, sin su consentimiento, una de las fotos que había hecho en Rodiezmo para la Agencia Reuters para que el presidente Zapatero y Leire Pajín salieran juntos en la misma foto con el puño en alto y la publicó en primera. Eso le costó una denuncia de Reuters. Hoy, con la cantidad de ojos que leen los periódicos, te pillan en seguida si has usado el photoshop.
P.C.: Pero es que hoy en día, las situaciones con que trabajan la mayoría de los fotógrafos de guerra están manipuladas. No existe una imagen objetiva. Tú ves el soldado con el fusil, la puesta de sol, eso está preparado para la foto. La ves y te admira, pero luego lo piensas y te das cuenta de no puede ser.
M.LZ.: Una de las consecuencias de la era digital es la masificación de cámaras en todas partes y en todos los lugares.
M.LN.: Menos donde deben estar, porque hay situaciones que te preguntas, ¿A ver, dónde están? Sin ir más lejos Manu Brabo, que se fue a Libia, resulta que cuando llegó él a Benghazi entraron las tropas de Gadafi y todos los corresponsales marcharon corriendo, menos él, porque con lo que le había costado llegar, cómo para irse. Y vendió sus fotos a todas las agencias y periódicos internacionales.
M.LZ.: Es que ahora mismo la esencia del fotoperiodismo es lo que hizo Brabo: voy allí y voy con todas las consecuencias. Y seguramente cuando llegaron las tropas se fueron unos cincuenta fotógrafos, alguno quedaría, pero la mayoría escaparon. Quedarse en la zona de retaguardia es lo fácil, lo difícil es lo que se hizo toda la vida. Pero eso ya no pasa.
“No valoran nuestro trabajo, aunque a veces la información surge de una foto que hemos hecho antes nosotros”
Purificación Citoula
P.C.: Tampoco deberíamos tomar partido, por lo menos mientras estás tirando fotos, porque tienes que fotografiar a los dos bandos, los tres, o los que sean, y si estás a favor de uno, el otro siempre va a salir perjudicado. Cuando estás trabajando, eres neutral.
M.LZ.: El problema es que no nos dejan. Antes el periodismo se ejercía de una manera mucho más independiente. Ahora, tras la transición, cuando todo el mundo informaba de lo que le parecía, las grandes empresas se han dado cuenta de que eso es muy incómodo. ¿Y cómo pararon al periodista? Con otro periodista: con un jefe de prensa. Un periodista que sabe muy bien cómo canalizar la información y darte sólo la que le interesa él, el perfil bueno del cargo de turno, cuando lo que nosotros hacemos es buscar ese gesto que nos dé el carácter informativo, un gesto de preocupación, por ejemplo. Para trabajar en el aeropuerto tienes que mandar un fax el día antes y al final suceden cosas tan absurdas como que a mí no me dejaran fotografiar el descenso de los Reyes Magos del avión por motivos de seguridad y en cambio había docenas de padres con cámaras de fotos y de video grabándolo todo. Estamos viviendo un retroceso brutal en la libertad de información.
M.LN.: Nos temen porque no nos controlan. Nunca hubo tanto control y tanta información canalizada. Y luego hay muchos redactores que creen que saben de esto y que tienen que decirte lo que tienes que hacer cuando tú nunca le dices lo que tiene que escribir.
M.LZ.: Y en ese control, unas veces nos buscan y otras nos llaman hijos de puta, como ocurrió hace poco. Ahora estamos en época de que nos busque y todo sea amabilidad y buenas caras. Pero a partir del 22 de mayo volveremos a ser el incordio. La Asociación de Fotoperiodistas ha contribuido a dignificar nuestra profesión, porque nosotros somos la serie B dentro del periodismo, siempre fuimos la segunda parte. Llevo 21 años trabajando y a mí no se me trata igual que al compañero redactor. Le tienen mucho más respeto.
P.C.: A ti ni te presentan, dicen: el fotógrafo
M.LN.: No, no, mi fotógrafo.
M.LZ.: Un compañero llamó en una ocasión al aeropuerto para pedir una autorización para un acto al que íbamos a acudir dos redactores y un fotógrafo, y dijo textualmente: Necesito tres acreditaciones, son para dos personas y un fotógrafo. Creo que eso lo dice todo.
“No creo que la fotografía sea un arte, las artes usan la fotografía para desbancarla en su esencia e instalarse ella”
Marcos León
M.LN.: Siempre hubo una política de desgaste hacia el gráfico porque, al parecer, si no tienes presencia o no estás calentando un sitio en la redacción es como si no trabajaras en el periódico.
P.C.: Un antiguo redactor jefe decía siempre que los fotógrafos somos una raza aparte. No valoran nuestro trabajo, aunque a veces la información surge de una foto que hemos hecho antes nosotros.
M.LZ.: Y sin embargo, lo que llega con más intensidad a la gente, es la foto. Y si no, recordad la peineta de Aznar que sacó Iván Martínez. En la calle se habló de esa foto, aunque nadie supiera quién la había sacado.
P.C.: Para acabar, nos piden que recomendemos un libro, un disco o una película. Yo quiero recomendar la novela La cúpula, de Stephen King, porque es angustiante. No es de miedo, ¡pero provoca una angustia!
M.LZ.: Yo recomiendo un disco muy etnográfico que acaba de presentarse, del grupo de folk asturiano, Tuenda 3.
M.LN.: Yo recomiendo cualquier libro de fotografía de Martin Parr. Y si me lo permitís, una exposición en la Biblioteca Publica Jovellanos, en Gijón, de Constantino Suárez, un caso de periodismo de guerra en su propia ciudad, Gijón, con fotos del bombardeo de la ciudad de junio y agosto del año 36. Siempre se habla de fotógrafos extranjeros, pero aquí los hubo excepcionales y Constantino Suárez fue uno de ellos.
(Publicado en Biblioasturias19)