Panait Istrati
KRK
217 págs.
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El mundo de lirismo exótico y densidad emotiva que caracteriza la prosa de Istrati apareció como una novedad inadvertida, original, inesperada. Un mundo precario de retazos históricos supervivientes de épocas dadas por transcurridas y olvidadas emergía en las páginas de Kyra Kyralina y Tío Angel. Relatos de bandidos románticos, los Aiducs, salían de los márgenes de las antiguas crónicas y se hacían relato. Una suerte de nuevo aiduc, un coloso bandido protector del niño que fue Istrati aparece en Codin. Una historia melancólica de amor, ingenuidad, traición y violencia se erige ante los ojos del lector en Tsatsa Minka. Y llega la epopeya, el canto de la lucha por la justicia en una tierra arida, con Los cardos del Baragán. Para acabar entregando a la imprenta una magnifica y apasionada descripción de la Braila de ayer, las luchas políticas y los desempeños vitales en un tejido social confuso en La casa Turinger. Y por medio más de una docena de relatos autobiográficos reconstruyendo itinerarios paisajes, recordando fascinantes personajes y aventuras. Asistimos en ellos a la creación de la atmósfera de la vida del vagabundo, el sabor de la soledad a la intemperie, el precio de la libertad, la seducción del futuro como un horizonte sin amenazas.
Panait Istrati ( Baldovinesti, 1884-1935). Escritor rumano en lengua francesa. Hijo natural de una humilde muchacha de origen campesino que trabajó toda su vida como lavandera, y de un contrabandista griego abatido por la guardia fronteriza meses antes de su nacimiento, Panait Istrati empezó su vida de vagabundo a muy temprana edad, recorriendo el Mediterráneo oriental, el próximo oriente, Egipto y desempeñando los más pintorescos oficios en calidad de aprendiz, a la vez que se entregaba con pasión a la lectura. Balzac y Dostoievsky fueron sus autores predilectos.
La soledad, la muerte de su madre, decepciones amorosas y amistades perdidas le llevan a intentar suicidarse cortándose la garganta en Niza en 1921. Salvado a tiempo, entra en relación con Romain Rolland quien apadrina su bautismo literario y le denomina “el Gorki de los Balcanes”. Se suceden años de éxito literario a partir de la publicación de su primera novela: Kyra Kyralina en 1923, y vio declinar su carrera de escritor y poner en duda su reputación con motivo de la publicación en 1929 de Vers l´autre flamme, testimonio crítico con el régimen soviético que elaboró a su regreso de la URSS, tras una estancia de 16 meses. Enfermo de tuberculosis y olvidado, murió en Bucarest en 1935.