Son los principales representantes de una nueva generación de la canción de autor en Asturias, aunque reconocen que del rock de Pablo Valdés a la apuesta por la llingua de Alfredo González y las influencias de Pablo Moro cabe un abismo. Amigos ante todo, no dudaron en acudir a su local habitual de conciertos y tertulias en Oviedo para hablar sobre una profesión con acento literario.
Pablo Moro (P. M.): ¿Tenemos los cantautores mayor relación con la literatura que con la música?
Alfredo González (A. G.): La relación entre la literatura y la música es evidente. Se supone que los cantautores somos los que mejores letras hacemos, o al menos a eso aspiramos. Y para componer buenas letras hay que leer. No es que leer sea un requisito indispensable, pero sí bastante usual.
Pablo Valdés (P. V.): Reconozco que yo soy muy vago en ese sentido y que debería hacerlo más. Suelo leer relatos cortos o poemas que me ayuden a, en poco tiempo, darle vueltas a la cabeza hasta que llego a una conclusión. Pero mi caso es distinto al vuestro, ya que no me considero un cantautor en el sentido estricto de la palabra. Me siento más influenciado por artistas de otro tipo, como Bruce Springsteen y Tom Petty. Conclusión: la literatura es necesaria para la música.
P. V. ¿En qué situación se encuentra en estos momentos el circuito dentro y fuera de Asturias?
A. G. Fuera dicen que gran parte del futuro del rock de autor actual está en Asturias. Lo único que podemos decir nosotros es que, por fortuna, más o menos estamos dentro y que si salud significa tocar y publicar, la salud en Asturias es muy buena.
P. M. Es muy difícil crear un circuito en una región como Asturias. Somos cerca de un millón de habitantes y existe prácticamente una única sala en los principales concejos donde podemos tocar y, lo más importante, donde la gente asiste a los conciertos. Hay una especie de complejo con la música en los locales de aquí. Muchos piensan que la música no es rentable. Para que exista un circuito, esa idea debe cambiar. Nunca vamos a tener un circuito como el que existe en Madrid.
“Para componer buenas letras hay que leer”
Alfredo González
“Me sentiría un impostor si escribiera en asturiano”
Pablo Moro
“Los relatos cortos y los poemas me ayudan a pensar y a sacar conclusiones antes de empezar una canción”
Pablo Valdés
A. G. Yo soy de Turón y quizás por razones sentimentales hago canciones en asturiano. ¿El lugar en el que naces condiciona la lengua en la que publicas tu música?
P. M. El lugar en el que naces no sólo condiciona en qué lengua escribes, también todo lo demás, como los temas de los que hablas. Nací aprendiendo el castellano y, por mucho que pueda influir en mí la educación musical que haya recibido, si escribiera en asturiano me sentiría igual que si lo hiciera en inglés, aparte de una especie de impostor que trata de hacer algo que no tiene nada que ver con lo artístico. Lo que a mí me sale de forma natural es escribir en asturiano. Entiendo que Serrat, por ejemplo, pueda escribir en castellano y catalán porque conozca las dos lenguas, pero yo soy incapaz de hacerlo en asturiano. No puedo.
P. V. Yo, en cambio, me planteé en su día escribir en inglés como un reto. Escuchaba muchas canciones en inglés y yo mismo he escrito alguna, aunque no pretendo editar nada en esa lengua.
A. G. A mí me gustaría recordar que las lenguas minoritarias están subvencionadas. Sé que me van a matar por decir esto: es mucho más fácil grabar un disco en asturiano que en castellano.
P. M. ¿Y qué me decís de la temática? ¿También influye?
A. G. Claro que sí. Asturias no es una comunidad que haya gozado precisamente de una gran salud económica, al menos desde que existe la democracia, y también ha sido siempre una región bastante convulsa. Por si fuera poco, yo encima vengo de la cuenca minera, de una zona que ha vivido una enorme depresión económica en los últimos años. Es algo que, a mis veintinueve años, llevo viviendo desde que tenía cinco. Ver cómo a los cuarenta y tres años a una persona, a un minero, ya no le permiten trabajar más es muy triste. Si eso no te marca es que no tienes sentimientos. Es inevitable que esos temas te proporcionen una cierta melancolía cuando escribes. No es que la busques, es que directamente te cae encima. No haces la misma música si has nacido en Cádiz que si eres de Oviedo.
P. V. A mí me limita más el entorno social en el que te mueves. Oviedo es una ciudad pequeña, donde el “¿qué dirán?” siempre está presente a la hora de componer. Recuerdo que las primeras veces que iba a Madrid alucinaba, porque allí tienes mucha más libertad. Aquí parece como si todo se mirara bajo una lupa.
P. V. ¿Cómo componéis vuestras canciones?
P. M. Con cuidado (risas). No sé… a mí me salen. Es muy complicado marcar los límites entre dónde empieza una de mis canciones y dónde termina. Se me tiene que ocurrir algo en un momento dado, como una frase que me venga a la cabeza, y que ésta me parezca original y me guste, que crea que tiene un sentido para contarlo. Una buena letra no viene del cielo: al principio sacas la estructura, pero es a base de trabajar y trabajar cuando salen bien las cosas.
A. G. A hacer canciones se aprende haciendo canciones. Escribir es como una terapia. Uno escribe lo que necesita soltar. La mayor parte de las veces, aunque no en todas, yo compongo la letra y la música a la vez.
P. V. Como soy el más joven de los tres y aún estoy siguiendo vuestra estela, me gustaría aprovechar para hacer otra pregunta. ¿Sois capaces de empezar una canción nueva al finalizar la grabación de un disco sin que ésta sea igual o parecida a las anteriores?
P. M. Yo no puedo hacerlo, me cuesta mucho. Me suelen decir que mis canciones son muy largas… será verdad. Hay veces que un productor o alguna persona del estudio de grabación te comenta que si eliminaras una estrofa, el tema te quedaría redondo. Lo que pienso y lo que les digo es que cuando considero que una canción está terminada, me cuesta muchísimo cambiar algo. Siempre me parece que la estrofa que me sugieren que quite es muy importante, o al menos lo es para mí.
A. G. Yo pienso igual. Cuando una canción está acabada, está acabada. Y si dos años más tarde considero que hay que quitar algo, eso es algo que lo considero yo, pero no me gusta que otra persona de fuera me diga cómo tengo que hacer mi música.
P. M. ¿Está bien visto decir que eres cantautor?
A. G. Depende del público. Para mi abuela, por ejemplo, no es algo que esté bien aceptado. Afortunadamente, la gente de nuestra generación empieza a darse cuenta de que esto es una profesión, un trabajo como otro cualquiera. Cuando la gente mayor te pregunta: “¿Y tú qué haces?”. Y respondes: “Yo soy músico”. Entonces, la siguiente pregunta que te hacen es: “¿Y además de eso?”
P. V. Muchos aún creen que esto es algo que podemos hacer ahora, pero que no te va a llevar a ningún sitio. A mí me preguntan mucho: “¿Cuándo vas a triunfar con eso?”. Yo lo que pienso es que estoy todo el día grabando y haciendo conciertos sin que nadie me diga lo que tengo que hacer, y para mí eso es ya es un triunfo.
P. M. Ya que a algunos nos gusta Bob Dylan y que no vino a Oviedo cuando le dieron el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. ¿Haríais como él? ¿Iríais a recoger el galardón?
A. G. Yo no. En primer lugar, porque los asturianos estamos absolutamente devaluados en nuestra propia tierra y normalmente es el premiado el que le da valor al premio, y no el premio al premiado. Y en segundo lugar, no lo recogería porque soy republicano y no quiero nada que tenga que ver con el Príncipe.
P. V. Yo iría. ¡Mi madre me mata si no lo hago! (risas).
A. G. Nos piden que recomendemos un disco, un libro o una película para los lectores de Biblioasturias. Yo propongo el álbum Campeones de invierno, de Carlos Madrid. ¿Y vosotros?
P. V. Como libro, yo diría En el camino (On the road), de Jack Kerouac. Y recomiendo que escuchen el disco Hidin’ from the butcher, de The Electric Buffalo.
P. M. Yo voy a proponer un largo que me marcó mucho. Es El secreto de sus ojos, un trabajo dirigido por Juan José Campanella que se llevó el último Oscar a la mejor película extranjera. Es un peliculón. Respecto a los discos, voy a decir Adiós, tormenta, de Fabián. Y también quiero recomendar la lectura de Manhattan Transfer, novela que le dio la fama a John Dos Passos.
(publicado en Biblioasturias16)