Inés Marful y Su Alonso reúnen en la exposición ‘Palabras para un rostro’, que se podrá visitar hasta el 3 de junio en el claustro del Real Instituto de Estudios Asturianos de Oviedo, las reflexiones realizadas por treinta y ocho personalidades del mundo de las letras sobre su propia fotografía.
¿Qué piensa un escritor ante la fotografía de su rostro? De esta pregunta nace Palabras para un rostro, una muestra inaugurada el pasado 23 de abril en la sede del Ridea de Oviedo con motivo del Día del Libro que ha invitado a treinta y ocho personalidades del mundo de las letras para que describan, bolígrafo en mano, qué se les pasa por la cabeza al ver su imagen capturada bajo la óptica de una cámara.
Las promotoras de esta iniciativa, Inés Marful y Su Alonso, comenzaron en la primavera de 2006 a colarse en las casas, despachos o bares de parada habitual de algunos de los más importantes escritores, filósofos o cineastas españoles con el propósito de inmortalizarlos en fotografías en blanco y negro que tomaban con luz ambiente y sin flashes ni telones. “Las sesiones no se prolongaron más de un cuarto de hora, durante el cual Su Alonso y yo nos comportábamos como si de alguna manera no existiéramos. Era como una danza sigilosa y amable”, explica Inés Marful, escritora, doctora en Literatura Española y en Filosofía, y fotógrafa nacida en Mieres.
Del resultado ha salido una exposición que se estrena por primera vez en Asturias y que abarca 65 metros lineales de pared donde, hasta el 3 de junio, autores asturianos como los filósofos y escritores Amelia Valcárcel y Lluis Xabel Álvarez, y los poetas Antonio Gamoneda, Olvido García Valdés y el ya fallecido Ángel González dan a conocer las reflexiones de su imagen junto a otros como Fernando Savater, Rosa Regás, Ana María Matute, Antonio Muñoz Molina, Juan Marsé, Elvira Lindo, Luis García Montero, Antonio Colinas, Francisco Ayala -también fallecido-, Gustavo Bueno y Almudena Grandes. “No sólo quisimos seleccionar a los más famosos, también a los descarriados”, indica Marful, quien consideraba que había algo más importante que el “efectismo” en su iniciativa: “la facilitad desnuda, atrapar el alma del modelo en un instante de mágica intimidad”.
El encuentro
El encuentro entre las autoras de la iniciativa -una asturiana y la otra suiza- antes de emprender este proyecto comenzó en la agencia de comunicación Cover. “Yo soy una exiliada de la arquitectura. A veces sucede, uno se exilia de una profesión por amor a otra, y yo soy una enamorada de la fotografía”, confiesa Su Alonso, a lo que Inés Marful añade: “Yo venía de la literatura y estaba planteándome empezar a abordar proyectos fotográficos, porque, como decía Man Ray, se escribe lo que no se puede fotografiar y se fotografía lo que no se puede escribir”.
Tras hacer algunos reportajes juntas en la citada agencia, un día comenzaron a hablar sobre cuánto les gustaría “saber lo que pensarían de su retrato Charles Baudelaire o Sigmund Freud”, afirma Marful. “Nunca se había sometido a un conjunto de autores a este ejercicio de reflexión”, agrega la asturiana, quien recuerda que este primer proyecto acabó convirtiéndose en una “road movie” que se prolongó durante casi tres años. Así fue como fotografiaron, en Oviedo, “la melancolía de Ángel González”. También en la capital del Principado captaron a “un Francisco Ayala que en su retrato interroga a la muerte con desolada consternación”. En Madrid, se citaron con personas como Antonio Muñoz Molina y Almudena Grandes; en Barcelona con Juan Marsé; y en Córdoba con Carlos Castilla del Pino -“que intentaba ordenar, con un pie en el escribo, sus ‘archivos del olivar’”, sostiene Inés Marful-.
Durante el desarrollo de este proyecto, recuerdan, surgieron tantas anécdotas como frases. A la escritora y ex directora de la Biblioteca Nacional Rosa Regás, presidenta del jurado del premio de novela Café Gijón, tuvieron que tomarle una foto en seis minutos. “Era todo el tiempo del que disponía”, comenta Marful. Especialmente divertida fue la experiencia con el también escritor y cineasta Fernando Arrabal, quien decía durante la sesión que se sentía encantado de verse “laureado” porque quería ser “un santo pagano”.
Otro autor, Álvaro Pombo, descorchó una botella de vino para aderezar el encuentro a las once de la mañana, y se convirtió, por unos momentos, en “fumador provisional”. Entre los asturianos, Antonio Gamoneda, Premio Cervantes 2006, se mostró como un hombre tierno que quiso compartir con la rutina de tomarse un café en el bar de al lado de su casa, en León. Por su parte, Ángel González, a quien no muchos días de vida le quedaban, confesó de su puño y letra que el estado en el que se encontraba en esos momentos quedó reflejado para siempre en la instantánea. “No pude evitar que mi mirada delatara cansancio, tristeza, lejanía… Y la cámara no me dejó mentir”, confiesa el autor de Áspero mundo en el texto que acompaña a su fotografía.
Tras su paso por Asturias, el “testimonio de esta travesía” -como figura en el texto del folleto- recorrerá distintas salas del territorio nacional. La muestra, para la cual las autoras han publicado un catálogo titulado El instante eterno que incluye un ensayo introductorio y a todas las personas retratadas, se puede consultar también a través de un recorrido virtual en Internet (Youtube).
(Publicado en Biblioasturias16)