José Manuel Gómez Feito
Impronta
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Los habitantes del mundo rural tienen que cargar con la pesada losa de la despoblación y de la merma constante de oportunidades que les supone mantener el arraigo a sus lugares de nacimiento, pero soportan peor la condescendencia con que se les mira desde los urbanitas centros culturales y de poder. José Manuel Gómez Feito ejemplifica como nadie la resistencia a someterse a tópicos y mixtificaciones. Desde su casa en La Pola de Somiedo lleva años alzando la voz (sin dar voces, porque lo hace sin abusar de las mayúsculas y desde las redes sociales o desde los artículos ocasionales que publica en la prensa) para rebelarse contra la marginación y el olvido, pero sobre todo para cantar las esencias del paisaje y del paisanaje de su tierra.
Este libro continúa la escondida senda de Memoria de Somiedo (2019), pero nos enseña una veta más melancólica de su autor, asolado por pérdidas que hacen brotar su voz más elegíaca, pero siempre con la constatación gozosa de que, como cualquier otro lugar, el pueblo de uno puede ser el centro del mundo, siempre que seamos capaces de disfrutar allí por igual de los frutos de la tierra y de los frutos del talento, en compañía del Dante, Szymborska, Pavese, Pessoa, Prevert, Cohen, Dylan, Lenon…
José Manuel Gómez Feito se dio a conocer como escritor con Balada del llanero solitario (1986), volumen poético premiado en el concurso Ana de Valle que por entonces organizaba el colectivo Jueves Literarios de Avilés. Aunque tardó treinta y tres años en volver a publicar un libro (lo venía haciendo ocasionalmente en revistas), son cada vez más numerosos los lectores que en Facebook disfrutan de sus memorables entregas, dedicadas casi siempre a defender, cantar o evocar el declinante mundo rural asturiano, donde en un pasado no lejano tuvo embajada el paraíso. De ellas surgió Memoria de Somiedo y otros olvidos (2019), de la que es afortunada secuela Que busca en el monte amparo.