Ricardo Menéndez Salmón: “La literatura es un intento de derrotar al tiempo”

Una conversación con Moisés Mori

La librería Cervantes ha inaugurado el nuevo curso con un acto brillante: la presentación a nivel nacional de Medusa (Seix Barral, 2012), la nueva novela del asturiano Ricardo Menéndez Salmón, “uno de los grandes narradores de nuestro tiempo” como le definió Moisés Mori, quien ejerció de maestro de ceremonias del acto. En Medusa, una obra enciclopédica a pesar de sus 150 páginas, Salmón vuelve a mirar a la cara la sevicia humana, esta vez a través de un artista que trabajó al servicio del nazismo y su impasibilidad ante la barbarie. El escritor gijonés afirmó que con esta novela ha cerrado un círculo: el del horror de los grandes sucesos del siglo XX En este acto, al que también acudió Ana González, consejera de Educación, Cultura y Deporte, Ricardo Menéndez Salmón quiso agradecer la presencia de amigos que le han acompañado en estos 15 años de publicaciones, en estas nueve novelas, “desde los tiempos del plomo a estos más luminosos”.

 

¿Se puede defender la obra de alguien que filmó ejecuciones con tiros en la sien, ahorcamientos de niños de ocho años, vivisecciones en embarazadas, inmersiones en tanques de agua helada o amputaciones sin anestesia para investigar los umbrales del dolor, y que hizo todo esto sin emitir una queja? ¿Puede haber piedad, comprensión, afecto para alguien que, como el ojo divino, se conformó con dejar al libre albedrío de los demás las consecuencias de sus actos?

Medusa, Ricardo Menéndez Salmón.

 

 

 “Hoy es 11 de septiembre, sale al mercado la novela de Ricardo Menéndez Salmón… parece que a estas fechas las cargas el diablo” bromeaba el propio autor en la presentación de Medusa. Esta fecha llena de significado (que tangencialmente también aparece en la novela) no es ajena a la obra de Salmón, ya que también ella representa el horror, un tema que hasta ahora ha sido fundamental en los libros del escritor asturiano. Como la novela acababa de llegar a las librerías y eran pocos los lectores que había podido abordar el libro en las escasas horas en las que lo habían adquirido (aunque alguno había), Moisés Mori decidió empezar a desentrañar el argumento de Medusa: “se trata de la vida de un artista alemán, Prohaska, sin ideología y sin rostro”. “Medusa es una quest comenzó a explicar Menéndez Salmón, “una búsqueda, una pesquisa. Se trata del intento, siempre fracasado, de reconstruir la vida y la obra de un artista de la imagen por parte de un narrador que está obsesionado, admirado y asqueado con esta figura. Prohaska concentra en su personalidad y su talento algunas de las calves del pasado siglo, y lo hace a través de la mirada”. Y en esta definición el autor ya nos da pistas sobre el por qué del título de la novela, Medusa, ese monstruo mitológico que convertía en piedra a todo aquel que le miraba a los ojos. “El ojo juega un gran protagonismo estético del siglo pasado. El cine, la pintura y la fotografía han sido los grandes iconos del siglo XX, y es lo que hace que Prohaska se dedique a ello” comenta el autor.

El nombre de ese narrador que trata de reconstruir la historia de este artista nunca aparece en el texto, pero se trata del propio Menéndez Salmón, que reconoce que esta vez no se esconde. “Incluso añade datos como su fecha real de nacimiento o la ciudad de donde procede” apostilla Mori. El autor de Estampas rusas. Un álbum de Iván Turgueniev siguió desarrollando la novela del gijonés explicando que ésta se dividía en dos partes dos partes, las cuales coincidían con dos etapas en la vida de  Prohaska. La primera recoge su nacimiento, su infancia, la pérdida de su padre, la obsesión por una madre que nunca le quiso, su paseo por una montaña de arenques muertos, el encuentro con su esposa Heidi, la amistad de Stelenski por ajedrez postal y cómo entra al servicio del régimen nazi como propagandista. La segunda parte narra el periplo, la huída del alemán por varios países, como España, Japón o Nicaragua en los que continuó con su obra. “Dada su condición de artista nazi” explica Mori “no es un artista cualquiera, sino uno que recoge el horror y el mal”.

¿se puede vivir sin ideología?  ¿se puede mirar con impunidad?” 

Prohaska, este forense del horror, este notario de la sevicia, “ha hecho de la vocación de estar presente el corazón de su trabajo” comenta Salmón. El propio autor explicó que después de escribir La ofensa (donde un hombre queda atrapado por ver algo trágico y decide dejar de mirar), sintió que ese libro necesitaba un envés: reflexionar sobre la tentación de no apartar nunca la vista por perverso, doloroso y atroz que resulte lo que se está mirando. Y ahí nació Medusa“Prohaska no emite juicios” aclara Salmón “sino que constata la realidad. De hecho, se compara con uno de los burócratas del nazismo. Por lo tanto, yo creo que esta novela presenta dos grandes preguntas. Una es: ¿se puede vivir sin ideología? Y la otra: ¿se puede mirar con impunidad?” 

 

El artista genio y el hombre monstruo

Moisés Mori explicó en la presentación los puentes y ligazones por los que Medusa se unía con resto de la obra de Ricardo Menéndez Salmón. “Con la Trilogía del mal (La ofensa, Derrumbe y El corrector) por la impasibilidad ante la barbarie, y con La luz es más antigua que el amor por arte y la mirada del artista”. “Prohaska no parece un hombre completamente frío” continúa Mori “ya que a veces juzga la realidad. Y el narrador se posiciona ante él de una forma ambivalente: con horror y admiración al mismo tiempo”. Esta mirada es, sin duda, uno de los grandes nudos gordianos de la novela: estos diálogos en la sombra que el autor mantiene con personajes incómodos. Ricardo Menéndez Salmón aclara que él siempre ha sentido cierta fascinación por la literatura europea fascista (Dionisio Ridruejo, Ernst Junger) y antisemita (Celine). “¿Qué relación hemos de tener con estos artistas que en el orden de la creación nos han dado claves decisivas mientras que en su vida personal eran seres despreciables?” se pregunta el autor de La ofensa. Salmón también aludió al caso de Chateaubriand, un ser “repulsivo” pero que ha narrado como nadie los años posteriores a la Revolución Francesa y el ascenso de Napoleón. “Admiro a Chateaubriand como sujeto estético, pero como sujeto ético me resulta repugnante” remata el escritor asturiano.

 

El tiempo, la trascendencia. Libros como hachas

Una pregunta de Moisés Mori flota en el aire: “¿por qué Prohaska no aparece nunca, por qué no conocemos su rostro?” Por curioso que parezca, este artista alemán, que se ha dedicado a conservar en imágenes fílmicas, fotográficas o pictóricas todo aquello que veía, nunca permitió que un retrato suyo pasara a la historia, incluso se enfrenta con un turista que, al retratar un palacio de Postdam, le fotografía al azar. Así, el narrador se imagina a Prohaska destruyendo sus huellas en todos y cada uno de los archivos en los que su vida tendrá cabida: Iglesia, escuela, Estado, mundo banal del espectáculo y la fama, Ejército… ”Decidí que Prohaska no sólo iba a ser una paradoja” explica Menéndez Salmón “sino encarnarla. Deja rastro fílmico de todo, pero su identidad más inmediata, su rostro, permanece inédito”. Sin embargo, a pesar de esta negación del aspecto, el protagonista de Medusa no es un hombre sentimentalmente invisible, no es un simple artefacto que activa la cámara. Para darle profundidad emocional al personaje, el autor de Los caballos azules le brindó a tres personas: a un mejor amigo (Stelenski, quien también será su biógrafo, “su corresponsal en el mundo de los hombres”), a un hijo (Baruch, muerto a los 15 meses de vida) y a una esposa (Heidi Knörr). “Como en casi todas mis novelas, la mujer vuelve a representar el sentido de la realidad” comenta el escritor. “De nuevo, como la Zoe de El corrector, Heidi representa el ancla, el grano de cordura en una vida enloquecida. Sólo se puede sobrevivir a lo que Prohaska ha visto con el expediente del amor o con el expediente de la obra”.

Salmón aseguró que se sentía satisfecho con la historia de amor que había construido en Medusa, donde se hace hincapié de “el amor como duración”. Y es que precisamente el tiempo es una de las obsesiones de Ricardo Menéndez Salmón, una pieza fundamental de sus libros y su maquinaria. “Una cordillera que tiene que ver con el reloj de nuestros afanes” comentaba el escritor para ilustrar las pequeñas muescas que eran nuestras vidas. “La literatura es un intento de derrotar al tiempo” explicaba el autor, a quien un amigo, antes de la presentación, le había comentando que estaba volviendo a leer Guerra y Paz. Salmón aprovechó este comentario para explicar que cada vez que un lector, en cualquier época, abre ese libro, vuelve de alguna forma a las guerras napoleónicas y leyendo esas páginas se tiene un instante de eternidad. “Pero esto” advierte Salmón “lo logran pocos autores, como Tolstoi”.

Como en casi todas mis novelas, la mujer vuelve a representar el sentido de la realidad”

El tiempo se nos une así a la trascendencia, otra de las obsesiones de Ricardo Menéndez Salmón, otro de los fantasmas del escritor que también aparece en Medusa. “Todo artista honesto tiene en su horizonte que está escribiendo para la posteridad. Que nuestra obra pueda establecer un diálogo con el futuro”. El autor de Derrumbe recordó entonces una frase de Kafka con la que está muy de acuerdo: “un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro”.

 

La obra plástica de Menéndez Salmón

En La luz es más antigua que el amor el escritor asturiano contaba la historia del pintor Adriano de Robertis, y muchos fueron los lectores que, tras acabar el libro, teclearon en Google este nombre en busca de sus cuadros. Pero sólo encontraron referencias a Menéndez Salmón y su novela, ya que tanto el artista como los cuadros a los que se refería eran totalmente inventados. Lo mismo le ocurrirá esta vez a quien busque en internet las obras de Prohaska: sólo obtendrán referencias a Medusa (“y a un futbolista austriaco de los setenta, que también se llama así”, añade Salmón). “Dado mi total inutilidad para la plástica, he ido haciendo en mis novelas mi propia obra plástica” explica el autor gijonés. “He sido capaz como escritor de dotar a mi personaje de un catálogo artístico; puedo ver su obra, pero no puedo hacerla”. Y así, entre el catálogo inventado de Prohaska nos encontramos con pinturas como los Veintiuno de Varsovia (una serie de retratos que el artista hace de su madre; la misma postura, el mismo lugar, y la distinta luz de una vela que en cada retrato va consumiéndose un poco más), fotografías como Llagas de Hiroshima ( el retrato de tres generaciones de una familia japonesa afectada por la bomba atómica) o películas como Plaga (la narración alucinada e insoportable de una invasión de ratas en una de las zonas más depauperadas de Managua). Como se dice en el libro, toda la desasosegante obra de Prohaska podría recogerse bajo un título asertivo: “Yo estuve allí”. “La obra de Prohaska no existe, pero sí es plausible. Desde aquí invito a cualquier artista que quiere hacerla realidad” manifestaba Salmón.

El autor asturiano admitió sentirse muy contento con Medusa, satisfecho, puesto que “cierra algo”. “Siento que el expediente x del horror de los grandes sucesos del siglo XX ya ha concluido. No me veo de nuevo volviendo a estos paisajes” comenta Ricardo Menéndez Salmón para quien, como buen licenciado en Filosofía, el Mito es tanto o más importante que la Historia.

 

(12 de septiembre de 2012)

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Sobre el autor

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