“Los bibliotecarios son héroes anónimos. Y considero que es un gran error y un verdadero escándalo cómo se está desmantelando la base del tejido cultural de este país”. Con estas palabras, Rosa Montero, cómplice y simpática con sus lectores, quiso cerrar su intervención tras el turno de preguntas, para después proceder con una larga firma de ejemplares que precedió a la comida de hermandad celebrada el pasado sábado con motivo del IV Encuentro de Clubes de Lectura que tuvo lugar en el Polideportivo Municipal de Grado. No se despedía en ese momento, pero sí que de alguna manera cerraba su locución ante los micrófonos, remitiendo a una imagen que había descrito al comienzo de la mañana. “Cuánta fe hace falta en la vida y en el ser humano para leer y para escribir”, había dicho. Y había recordado aquella famosa fotografía tomada en Londres en 1940, tras unos bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. En el retrato se puede ver una biblioteca medio derruida por las bombas. Únicamente las estanterías permanecen en pie, con los libros perfectamente alineados. Mas sobre los escombros, tres hombres consultan algunos ejemplares, aparentemente ajenos al terror que les rodea: “En mitad del Apocalipsis, en medio del caos, la serenidad de los tres hombres leyendo es la prueba de la fe y la esperanza en un mundo nuevo. Leyendo luchaban contra Hitler, contra el horror. Y gracias a eso somos humanos”. La imagen de aquella biblioteca salvaguardando lo que nos califica dentro del reino Animalia sobrevoló todo el encuentro. Al igual que una idea: allí donde hay un lector hay una biblioteca.
Más de quinientos lectores
La cuarta edición de estos Encuentros tuvo lugar el pasado sábado, día 4 de octubre. A las 11 de la mañana, los más de quinientos participantes iban ocupando sus asientos en las gradas del Polideportivo de la villa moscona, con sus libros bajo el brazo y en la mano el marcapáginas diseñado para la ocasión por Andrés Alonso Moutas. Lectores de Grado, Cangas del Narcea, Carreño, Castrillón, Castropol, Colunga, Gijón, Gozón, Langreo, Lena, Llanera, Mieres, Navia, Oviedo, Pravia, Siero, Tineo y Valdés se reunían en torno a una de las escritoras con mayor proyección del panorama literario español, confirmando esa vocación de la biblioteca pública como lugar de encuentro donde se comparten ideas y experiencias de trascendencia vital.
Tanto los asistentes como la autora fueron recibidos por el alcalde de Grado, Antonio Rey, y la concejala de Cultura, Patricia Álvarez, quienes celebraron la presencia de Rosa Montero y glosaron tanto la tradición cultural del concejo como los lugares más emblemáticos del mismo en relación con la literatura, los cuales formaban parte de una visita programada para la tarde de la mano de la vida y la obra del escritor Valentín Andrés. Asimismo, el bibliotecario Gustavo Fernández fue el encargado de presentar a la escritora madrileña, recordando sus inicios en diferentes grupos de teatro independiente, como Canon o Tábano, al tiempo que empezaba a publicar en diferentes medios de comunicación, hasta comenzar en 1976 su trabajo de manera exclusiva para el diario El País, donde fue redactora jefa del suplemento dominical entre 1980 y 1981. Por su extensa labor profesional recibiría en 2005 el Premio de la Asociación de la Prensa de Madrid y, mucho antes, en 1978, el Manuel del Arco de Entrevistas, además del Nacional de Periodismo para reportajes y artículos literarios en 1980. Pero aún más reconocida ha sido su trayectoria como autora.
Traducida a más de veinte idiomas, ha publicado las novelas: Crónica del desamor (1979), La función Delta (1981), Te trataré como a una reina (1983), Amado Amo (1988), Temblor (1990), Bella y Oscura (1993), La hija del caníbal ( Premio Primavera de Novela en 1997), El corazón del Tártaro (2001), La Loca de la casa (2003), Premio Qué Leer 2004 al mejor libro del año, Premio Grinzane Cavour al mejor libro extranjero publicado en Italia en el 2005 y Premio “Roman Primeur” 2006 (Francia); Historia del rey transparente (2005), Premio Qué Leer 2005 al mejor libro del año, y Premio Mandarache 2007; Instrucciones para salvar el mundo (2008), Lágrimas en la lluvia (2011) y La ridícula idea de no volver a verte (2013). Junto a ellos, ha editado el libro de relatos Amantes y enemigos, Premio Círculo de Críticos de Chile 1999 y dos ensayos biográficos, Historias de mujeres y Pasiones, así como cuentos para niños y recopilaciones de entrevistas y artículos.
De su variada producción, dieron buena cuenta los diferentes clubes de lectura que, con esmero, trabajaron sobre su figura y su obra en los últimos meses. De manera que, tras aceptar gustosamente la invitación de Gustavo Fernández a cerrar los ojos e imaginar que, en lugar de un Polideportivo, estaban en la biblioteca de Grado, siguieron con sumo interés la exposición de Rosa Montero que daría paso al turno de preguntas de manos de los lectores.
Oficio de novelista
Tras declararse “emocionada” por las más de quinientas personas presentes en el recinto y “maravillada” con la idea de que los lectores tuviesen una instalación deportiva para ellos, Montero comenzó por describir el oficio de escribir desde su experiencia personal: “Escribir es un sueño diurno; es soñar con los ojos abiertos. Los novelistas no abandonamos nunca ese juego imaginativo: somos unos inmaduros que no han crecido. Porque en el niño reside la creatividad”. Pero “uno no controla el sueño que es la novela. A veces escribes cosas muy íntimas tuyas que no sabes interpretar y que solo con el tiempo logras hacerlo”.
Sobre el origen de cada obra, a pesar de los cientos de imágenes y fantasías que pueden llegar a pasar por la cabeza, matizó: “El 98% de lo que se te ocurre nunca traspasa al libro. Pero hay un 2% con el que te turbas y te emocionas tanto que esas ideas no te caben en el pecho ni en la cabeza. Dices: ‘Esto tengo que contarlo’. El libro nace de una necesidad”. Y aclaró una duda que suele ser una pregunta recurrente: “No escribes pensando en los lectores. Escribes pensando en el lector que tú llevas dentro. En la obra que tú querrías leer. Es luego, una vez terminada la obra, cuando que necesitas al lector. Entonces, por supuesto que piensas en él porque lo necesitas”.
Acerca de las estructuras y los temas de sus libros, Montero, que valoró la memoria como materia literaria (“La memoria es una ficción en construcción”, aseguró), también contradijo a aquellos que habitualmente reciben sus nuevas obras calificándolas de ‘distintas’ con respecto a las anteriores: “Me he dado cuenta no hace mucho de que todos mis libros tienen en común una misma estructura: comienza con un personaje muy marginal, solitario y con dificultad para aceptarse a sí mismo. Y a lo largo de la novela, que consiste en una aventura, una prueba difícil que debe pasar, va perdonándose hasta terminar mucho mejor de lo que estaba al comienzo. A su vez, en ese viaje el protagonista a adoptando una ‘parafamilia’ de monstruos que le hacen sentir mejor porque, al final, lo que ha logrado es conectar con los otros. Eso es para mí la vida: hay que vivir con los otros porque, si no, esto no merecería la pena”.
“Ni el tema ni la forma se escoge: se imponen”. Cuando menos se lo espera aparece aquello que la conmueve y que “en cuanto a los tiempos, en general, lleva un año o año y medio de tomar notas compulsivamente”, para luego ordenarlas y darles forma. Siempre con sus excepciones, como fue el caso de La ridícula idea de no volver a verte, publicada en 2013, que desentrañaría en pocos meses. Explicación tras la que defendió su querencia por las ficciones de tipo fantástico: “España no ha tenido una gran tradición de literatura fantástica. Por eso se tiene una imagen un tanto distorsionada. La ciencia ficción no es más que otra forma de hablar de nuestra realidad. La condición humana, digamos, es eterna. Y, en ese sentido, la ciencia ficción es una herramienta metafórica poderosísima para hablar de lo que somos”.
Pese a su prolífica trayectoria, y a las explicaciones sobre su metodología de trabajo, ante las preguntas de los participantes habló, no del llamado temor a la página en blanco, sino de algo realmente más terrible para un autor: el bloqueo. “Con el bloqueo desaparece el chorro de la imaginación. Sientes como si se te secase el cerebro. Y te das cuenta de que pierdes tu capacidad de conectar con el mundo. Es como si no vivieras ya”. Y, ¿de qué se siente más orgullosa con los años y la experiencia? “De haber ido aprendiendo. Porque la ficción, a diferencia de la poesía, es un género de madurez. Es necesario para escribir de una manera más profunda y más universal, y eso se logra con los años”. Sin duda, el mayor hallazgo con respecto a la escritura es una aseveración que dejó a modo de consejo y alegato frente a lo acomodaticio: “Hay que escribir desde las fronteras desde donde ya no se sabe escribir”.
Relación entre autores y lectores
No rehusó ningún tema y todos los abordó con simpatía y en tono confesional. Como al analizar la relación existente entre el autor y su público: “Lectores y escritores somos gente de la misma clase. De alguna manera tenemos una fisura con la realidad. Y tenemos también unas inquietudes existenciales. Por esa razón sentimos una cierta incomodidad con nuestro tiempo y nuestro espacio. De manera que, aunque por lo general las personas viven como si fuesen inmortales, los escritores escribimos contra la muerte porque eso es algo que, sin duda, nos obsesiona. Una conciencia de la muerte que va acompañada de una conciencia de la vida muy aguda”. Una reflexión que comparte con otros autores a quienes ha interrogado sobre este tema: “He visto que muchos tenemos en común una experiencia de decadencia a una edad muy temprana. Vivimos una brusca pérdida en la infancia. Y escribimos para recuperarlo”.
Prosiguiendo en su análisis, habló de la ‘disociación’ que se produce en todos: “Todos somos muchos dentro de nosotros. Los novelistas somos más conscientes de eso, y al escribir es como si nos fuésemos cosiendo”. Algo que vuelve a estrechar el vínculo con los lectores: “Aquel que lee un libro lo reescribe porque no hay dos lecturas iguales”.
El lugar de la mujer
Muchas, y sólidamente apoyadas en las entrañas de sus novelas, fueron las preguntas. Y tampoco faltó la referencia a la cuestión de género: “No escribo como mujer. Escribo como persona. Me pone de los nervios que se piense que una novelista por el hecho de utilizar a una protagonista mujer está escribiendo para mujeres. Mientras que se considera que un novelista que utiliza a un protagonista masculino está escribiendo para el género humano”. Dicho lo cual, puso como ejemplo su experiencia en la creación de personajes masculinos: “Con ellos he aprendido en ocasiones más que con la propia vida”.
Y, para finalizar, ¿cuál es el lugar hoy de la mujer? “Pues lo estamos buscando, al igual que los hombres. Por supuesto que sigue habiendo sexismo. No me cabe la menor duda. Pero también se ha avanzado mucho. No se nos olvide. Aunque hay que pensar de dónde venimos y a qué velocidad se han ido produciendo estos cambios. Es cierto que hay estereotipos a los que se nos quiere obligar como mujeres. Pero, por otra parte, y sobre modelos diferentes, también los hombres padecen los suyos”.
(8 de octubre, 2014)