Eels
Wonderful, glorious
Works Records, 2013
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Mark Oliver Everett era hipster cuando a muchos de estos que ahora pululan por el indie no es que no les hubiera salido pelo en la cara, es que ni tan siquiera habían nacido. Con la banda-tapadera Eels, presenta ahora Wonderful, Glorious, su décimo disco (décimo sexto si se cuentan los que ha hecho en solitario) de una carrera que parece un ejercicio de autoafirmación. En las épocas del grunge, del pop, rock o folk, él ha orillado cada estilo, adaptándolo levemente a su personal estilo blusero. También es verdad que para tanta autenticidad, su éxito ha sido más bien dispar. Sus propuestas a veces no han sido bien acogidas por la crítica. Pero público siempre ha tenido el suficiente, y suficientemente fiel, para garantizarle cada nuevo disco. Sin embargo, es sintomático que su gran éxito hasta la fecha sea “Things the Grandchildren Should Know”, el libro en el que relata su vida, una historia apasionante en el que flota un halo de fantasía similar al de “Just Kids” de Patti Smith.
Wonderful, Glorious, es heredero de toda esta historia. No tanto de la musical como la vital. Un disco de alguien que en el fondo está de vuelta. Con la capacidad de hacer, más o menos, lo que le dé la gana. Se permite abrir el álbum con aire vacilón en ‘Bombs Away’ y ‘Kinda Fuzzy’, pero no duda en acogerse a palos más ortodoxos con ‘New Alphabet’ y ‘Open My Present’. En los tiempos medios, Everett modela el ambiente para adoptar una pose de ‘crooner’, solo un poco más melódico que Tom Waits. Y con hechuras similares. Si Wonderful, Glorious es producto del lento proceso de maduración artística o más bien simple acomodación en unos esquemas dominados.
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